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Transporte

Un viaje Santiago-Habana

Corrupción, suciedad, mal servicio. Los viajes interprovinciales en Cuba siguen siendo una odisea.

Santiago de Cuba

Realizar un viaje Santiago-Habana, o viceversa, sin pasajes de reserva, puede ser un negocio complicado, incluso teniendo dinero. La experiencia comienza al llegar a las terminales de la Coubre en La Habana o la Terminal de Ómnibus Nacionales en Santiago, atestadas con cientos de personas necesitadas y desesperadas por llegar a su destino.

Las reservaciones para viajar se hacen en las oficinas disponibles de cada ciudad con tres meses de antelación. Las colas para hacerlas son de varias horas, llegando muchos usuarios a amanecer para coger los primeros turnos. Como casi cada servicio en Cuba, ello genera una gran corrupción: revendedores de turnos y de oficinistas que venden tiquets de última hora si se pagan 10 cuc por arriba.

La transportación nacional de pasajeros siempre ha sido una empresa conflictiva. El control absoluto del Estado y su dependencia de diferentes mercados para la obtención de los buses — Rusia, Japón, China o Checoslovaquia, entre otros— es la primera fuente de problemas: se compran guaguas de las que después no se pueden obtener los repuestos, teniendo que enviar los ómnibus al desguace en cuanto se desgastan.

En este desfile guagüero han pasado disímiles marcas —Leilang, Camberra, Ikarus, Hinos, Girón (de factura cubana) y las recientes Yutongs chinas y Mercedes Benz brasileñas—, pero ninguna ha sido suficiente. La crisis del transporte se incrementa, y al Gobierno no le queda otra que acudir al sector privado.

El problema es que para la transportación nacional se necesitan guaguas y el sector privado no las tiene. Sin embargo, los cubanos no nos arredramos. Si construimos botes de cualquier cosa, cómo no hacer de un camión una guagua. Así, ya tenemos a estos nuevos cuentapropistas, aparcados en las terminales anunciando sus travesías: Habana-Bayamo-Santiago.

La verdad es que todavía muchos pasajeros tienen temor a abordarlos. Entre el precio y la incomodidad de las guaguas-camión, hay que pensarlo. El precio para la travesía Habana-Santiago es de 10 cuc, un cuc más caro que el mismo trayecto hecho en avión. Solo que los asientos acolchados, reciclados de viejas guaguas, están deteriorados y no se reclinan, además de no contar con los beneficios del aire acondicionado.

No obstante, los camioneros persisten y ganan terreno ante la incompetencia de la empresa estatal ASTRO, que ya no sabe cómo chapistear las carrocerías oxidadas de ómnibus Yutongs con más de una década de uso.

La corrupción generalizada que corroe a esta empresa incluye a los choferes, que manejan las guaguas como privadas, montando y cobrando a cuanto viajero se encuentran en el camino, convirtiendo un ómnibus interprovincial en una común guagua urbana con su pasillo lleno de pasajeros de pie, negocio redondo para los guagüeros, que terminan cada viaje con miles de pesos en los bolsillos, sin costo ni inversión alguna.

El negocio de estos choferes es tan completo que se ahorran hasta la dieta de comida que les da la empresa. Los centenares de pintorescos paladares establecidos a lo largo de la autopista y la carretera central les brindan sus servicios gratis a cambio de llevar a comer allí a sus pasajeros.

Los camiones, en cambio, tienen sus ventajas. Son el más rápido transporte terrestre de carga de personal en Cuba. Pueden tardar hasta dos horas en llenarse, pero hacen el recorrido de 966 kilómetros entre Santiago y La Habana en 12 horas. La guagua, por su parte, lo hace en entre 15 y 16 horas. El tren, en más de 18.

Los conductores de camiones llenan también sus vehículos de pasajeros, como los chóferes de guaguas, pero es el precio a pagar si quieren sacar ganancias ante tanto impuestos y el elevado precio de la gasolina.

Para Irene, cliente de la lista de espera en la terminal de Santiago: "ellos resuelven, como ves para la guagua de La Habana, solo llamaron un número. Ya por fuera no solo te piden 10 cuc más el pasaje. Cuando la cosa se pone mala te piden 25 cuc por todo, además de que no tienes asiento seguro, debes ir rotando por los asientos que se van vaciando entre terminales mientras se ocupan".

Y todavía no ha llegado el verano, o mejor dicho, las vacaciones escolares, periodo pico en el traslado de pasajeros del país.

Finalmente, Irene se va en el camión para La Habana. No es su primera vez. Ella comprende que no todos pueden pagar 250 pesos o 10 cuc por el traslado. Es el sueldo promedio de un jubilado. También entiende que reservar tres meses antes no cubre los imprevistos. Pero lo principal para ella es no dormir en la terminal tres y cuatro días a la espera de una guagua.

El lamentable estado higiénico y de infraestructura de las estaciones cubanas es denigrante para el ser humano. El espectáculo nocturno de decenas de personas durmiendo como mendigos en las aceras, frente a la estación La Coubre, a la espera de una guagua, es una visión alucinante.

Ante tal panorama, no es difícil coincidir con el comentario cáustico de Irene: "Yo no quiero dormir en una terminal churrosa".

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