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Cine

Los cines fantasmas de La Habana

En el nuevo directorio telefónico habanero aparecen más de 50 cines. Pero, ¿existen de verdad o son cines fantasmas?

La Habana

Quien revise la última edición del Directorio telefónico de la empresa cubana de telefonía ETECSA correspondiente a la capital del país y vaya al acápite de los cines podría pensar que La Habana es una ciudad con abundantes salas de cines (más de 50 aparecen en la guía), bien distribuidos por casi todos los municipios de la capital. Nada más alejado de la realidad. Lo primero que había que resaltar es que la inmensa mayoría de esas instalaciones, por no decir todas, se construyeron antes de 1959.

En la actualidad, con la excepción de los cines ubicados en la céntrica avenida 23 del Vedado y los que con motivo de la celebración del Festival de Cine Latinoamericano reciben una priorizada atención estatal, los cines habaneros han ido desapareciendo lentamente, y los que subsisten presentan pésimas condiciones constructivas y de infraestructura para disfrutar de un buen filme.

Nuestro gran escritor Guillermo Cabrera Infante —quien tanto magnificó en sus novelas la vida nocturna habanera y las amplias y modernas salas de cines que existían en los años 50— hubiera sufrido un infarto si visitara, por ejemplo, el cine Actualidades —uno de los más antiguos de La Habana—, ubicado en la calle Montserrate, en La Habana Vieja. La edificación fue cerrada hace varios años y presenta un estado deplorable con un mugriento portal donde duerme un mendigo todas las noches y un oxidado letrero al que le faltan varias letras. En sus mejores años el cine Actualidades tenía un excelente sistema de aire acondicionado y varias tandas de películas al día, pero el sistema de climatización se averió, y ahí comenzó su lento deterioro. Muy cerca de allí quedan los lujosos hoteles Plaza y Parque Central, que hacen un fuerte contraste con la abandonada instalación.

En 1958 Cuba alcanzó la cifra más alta de espectadores en los cines de su historia con casi 400.000 espectadores. Después nunca más ha podido rebasar esa cifra, que se apoyó en los más de 100 cines existentes en la capital y la tupida red de cines de barrio dotados con las más modernas tecnologías de la época. De esa fecha hasta acá el deterioro ha sido palpable y, si los cines de barrio hoy son historia —en la calle Belascoaín existían cinco y hoy no hay ninguno—, los que quedan en las zonas periféricas de la capital están casi todos con la fachada despintada, falsos techos caídos, dotados de asientos muy antiguos, con espaldar de madera y muelles oxidados que impiden sentirse cómodo en el asiento.

Dichas salas carecen de climatización para el agobiante calor caribeño y de proyectores en pantalla grande, lo que conllevó a que sus administradores decidieran presentar una cartelera al día, la cual en casi todos se confecciona con bolígrafos, pues no poseen impresoras.

Al pasar a manos del Estado, el destino de muchas de esas edificaciones cambió, y hoy están hechas unas ruinas. (Como el fantasmal cine Cervantes, de la calle Lamparilla, cuya fachada está cuarteada y carece de sistema de iluminación.) Son, en el mejor de los casos, sede de compañías de baile o danzarias. Ese es el estado actual de las desaparecidas salas Reina, Mara, Erie, Cinecito y Florida. Este último presenta un estado constructivo pésimo y de su olvidado esplendor solo se conserva su cartel.

Según sus administradores, la instalación está en reparación. Al menos eso me dijeron cuando estuve por allí, solo que en años nadie ha visto una brigada constructora por el lugar.

El cine Atlas, de la Calzada de Luyanó, fue convertido en almacén. Y el Mónaco, que por su prestancia y capacidad dio nombre a la barriada donde está enclavado, hace años que permanece cerrado. Las causas de esos indefinidos cierres siempre son las mismas: debido al obsoleto sistema de proyección que el presupuesto estatal no modernizó llegó el momento que los equipos dejaron de funcionar y, ante la imposibilidad gubernamental de mantener el local, se clausuró. Simbólica resulta la cartelera que —protegida por un cristal— permanece en el cine Mónaco con la palabra "Hoy", y donde nunca más ha vuelto aparecer la presentación de un filme.

Por todo lo anterior, si ETECSA actualizara verdaderamente su guía telefónica, la cantidad de cines en la capital  seguiría disminuyendo y La Habana, de ser una de las ciudades de América  Latina con más salas de cine antes del castrismo, solo superada por Buenos Aires y Río de Janeiro, tendría que ubicarse hoy entre las últimas. Por mi cuenta, por lo menos 10 de los 54 que aparecen en la guía telefónica ya no funcionan como cines.  Y mi cálculo fue modesto.  

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