Las quejas de ciudadanos, ante la creciente problemática del consumo de bebidas alcohólicas en establecimientos y áreas inadecuadas no encuentran vías de solución a través de "las entidades del Poder Popular y organizaciones de masas que supuestamente velan por la disciplina y la tranquilidad de las barriadas".
En portales o cercanías de las pequeñas tiendas recaudadoras de divisas (TRD) enclavadas en los barrios y en el transporte público es paisaje recurrente la presencia de personas "consumiendo cerveza o ron", en ocasiones con música incluida "que disponen los propios trabajadores de estos comercios, y los choferes".
"No solo los fines de semana, cualquier día y a cualquier hora te encuentras a cuatro o cinco personas bebiéndose un 'planchao' o cervezas en el mostrador de la tiendecita, como si aquello fuese la barra de un bar", se queja Fernando Sorita, vecino de Calle 6ta, en el Reparto Eléctrico.
"Tengo prohibido que mi esposa vaya sola a comprar allí, porque en una ocasión dos tipos le soltaron una grosería. El tema, que también preocupa a no pocos vecinos, lo he planteado varias veces en reuniones del CDR ante el Delegado de la Circunscripción, pero siempre nos dan el mismo teque: 'El Jefe de Sector se va a encargar de ese asunto, pues nosotros no tenemos potestad para impugnar a estos individuos'. Pero nada sucede al respecto, y la cosa pica y se extiende".
En los portales de la TRD ubicada en Calzada del Cerro y Zaragoza el ambiente se caldea. Los fines de semana puede encontrarse allí entre 20 y 30 personas consumiendo cualquier versión de bebidas alcohólicas, interrumpiendo el paso a quienes van a realizar sus compras en este centro. La música, propiciada por el propio establecimiento, suele escucharse bastante alta.
"Esta es una zona caliente, el límite entre Las Cañas y El Canal, y por eso este fenómeno causa una tremenda preocupación entre el vecindario que tiene que hacer sus compras en esa tienda", advierte Michel Entenza.
"Yo presencié par de broncas allí, y sin que hubiese armas blancas de por medio, pues las botellas de cerveza se cuentan por decenas. También existe el carterismo, el hurto al descuido, groserías con las jevitas. La gente va erizá a esa tienda. Al fiñe de mi paisano, de 11 años, le quitaron 10 CUC de la mano una vez que fue a comprar chucherías. Yo particularmente prefiero caminar diez o doce cuadras y comprar en otro lado".
Psicólogos y sociólogos que han tratado el tema en los medios oficiales sobre los altos índices de consumo de bebidas alcohólicas, suelen asociar el fenómeno a los jóvenes o las familias disfuncionales. Los más atrevidos, a la falta de espacios para la llamada recreación sana. Pero los ciudadanos cuentan otra versión de la historia.
"Cuando empezó el periodo especial el propio Gobierno fue el que propició la venta a granel de cerveza y de vino espumoso [bebida elaborada industrialmente a partir de los residuos de la producción de cerveza]", recuerda Andrés Peraza, vecino del barrio Juanelo, en San Miguel del Padrón.
"No había ni pan, pero en cada barrio las pipas pululaban desde horas tempranas, e incluso en las cercanías de los colegios. En los agromercados no había viandas ni frutas, pero sí mucho vino de remolacha y de plátano. Ahora la cosa es más fina: planchao, laguer de importación, ron sabroso y la tiendecita medio bonita con musiquita pepilla, pero el origen sigue siendo el mismo: el Gobierno es quien lo vende. Los estantes de las tiendas no tienen casi comida, pero sí mucha, mucha bebida", añade.
Lina Armenteros, vecina de Luyanó, dice estar en contra del consumo de bebidas alcohólicas en estas tiendas que son los pequeños centros comerciales de los barrios adonde van a realizar sus compras las familias, incluso con niños. Sin embargo advierte que este país nunca tuvo normas prohibitivas acerca del consumo de alcohol en la vía pública.
"La gente se acostumbró a beber incluso dentro de las guaguas. Eso no es de ahora, siempre ha sido así, y a estas alturas quién le pone cascabel al gato. La única medida que tomó la policía fue prohibir los envases de cristal en lugares con masividad de público, y dentro de las guaguas, pero nada respecto al consumo. Ahora, no se trata tampoco de botar el sofá por la ventana e implantar una ley seca, sino de aplicar leyes que existen en todas las partes del mundo, menos en Cuba".
La perspectiva de jóvenes como Alexander Palacios, de Boyeros, aunque desenfocada, no deja de ser la realidad.
"¿A dónde quieren que vayamos a darnos unos palos, si no hay lugares amistosos con la billetera? Aquí en el kiosquito de la zona los dependientes ponen música para atraer a la gente a que consuman porque no hay otra cosa que vender. Es verdad que hay dos o tres payasos que con dos tragos se pasan, pero bueno, la sangre no llega al río. A la gente le molesta, pero no se molestan con la caterva de carencias que hay en este país, di tú".