Como siempre sucede en Cuba, la orden vino de arriba. En un Seminario de Preparación del curso escolar 2014-2015, celebrado en mayo, Miguel Díaz-Canel el fue portador.
Con el habitual estilo macarrónico de los compadres castristas, Díaz-Canel doró la píldora. Habló de flexibilizar el "proceso docente-educativo" y "hacer la escuela más atractiva para los educandos". Luego, una nota de la oficial Agencia de Información Nacional, firmada en Santiago de Cuba, a poco más de 900 kilómetros de La Habana, aportó otros detalles.
En el Seminario, concluido el pasado 30 de mayo, directivos y maestros locales intercambiaron sobre "la necesidad de aumentar la instrucción de profesores y maestros, y la atención diferenciada al alumno, así como mantener una adecuada higiene escolar".
Francisco Ojeda, subdirector provincial de Educación en Santiago de Cuba, informó que las actividades teóricas se efectuarán en las mañanas, y las prácticas, como Educación Física, Laboral, Artes Plásticas, Informática e Inglés, en el horario vespertino. Puntualizó además que a partir de septiembre de 2014, los estudiantes tendrán hora y media para ir a sus casas en el horario de almuerzo, pues se elimina un turno de clases y los alumnos saldrán también más temprano de los planteles.
El resultado: otra de las cruzadas de Fidel Castro es ya historia. Sin fanfarrias, su legado se va sepultando.
Cuando Raúl Castro llegó al poder en el verano de 2006, elegido a dedo por su hermano, jubiló a los hombres de confianza del barbudo y cerró o aligeró instituciones, como el Ministerio del Azúcar, auténticos elefantes blancos para el erario estatal.
Como naipes, uno a uno fueron cayendo los absurdos planes de Fidel Castro. Se clausuraron las escuelas en el campo, se autorizó la venta de casas y se flexibilizaron los viajes al exterior.
Raúl Castro está lejos de ser un demócrata. Sigue teniendo el poder en un puño y repartiendo palos y patadas de kárate a los opositores de barricada y a las valientes Damas de Blanco.
Ahora, con la nueva reforma docente, termina el ciclo de la doble sesión en secundaria básica y la merienda escolar, promovidos por Fidel Castro, un experto en fabricar sueños y promesas, diseñar proyectos faraónicos disfuncionales y administrar la nación como una hacienda familiar.
Desde principios de los años 90, debido a los bajos salarios —un maestro de nivel gana menos de 25 dólares mensuales— miles de profesores abandonaron el magisterio para trabajar de maleteros en hoteles o vender frituras de harina en timbiriches.
Para mediados del 2000, la escasez de maestros ya era un problema en Cuba. Solo en La Habana existía un déficit de 5.000 profesores en la enseñanza primaria y secundaria. Castro I recurrió a su estrategia favorita: la improvisación. Tomó dinero de la caja chica del Estado y a la carrera creó un programa de formación exprés de docentes.
Los denominó maestros emergentes. En el argot popular se les conoce como "maestros instantáneos". Se alistaron ex jineteras, jóvenes que huían de ser movilizados al Servicio Militar y otros que por diversos motivos habían abandonado los estudios. Lo menos que tenían era vocación. La crisis dentro de la enseñanza no hizo más que acentuarse.
A la falta de personal calificado, se suma la carga económica que para el presupuesto del Estado representa el almuerzo en escuelas primarias y la merienda escolar en las secundarias.
DIARIO DE CUBA habló con padres, maestros y funcionarios del Ministerio de Educación, para indagar las causas de esta nueva medida.
"Es simple. La crisis económica que afecta al país desde 1989 ya no permite financiar en toda su totalidad a esas dos fieras hambrientas que son Educación y Salud Pública. Hay que hacer recortes. Por un estudio de factibilidad se supo que se ahorran de dos a tres mil millones de pesos (moneda nacional), si se suprime el almuerzo en las escuelas primarias y se deja de elaborar la merienda en las secundarias", explica un economista del Ministerio de Educación en un municipio habanero.
Según la directora de una escuela primaria en el municipio 10 de Octubre, "la bazofia que sirven de almuerzo a los niños, solo beneficia al bolsillo del personal de la cocina, porque a los criadores de cerdos les venden las tanquetas de sancocho en 40 pesos. Son muy pocos los alumnos que se comen ese almuerzo. Con la nueva medida, los maestros tienen la tarde para estudiar y superarse".
La preocupación de Maritza L. no es por la desaparición de la merienda y del almuerzo. "Tengo dos hijos, uno en sexto grado y otro en noveno. Gasto 30 cuc al mes para que los dos lleven merienda fuertes. Al mayor lo que le dan de merienda en la secundaria es un asco. Por eso todos los días le doy 10 pesos, para que a la salida de la escuela se coma una pizza o dos panes con croqueta. Mi temor es qué harán con tanto tiempo libre los muchachos, pues ningún padre se traga el cuento de que los llevarán a museos y bibliotecas o a realizar deportes, en un país donde el transporte urbano está en crisis y las instalaciones deportivas abandonadas".
Tamara R., madre de una alumna de 14 años, se dice preocupada: "Cuando yo estudié, en la secundaria existía una sola sesión de clases. Por la tarde, casi siempre andábamos vagando por las calles o íbamos al cine. Ahora, con el auge de la prostitución, la delincuencia juvenil, el alcohol y las drogas, no creo que sea sensato que los adolecentes estén en las tardes fuera de la escuela, pues la mayoría de los padres trabajamos".
Con la reducción del horario escolar, se cierra otro capítulo de la "batalla de ideas" creada por el Comandante. De aquella campaña, apuntalada por sus largos discursos y repetidas marchas combatientes, solo nos va quedando la aburrida Mesa Redonda en la televisión. Poco más.