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Periodismo

Luces y sombras de 'Cuba dice'

El segmento informativo de la televisión nacional dedicado a los problemas locales hace evidentes los límites del periodismo oficial.

La Habana

Viernes, 8:00 PM. Hacia el final del Noticiero Nacional de Televisión, una sección acapara el interés de la audiencia. La siempre compleja situación internacional y los avances sociales alcanzados dan paso a un segmento informativo que aborda problemas locales, más cercanos a la vida de la gente común, con un formato donde la interactividad y la representación popular buscan ser protagonistas.

La sección Cuba dice irrumpió con fuerza en el espectro informativo cubano, arropada por uno de los objetivos de trabajo del Partido Comunista, enunciados en su Primera Conferencia Nacional de enero de 2012: "Lograr que los medios de comunicación masiva […] supriman los vacíos informativos y las manifestaciones del secretismo, y tengan en cuenta las necesidades e intereses de la población".

Cuba dice contaba además con la periodista Talía González, quien con anterioridad había comenzado a llamar la atención de la teleaudiencia capitalina con un programa similar en el Canal Habana.

Ahora, en las "ligas mayores" de la TV Nacional, la exitosa periodista lidera un equipo de reporteros casi siempre completado por sus colegas Boris Fuentes y Maray Suárez. Con retransmisión los sábados y saliendo ¿también? los martes (es impredecible), este espacio televisivo revisa, durante unos 10 minutos, el funcionamiento de servicios abiertos recientemente o el estado crítico de otros.

La presentación habitual y minutos iniciales "enganchan", pues prometen un programa ágil y democrático, con la gente común como protagonista. Se marca una impronta de inmediatez, de "estar en la calle", y hasta ahí muy bien, Cuba dice transmite ilusión y consigue la complicidad del espectador.

Otra cosa es el desarrollo. El comienzo trepidante recoge velas, y empiezan las intervenciones demasiado extensas, las reiteraciones de tópicos de uno a otro entrevistado y, a veces, los problemas de foco en cuanto al tema tratado.

Se malgastan o se rellenan minutos por no tener claro a dónde debe ir el programa, y en ocasiones el manejo de antecedentes y datos de contexto también deja que desear: problemas fuertemente arraigados, o que irrumpen con gran impacto en la sociedad, se presentan sin las necesarias referencias para el espectador neófito.

También se maquilla la ausencia de fuentes de alto rango saliendo a entrevistar a funcionarios provinciales o municipales. Así, la búsqueda de representatividad geográfica —objetivo más que loable del programa— deviene arma de doble filo, pues al querer romper con el proverbial "habanismo" de la televisión nacional, se desemboca en una especie de rendición de cuentas donde causas y explicaciones se repiten de una provincia a otra, sin aportar datos y aburriendo o acabando en silogismos al estilo de: el deporte es muy importante para la salud y por eso debemos cuidar las instalaciones deportivas, pues es demasiado caro remozarlas.

Con todo, Cuba dice cumple mejor con lo de la agilidad que con lo de la democracia. La saturación de funcionarios de nivel medio apenas deja espacio para los ciudadanos de a pie. Aunque en varios programas "la población" tiene un protagonismo aceptable, en ocasiones el asunto se salda con un par de intervenciones o hasta ninguna.

Más allá, son las narrativas subterráneas de Cuba dice el verdadero "vacilón" del programa, al reproducir éste muchos de los tópicos más manoseados por la retórica oficialista para narrar la Cuba post 59.

La culpa es del "bloqueo" o de funcionarios de bajo rango

"La empresa no ha realizado una labor efectiva en la gestión de este nuevo servicio, pero […] no se pueden perder de vista las problemáticas a las que se enfrenta nuestro país", nos dice una funcionaria para justificar que su empresa no pudo prever la magnitud de la demanda ante la apertura de un nuevo servicio.

No se sabe de quién es la culpa

Asentado en el imaginario popular, en Cuba pervive un "ellos" borroso e innombrable que está por encima de la realidad. Son "ellos" quienes "mandan" pollo a la bodega, "bajan" orientaciones, "van" a poner internet en las casas. Para no tener que subir hasta ahí, los periodistas no indagan en las causas de los problemas, lo cual sería buscar a sus máximos responsables. Así, cuestiones que según la propia Talía González se repiten a gran escala, como la falta de gestión, de sentido de pertenencia y de "sensibilidad", parecen brotar por sí solas en condiciones climáticas propicias.

El pueblo siempre es culpable

En el resumen de un programa: "[Debemos] rescatar las instalaciones deportivas del maltrato a que son sometidas en muchos lugares". Por la población, se entiende. Que el Estado —su dueño de facto— no las repare durante 20 años parece que no clasifica como maltrato.

Y en otro: "la necesidad de espacio para una numerosa familia no justifica apropiarnos de espacios públicos" para construir viviendas. Claro está, pero se nos privó de conocer qué piensan al respecto esos inconscientes transgresores de la ley.

El dinero es malo

Quienes imponen giros postales de elevada cuantía le crean un problema a Correos de Cuba. Este servicio no está diseñado para "sumas cuantiosas".

Así, desde su pedestal de periodista, Boris Fuentes, en quien se perdió un excelente fiscal, cuestiona a vendedores y administradores sobre los precios finales de algunos alimentos. El problema es que se quieren obtener "demasiadas" ganancias.

La empresa está haciendo todo lo posible

Cuba dice no escapa de esa manía tan... revolucionaria, de ceñirse a exponer solamente los problemas, como si las vías de solución no fueran lo más importante.

Repartir equitativamente

La lógica del igualitarismo a ultranza también aflora en el programa. Nos enteramos de que los recursos para el mantenimiento de las instalaciones deportivas se distribuyen equitativamente, de manera que le corresponda lo mismo "a todo el mundo". O sea, que a todo el mundo le corresponda caerse a pedazos.

Por el camino vamos viendo cómo funciona

Los estudios de mercado son superficiales y recuerdan aquello de que el mayor drama del subdesarrollo no es tanto la escasez de recursos como su errática distribución.

ETECSA no pudo prever la avalancha de usuarios interesados en contratar el nuevo servicio de correo electrónico en el móvil, y las oficinas de correos más céntricas se quedan frecuentemente sin sellos para legalizar documentos. Las asignaciones obviamente no se corresponden con la demanda.

El Estado y "el pueblo", juntos pero no revueltos

En materia de violaciones urbanísticas, las personas asumen que resuelven sus problemas pagando las multas correspondientes. Un arquitecto pone el dedo en la llaga: "la noción de espacio público, espacio común, compartido, está en quiebra".

Los miembros de las nuevas cooperativas no agropecuarias citan como una de las ventajas de esta nueva forma de gestión no estatal que los trabajadores son dueños del negocio; por eso "ya aquí nadie roba, porque ahora el negocio es de todos". O sea, que bajo el modelo centralizado de economía lo natural es robar.

No saque usted sus propias conclusiones

También, cómo no, Cuba dice es una clase magistral del papel del periodista en la sociedad cubana actual y su posicionamiento frente a las fuentes.

Con minutos libres —por falta de acceso a directivos de alto rango o porque la prudencia lo aconseja—, es fácil derivar hacia lo anecdótico o lo detectivesco. ¿Qué sentido tiene, si no, en un programa de audiencia nacional, ponerse a hablar de horarios y ofertas de tal o más cual agromercado de La Habana?

También son desconcertantes esos trillos medio policíacos por los que a veces discurre Cuba dice. Por ejemplo, cuando la Directora Económica de una empresa llama de incógnito a la delegación de un municipio oriental, haciéndose pasar por una cliente. Uno casi se imagina a Talía indicándonos silencio con el dedito índice sobre la boca, al tiempo que nos hace un guiño de complicidad, para entre todos a capturar al infractor con las manos en la masa.

Es cuando menos curioso ese rol de justicieros vengadores que a estas alturas arrastran muchos periodistas en Cuba. Mentalidad vertical que quiere masticarle al televidente todo lo que debe ser masticado, que trata de no dejarle nada más allá del rol de consumidor pasivo. El programa cierra con la satisfacción del deber cumplido y Talía, la estrella, sonríe satisfecha por haber demostrado su punto. Los infractores —el trabajador común, el inspector, el director municipal si acaso— han sido desenmascarados. ¿Nos damos cuenta, compañeras y compañeros, de que la principal causa de nuestros problemas son algunos individuos inescrupulosos que no se conforman con sus 20 CUC al mes?

En fin, buen intento. Cuba dice no llena pero entretiene, y ahí se resume lo mejor y lo peor de este proyecto: cinco o diez años atrás no se podía imaginar ese tipo de periodismo en Cuba; al mismo tiempo, está claro que esos "vacíos informativos" antes citados apenas encuentran atisbos de solución en enfoques como este.

Por ahí habrá quienes sostengan que Cuba dice es al menos un paso de avance, y quienes aludan que se trata de un simulacro de democracia para almas crédulas. Ambas opiniones tienen parte de razón: por supuesto que en la TV todo sigue bajo control, pero quizás el Gran Emisor ha tenido que molestarse en pensar cómo teatraliza una apertura de la información, y por ende, cómo vigila que su propio teatro no se le vaya de las manos.

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