Todo aquel que consulte las estadísticas sobre el comercio exterior cubano podría hacerse la siguiente pregunta: ¿cuándo Cuba recuperará el saldo positivo en el comercio internacional de bienes? O dicho en otras palabras: ¿cuándo logrará exportar más que lo que importa?
Y empleamos el término recuperación porque a partir de 1904, y durante los siguientes 54 años de vida republicana, solo en cuatro ocasiones la Isla presentó déficit en su balanza comercial. Es decir, que en el transcurso de ese vasto período Cuba vendió mucho más que lo que compró, sin que la menor cantidad de importaciones significara necesariamente una escasez de mercaderías y bienes de consumo.
Ello a pesar de las críticas que la historiografía castrista hace de los gobernantes republicanos, a los que acusa de haber permitido la deformación de la economía, transformándola en monoproductora y monoexportadora, además de someterla a los dictados de Washington.
Según cifras aportadas por la propia Oficina Nacional de Estadísticas e Información de Cuba (ONEI), el año 1960 fue el último en el cual la Isla experimentó un saldo positivo en su intercambio comercial. En lo adelante, y en el lapso de 57 años de gobierno de los hermanos Castro Ruz, el saldo comercial de Cuba siempre ha sido negativo. Sin dudas, un resultado contraproducente con la aspiración de los gobernantes, que a toda hora piden aumentar las exportaciones y sustituir importaciones.
Quizás lo más grave sea el declive experimentado por las exportaciones de bienes durante los últimos años. A partir de 2011, cuando las exportaciones alcanzaron los 5.870 millones de pesos, la caída ha sido ininterrumpida, hasta exportar solo 2.317 millones de pesos en 2016. Esta última la cifra más baja desde 2005.
Por supuesto que el oficialismo responsabiliza al "bloqueo" de EEUU por este déficit que exhibe la Isla en su balanza comercial. Una medida que habría impedido la entrada de los productos cubanos en un mercado de la dimensión del estadounidense. Sin embargo, esa opinión pierde credibilidad si consideramos que ni siquiera en la época de la alianza con la Unión Soviética, cuando las mercaderías cubanas accedían con precios preferenciales a las naciones que constituían el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), la Isla pudo evadir los saldos negativos en su comercio exterior.
Entonces, ¿cuáles serían las verdaderas causas de semejante situación? Con independencia de la debacle sufrida por tradicionales rubros exportables como el azúcar, el níquel, los cítricos, y los productos del mar, habría que considerar dos males que, hasta ahora, siempre han acompañado a la economía cubana: la excesiva centralización y el desdén por el mercado.
El primero de ellos, por ejemplo, fue el vehículo que centralizó la actividad exportable en el Ministerio de Comercio Exterior (MINCEX), negándole esa posibilidad a la entidad productora del bien que se exportaba. la cual, como es lógico suponer, era la que conocía las cualidades de ese producto. En una reciente entrevista, a propósito de la celebración de la Feria Internacional de La Habana (FIHAV-2017), la directora general de Comercio Exterior del MINCEX reconoció lo nocivo de semejante divorcio entre productores y exportadores.
Y el desprecio hacia el mercado provocó que durante mucho tiempo las empresas cubanas solo se preocuparan por cumplir los planes de producción que venían "de arriba", sin averiguar si lo que producían era del agrado de los potenciales clientes. Eran inexistentes los estudios de mercado y la imprescindible promoción de lo producido. En tales condiciones ni pensar en una hipotética competitividad de esas ofertas.
Es de destacar que el déficit en la balanza comercial de bienes trata de ser compensado con la exportación de servicios, en especial los que se prestan en el exterior. Sin embargo, se trata de una fuente de ingresos que en cualquier momento, debido a cambios políticos en los países receptores de esos servicios, podría desvanecerse.