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Relaciones Cuba-EEUU

Raúl Castro niega la responsabilidad de su Gobierno en los ataques a diplomáticos

El general habla en un contacto cara a cara con el embajador Jeffrey de DeLaurentis de su 'perplejidad' en torno al asunto.

Washington

Raúl Castro contactó al diplomático estadounidense de mayor rango en La Habana para abordar las graves preocupaciones de Washington por las afectaciones a la salud que varios de sus diplomáticos sufrieron en la capital de la Isla.

De acuerdo con un reporte de la AP, se habló de "ataques sónicos" y hubo una sutil amenaza de repercusiones por parte de EEUU.

Lo que el general hizo a continuación sorprendió a Washington, dijeron a la agencia norteamericana varios funcionarios estadounidenses con conocimiento de lo sucedido.

En una inusual conversación cara a cara, Castro le dijo al embajador Jeffrey DeLaurentis que estaba igual de perplejo. En lugar de dejar que sus subordinados se encargaran del asunto, Castro negó personalmente cualquier responsabilidad de su Gobierno.

Los cubanos incluso se ofrecieron a permitir el ingreso del FBI a La Habana para que investigara. Las agencias de seguridad de uno y otro lado han cooperado con mayor frecuencia desde que se restablecieron las relaciones entre ambos gobiernos en 2015. Sin embargo, el permiso de entrada fue extraordinario.

El Gobierno cubano no dice a menudo "vamos a cooperar con EEUU, esto les sería de mucha ayuda", dijo David Rubincam, exagente del FBI que trabajó en Moscú, un sitio similarmente hostil.

La lista de víctimas estadounidenses confirmadas era mucho menor el 17 de febrero, cuando EEUU presentó su queja inicial ante las autoridades de Cuba. Hoy día, el número de casos "con confirmación médica" es de 21, además de varios canadienses afectados. Algunos estadounidenses sufrieron pérdida auditiva permanente o daño cerebral leve, incidentes que han causado alarma en la unida comunidad diplomática de La Habana.

Por lo menos otra nación, Francia, ha realizado pruebas a su personal diplomático en busca de posibles lesiones a causa de dispositivos sónicos, precisa el reporte de la AP.

Sin embargo, las autoridades estadounidenses afirman que existen verdaderas razones para cuestionar si es que el Gobierno de Cuba perpetró una campaña clandestina de agresiones.

A menudo, las autoridades cubanas reaccionan con indignación cuando EEUU los acusa de asuntos como acoso a sus diplomáticos o de fuertes medidas en contra de los disidentes cubanos.

Sin embargo, en esta ocasión, Raúl Castro no se presentó ni displicente ni a la defensiva, de acuerdo con funcionarios estadounidenses que exigieron el anonimato al no contar con autorización para hablar de la investigación.

Además, el Gobierno de Castro no rechazó rotundamente que algo perturbador haya ocurrido en territorio cubano.

¿Acaso el panorama era más complejo? Los investigadores también han considerado que tal vez una facción disidente de las fuerzas de seguridad de Cuba haya actuado, posiblemente en combinación con otro país, como Rusia o Corea del Norte.

Comportamiento acosador durante décadas, pero no para dañar

Durante décadas, los gobiernos de Cuba y EEUU han acosado mutuamente a sus diplomáticos. Los cubanos podrían ingresar a las viviendas y reacomodar los muebles o dejar heces en retretes. Los estadounidenses podrían realizar allanamientos descarados y detenciones de tránsito, pinchar neumáticos o romper luces de vehículos, incluso conducir demasiado cerca de los autos de su objetivo. 

Sin embargo, esas acciones eran para molestar, no para lastimar.

Lo que los diplomáticos estadounidenses comenzaron a reportar en noviembre pasado fue completamente distinto.

Los diplomáticos y sus familiares enfermaban. Algunos describieron sonidos extraños e inexplicables, incluidos sonidos agudos y de machaqueo. Incluso, algunas víctimas relataron que entraban y salían de lo que parecía ser la zona de influencia de una potente onda auditiva que afectaba zonas específicas dentro de una habitación, como reportó la AP esta misma semana.

En ese momento, Washington y La Habana se encontraban en una modalidad de desenfrenada cooperación, trabajando febrilmente para garantizar el progreso en varios asuntos, desde el acceso a internet hasta las reglas migratorias, antes de que finalizara la presidencia de Barack Obama. El sorpresivo triunfo electoral de Donald Trump el 8 de noviembre significó que pronto estaría al frente un presidente que había amenazado con revertir la distensión.

Mientras EEUU se preparaba para un nuevo e impredecible Gobierno, Cuba también enfrentaba un punto de inflexión.

Fidel Castro falleció el 25 de noviembre de 2016. Había gobernado durante casi medio siglo antes de cederle el poder a su hermano, en sus últimos años de vida. Para nadie era secreto en Cuba que Fidel, junto con algunos simpatizantes dentro del Gobierno, no estaban cómodos con el acercamiento de Raúl Castro con Washington, argumenta la agencia norteamericana.

"Hay una lucha por el alma de su revolución", dijo Michael Parmly, quien encabezó la misión diplomática de EEUU en La Habana de 2005 a 2008. "Es muy posible que existan elementos disidentes". 

Primeros incidentes

Cuando los primeros diplomáticos denunciaron sus inexplicables síntomas y episodios, Washington no sacó conclusiones. Le tomó semanas para que funcionarios de la embajada vincularan diversos incidentes y se confirmara que varias víctimas habían sufrido daños a su salud.

Para cuando Obama dejó la Casa Blanca el 20 de enero, los relatos de misteriosas enfermedades llegaron a oídos de algunos funcionarios en Washington. Los rumores de ataques sónicos no habían alcanzado a las altas esferas de la Casa Blanca ni el Departamento de Estado, dijeron a la AP tres exfuncionarios federales.

Una vez que Trump asumió la presidencia, comenzó a surgir un panorama más claro.

El 17 de febrero, EEUU se quejó ante la embajada de Cuba en Washington y ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de La Habana.

Poco después, Raúl Castro buscó directamente a DeLaurentis.

Los ataques cesaron por un tiempo, pero varios funcionarios estadounidenses dicen que la razón de ello no es clara.

No pasó mucho tiempo antes de que los incidentes se volvieran a presentar, de forma tan misteriosa como habían cesado.

Después, los canadienses resultaron afectados. 

Entre marzo y mayo, en varias viviendas se reportaron síntomas como náuseas, jaquecas y hemorragia nasal, dijo un funcionario canadiense con conocimiento de la investigación de su país. Esos ataques también cesaron. 

¿Quién querría atacar tanto a EEUU como a su vecino del norte? 

El Gobierno de Cuba no tiene diferencias abiertas con Canadá. Pero quizá los canadienses fueron blanco para encubrir los motivos y despistar a los investigadores, otra posibilidad que las autoridades estadounidenses aún no descartan.

Los canadienses hicieron pruebas a su personal en La Habana y llevaron a algunos a casa, dijo el funcionario canadiense.

En busca de sus propias respuestas, la embajada de EEUU realizó exámenes médicos a los diplomáticos. Muchos fueron enviados a la Universidad de Miami para exámenes más exhaustivos.

El Departamento de Estado se asesoró con médicos en la Universidad Johns Hopkins y la Universidad de Pensilvania. El Gobierno le pidió a esas instituciones que mantuvieran en privado lo que sabían.

En los círculos diplomáticos de La Habana había ansiedad. La embajada de Francia realizó pruebas a sus empleados después de que un miembro del personal expresara preocupaciones de salud, de acuerdo con un diplomático francés con conocimiento del asunto. Falsa alarma: las pruebas no revelaron indicios de daño concordante con un ataque sónico.

El FBI viajó a La Habana e investigó en algunas de las habitaciones en donde se reportaron ataques —una lista en la que se incluyen viviendas y al menos un hotel: el Capri, de administración española, donde a veces se alojan funcionarios estadounidenses—. La Real Policía Montada de Canadá también viajó a la Isla. Ninguna de las agencias de seguridad encontró algún tipo de dispositivo sónico, señalaron varios funcionarios a la AP.

Para el 23 de mayo, EEUU aún no tenía respuestas, pero tenían que hacer algo. El Gobierno de Trump expulsó de Washington a dos diplomáticos cubanos en protesta por la falta de protección del Gobierno comunista a los representantes estadounidenses.

En ese momento, ninguno de los dos gobiernos reveló la expulsión. La Habana no tomó represalias.

El mes siguiente, Trump impuso algunas restricciones de viaje entre los dos rivales de la Guerra Fría, pero no hubo señales de que se tratara de una sanción al Gobierno de Castro por los ataques. Trump mantuvo intactos varios de los principales elementos del descongelamiento general de Obama, incluida la reapertura de embajadas por parte de las dos naciones.

La investigación continúa abierta

Los diplomáticos sufrieron en silencio hasta el 9 de agosto.

Reportes noticiosos finalmente desencadenaron que el Departamento de Estado reconociera públicamente "incidentes que han causado diversos síntomas físicos" que seguían bajo investigación. La AP supo que entre los síntomas se incluían problemas de concentración o para recordar palabras comunes.

Dos semanas después, EEUU reportó que al menos 16 estadounidenses presentaban síntomas, sin embargo el Departamento de Estado dijo en ese momento que los incidentes "no continuaban".

No obstante, la cifra de afectados seguía en aumento, primero a 19 víctimas y esta semana llegó a 21.

En tanto, el Departamento de Estado tuvo que retirar sus garantías de que los ataques habían cesado hace tiempo. El 21 de agosto hubo un nuevo incidente.

"La realidad es que no sabemos qué o quién ha causado esto", dijo el jueves la portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert. "Es por eso que la investigación continúa abierta".

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