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Corrupción

El verdadero rostro de GAESA en el Casco Histórico habanero

'No necesitamos represores, sino mejores sueldos', dice un extrabajador de Habaguanex S.A. sobre los militares que ahora controlan los negocios.

La Habana

—¿Cómo ha sido el cambio de Habaguanex a GAESA?

—Desastroso.

—¿Por qué?

—"Porque los militares son unos ineptos, exigen demasiado y quieren intimidarnos. Figúrate, a los que se niegan a trabajar con ellos y solicitan la baja los amenazan con bloquearle el pasaporte por un año".

Así responde Roberto, de 41 años, un cajero fundador de Habaguanex S.A. Asevera que en el Centro Histórico trabajaron muy duro. "Construimos algo que podemos tocar con las manos. No necesitamos represores, sino mejores sueldos".

Casi un año después de que el conglomerado comercial de la Oficina del Historiador de La Habana fuera absorbido por el consorcio militar GAESA, muchos trabajadores de los 20 hoteles, 56 bares y cafeterías, 39 restaurantes y más de 200 tiendas —entre ellas boutiques, perfumerías, floristerías, farmacias, ópticas, joyerías, licorerías y establecimientos de víveres—, se sienten incómodos con los nuevos jefes y algunos estarían considerando abandonar la entidad.

"Son tan torpes —dice Osmani un obrero de 38 años— que la nueva gerencia del hostal Santa Isabel —en la Plaza de Armas— cerró el guarda-horario (puerta de servicio) y los empleados de mantenimiento y otras prestaciones tienen ahora que pasar por el lobby para dirigirse a sus quehaceres".

"Eusebio [Leal] hizo ajustes con familias para que administraran algunos hostales y comercios, un experimento que dio excelentes resultados", apunta Mijail, un custodio de 43 años. "Pero en el hostal Valencia, por ejemplo, Gaviota ya los despidió".

"Ahora hay más desabastecimiento que antes", comenta Yoslaine, de 32 años, cajera de un mercado de víveres. "También hay desgano, falta de personal y menos 'búsqueda'. Hay largas colas para pagar y a los jefes les importa un comino que los consumidores se quejen".

Hasta en la constructora Puerto Carenas, una entidad que no fue transferida a GAESA pero es dirigida por un general de brigada, los restauradores se quejan de la carencia de materiales y la ignorancia de los jefes: "En vez de importar los materiales requeridos, nos ordenan emplear arena y cemento comunes o cualquier pigmento para restaurar frescos con más de 300 años de antigüedad", cuestiona Carlos, un masillero de 48 años.

La gran mayoría de los consultados consideran que "el menor de los males" sería que los civiles administren de nuevo el conglomerado comercial y que la Controlaría General de la República haga su trabajo, encargándose de los corruptos. "El desastre de la economía paramilitar quedó demostrado con el cambio de Habaguanex por GAESA", afirma uno de ellos.

Cemento, ladrillo y corrupción: los antecedentes de la 'ocupación' militar

"Al iniciarse el rescate del Casco Histórico —recuerda Carlos— se crearon tres constructoras: Puerto Carenas, Restauradora del Malecón y Restauradora de Monumentos, esta última fue dirigida por la arquitecta Perla Rosales Aguirreurreta, la hoy segunda de Eusebio Leal".

Años después se produjo la fusión de las tres empresas bajo el nombre de Puerto Carenas, encabezada por Rogelio Milián Lária, un exmiembro de la Unión de Empresas Constructoras Caribe (UNECA) que a mediados de 2012 "explotó por corrupción". Entre otros trapicheos, Milián cobraba comisiones por la compra de materiales de construcción a un suministrador español (su yerno).

A Milián lo sustituyó el general de brigada Conrado Echeverría, exjefe del Estado Mayor de la región militar de Matanzas, quien posteriormente encabezó un programa de viviendas para oficiales de las FAR adscrito a la Unión de Construcciones Militares (UCM), de GAESA.

La militarización de Puerto Carenas, no evitó la corrupción. En cambio, provocó el éxodo de un sinnúmero de obreros calificados a las cooperativas no agropecuarias, donde supuestamente reciben "mejores incentivos".

Jorge, un ingeniero civil cuentapropista de 58 años, afirma que el Centro Histórico se conceden licitaciones a las "cooperativas de construcciones". Los profesionales que las dirigen operan como testaferros de algunos jerarcas beneficiados con las utilidades de estos contratos. "Perla Rosales ―hija del general Ulises Rosales del Toro―integra esa 'galería'", dice.

Erase una vez en Habaguanex

El paroxismo de las corruptelas en la Oficina del Historiador tuvo su clímax "cuando Meici Weiss ascendió desde administradora del Hotel Ambos Mundos hasta gerente general de Habaguanex S.A.", indica una extrabajadora de 62 años del conglomerado, que solicitó el anonimato y dijo haber sido"víctima de la mencionada administración".

Weiss estructuró un modelo de burocracia que actuaba como organización criminal y "machacaba" a los empleados que evitaban involucrarse en los "trapicheos". La gerente se rodeó de subordinados a los que muchos llamaban "los intocables". Los pejes gordos gozaban de impunidad para traficar influencias y obtener visados schengen.

Según investigaciones anteriores, a mediados de 2012 Yoagniel Pérez Ramos, entonces gerente de la cervecería Factoría, ubicada en la Plaza Vieja del Centro Histórico, fue apresado en plena vía pública por sospechas de "enriquecimiento ilícito", entre otros delitos, desatándose una marejada de detenciones que se expandió por otras dependencias de Habaguanex.

La titular Weiss y su séquito fueron destituidos y sometidos a investigaciones por parte de la Controlaría General de República y la División de Investigaciones Criminales (DIC). "Pero las salpicaduras de mierda comenzaron a elevarse tanto, que el proceso debió ser 'almacenado en el frigorífico'", dijo un auditor que exigió no ser identificado.

Inmediatamente se desempolvó una vieja causa contra Yoagniel Pérez por malversación, tras practicarse una auditoria —cuatro años antes— en los almacenes de Habaguanex S.A. (antiguo cuartel de San Ambrosio), donde ocupaba el cargo de segundo jefe.

Según la "Sentencia número cuarenta y siete del dos mil catorce", emitida por el Tribunal Provincial Popular de la Habana, en la causa 214/2013 Yoagniel fue procesado por el delito de cohecho con carácter continuado, al pagar coimas para obtener un recurso de sobreseimiento por "deficiencia de pruebas" en la causa 635/2008.

Los letrados sobornados con gratificaciones de entre 2.000 y 200 CUC, más atenciones y otros regalos en Factoría, fueron Osvaldo Fernández Guerra, subdirector de la Dirección de Bufetes Colectivos en la capital; Lucía Pérez Fernández, coordinadora provincial del Centro de Desarrollo de Bufetes Colectivos; Mildreda Planas Durruthy, fiscal jefe de Habana Vieja, y Marisol García Castillo, fiscal de la Fiscalía municipal Habana Vieja.

Junto a Yoagniel los involucrados fueron sancionados a penas de entre cinco y 15 años más el decomiso de los bienes, la imposibilidad de ejercer sus profesiones y la retención de sus pasaportes para viajar al extranjero hasta que expiren sus sanciones. Hoy, Yoagniel es el único que permanece tras las rejas.

"Si Yoagniel, un simple gerente de gastronomía, pudo sobornar a un grupo de funcionarios del sistema de justicia, entonces ¿qué no habrían logrado otros con mejor posición", como Meici Weiss, también madre de Meici Bolaños Weiss, viceministra de Finanzas y Precios?, analiza Ricardo, de 54 años, un excajero-dependiente de Habaguanex.

La prensa oficial se abstuvo informar a la opinión pública sobre las fisuras del sistema de justicia y la corrupción en Habaguanex. Diez meses después, Eusebio Leal Spengler, increíblemente ajeno al escándalo, cedía el control del conglomerado comercial al Consejo de Ministros, mediante el decreto/ley 325/2014.

Dos años después del traspaso, la inmobiliaria Fenix S.A. —bajo la egida de los militares— se hizo cargo de la administración del centro cultural almacén San José donde, según denuncias de los artesanos cuentapropistas que allí radican, se han producido irregularidades en la compra venta de stands con precios que oscilaron entre los 8.000 y 12.000 CUC.

Lázaro de 42 años, un extrabajador de la tienda de Neptuno y Águila, cita otra arista de las corruptelas en el conglomerado comercial, donde los núcleos del Partido Comunista guardaban silencio ante los trapicheos y, al mismo tiempo, encarnaban el rol de "agentes de venta", exigiendo a las gerencias —por ejemplo— la compra de un busto de José Martí por valor de 240 CUC, para erigir un rincón martiano en cada unidad (más de 315), totalizando una inversión de 76.000 CUC. La adquisición debía hacerse en la tienda del Comité Central del PCC, sita en Belascoaín y Desagüe, Centro Habana.

"No hay sorpresas", dice Lázaro. "Si GAESA aplica medidas coercitivas a quienes sirven las copas en los bares, hacen las habitaciones en los hostales, cobran en las cajas de los mercados o palean el hormigón en las construcciones es porque esa es la naturaleza del sistema: ensañarse con los más débiles y luego hacer de la vista gorda con los peores delincuentes, que son los hijos de papá, 'pinchos' de cuello y corbata, o los que ostentan el carné del Partido".


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