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Política

Cuba ante la invasión rusa a Ucrania: democracia vs. totalitarismo

La posición asumida por La Habana, en medio de la grave crisis en la Isla, solo augura una situación insostenible y un creciente malestar popular.

La Habana
Putin recibe a Díaz-Canel en el Kremlin en noviembre de 2018.
Putin recibe a Díaz-Canel en el Kremlin en noviembre de 2018. efe

En febrero, después de concluir las maniobras militares en las fronteras con Ucrania y reconocer a Donetsk y Luhansk como repúblicas independientes, el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, violando la Carta de las Naciones Unidas y todas las normas internacionales, ordenó invadir a un país soberano. Decisión que recibió el apoyo del Gobierno de Cuba.

La política exterior de los estados, en líneas generales, es la extensión de su política interior a la esfera de las relaciones internacionales. Cuba no es una excepción.

Al suprimirse las libertades y los derechos de expresión, reunión, asociación, movimiento y propiedad sobre los medios de producción —cimientos de la democracia y de la participación ciudadana— Cuba tomó el camino hacia el estancamiento, el retroceso, la pobreza, el éxodo y las protestas.

La ausencia de voluntad política del Gobierno cubano para rectificar el camino elegido y la decisión de conservar el poder a toda costa, condujeron al blindaje constitucional, a la represión al interior y a las alianzas externas con regímenes totalitarios o autoritarios.

El insalvable obstáculo para conservar el poder —en ausencia de las libertades ciudadanas— radica en la imposibilidad de lograr una economía eficiente capaz de proveer un mínimo grado de bienestar social.

Ese obstáculo, unido a la falta de voluntad política para cambiar el rumbo equivocado, condujo al Gobierno cubano a imponer por la fuerza lo que resultó imposible mediante el adoctrinamiento ideológico. En ese punto, la política, un instrumento de convertir la posibilidad en realidad, se sustituyó por la guerra contra su propio pueblo y, como complemento, el apoyo a las acciones bélicas de sus socios exteriores.

La tesis del teórico y militar prusiano Karl Von Clausewitz: "la conducción de la guerra en sus grandes lineamientos es, en consecuencia, la política misma, que empuña la espada en lugar de la pluma, pero no cesa, por esa razón, de pensar de acuerdo con sus propias leyes" (Von Clausewitz, Karl. De la guerra. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975), la condensó en una oración: "la guerra es la continuación de la política por otros medios". A lo que el líder comunista ruso, Vladimir Ilich Lenin, añadió que esa continuación es precisamente "por los medios violentos".

Lo que está ocurriendo ahora mismo en Ucrania con la invasión rusa y el apoyo de las autoridades cubanas es eso: ante la incapacidad para vencer y convencer por medio de la política, se acude a la guerra como continuidad de la misma. Se trata pues de la lucha del autoritarismo contra la democracia.

Rusia —al agredir a Ucrania, un país soberano, ha colocado al mundo nuevamente ante una guerra que podría desencadenar el uso de armas nucleares y liquidar a la especie humana— ha violado y retrotraído todos los esfuerzos y avances que la comunidad internacional había logrado después de la Segunda Guerra Mundial.

Cuba, después de 1959, se movió de un país de economía de mercado en crecimiento hacia otro de economía estatizada y planificada centralmente. Al eliminar las libertades ciudadanas, en un país con pobres recursos naturales, le resultaba imposible mantener el poder sin un padrino exterior.

En marzo de 1968, el Gobierno de Cuba, a la vez que consolidaba el sistema totalitario con la expropiación de las 55.638 empresas no agrícolas que seguían en manos privadas, apoyó la invasión soviética a Checoslovaquia, ejecutada para impedir que el renacimiento de libertades como la de expresión, emergidas con la Primavera de Praga, se esparciera por el resto de los países socialistas de Europa del Este. El agradecimiento soviético se tradujo en subvenciones para la maltrecha economía de la Isla, especialmente después del fracaso en 1970 de la zafra azucarera de los 10 millones de toneladas, y en el alivio de las tensiones entre la Unión Soviética y Cuba que habían surgido, desde 1965, debido a los intentos de exportar la revolución cubana a otros países de América Latina y el Caribe.

En febrero de 2022, ante la invasión rusa a Ucrania —la guerra terrestre más grande en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, comparable con el ataque de Alemania a ese país en 1941—, cuyo propósito es impedir que las libertades de la vecina Ucrania trasciendan las fronteras e incidan en el sistema autoritario de Rusia, el Gobierno de Cuba, inmerso en una profunda crisis económica, al igual que en 1968 apoyó la invasión.

En ese contexto, el presidente de la Duma Estatal de la Asamblea Federal de la Federación de Rusia fue recibido por el presidente cubano, quien le "expresó su solidaridad ante la imposición de sanciones y la expansión de la OTAN hacia sus fronteras". A cambio, Rusia le aplazó a Cuba el pago de la deuda hasta el año 2027.

Las consecuencias de la guerra desatada, desemboque o no en una guerra nuclear, serán graves para el mundo; en primer lugar, para el agresor, y en segundo lugar para sus aliados, entre ellos Cuba, cuya economía está en bancarrota por la inoperancia del sistema totalitario.

Ante tan profunda crisis, cuando las fuentes principales de divisas se han reducido a las remesas, al turismo y al alquiler de profesionales de la salud, ingresos que dependen de factores externos, incontrolables desde La Habana, se augura la profundización de una situación insostenible y, en consecuencia, un creciente malestar popular.

Ojalá, aunque tarde, las autoridades de Cuba hagan —aunque sea por excepción— una lectura realista y asuman la responsabilidad para evitar el holocausto.

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5 comentarios

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Profile picture for user Weston

El título de este artículo es inapropiado. Después, el propio autor lo rectifica cuando escribe: "Se trata pues de la lucha del autoritarismo contra la democracia". Y es que en Rusia (al contrario que en Cuba) no existe totalitarismo desde hace décadas. Existen miles de otras cosas "malas", pero no totalitarismo.

Putin no se ha atrevido a invadir la zona oeste, en donde viven la mayor parte de los nacionalistas, ha preferido hacerlo en la zona este, donde vive la mayoría de los ucranianos de lengua rusa, que creía que eran partidarios suyos, pero las cosas no han sido como esperaba, los habitantes de habla rusa no lo han acogido como él esperaba. No hay duda que en caso de partición, tendrá que mantener un ejército de ocupación que arruinará Rusia hasta los cimientos, en este probable caso Rusia será un país subdesarrollado para siempre, malviviendo de sus materias primas y por supuesto los castristas como aliados suyos pueden ser objeto de la ira del departamento de estado de los EEUU y Putin no podrá protegerlos, ya no estará vigente el pacto de no invasión consecuencia de la crisis de los misiles. El castrismo puede ser declarado peligroso para los intereses de los EEUU e intervenido con mucha facilidad sin lucha y sin derramamiento de sangre.

Profile picture for user Weston

Qué sentido tendría para Putin "invadir la zona oeste"?
Putin quiere que Rusia vuelva a ser extensa y poderosa, evitar que la OTAN coloque armas nucleares en sus fronteras y controlar el Mar Negro.

Profile picture for user Amadeus

La dictadura castrista cubana lleva más de 60 años en el bando equivocado y por eso que no hay que extrañarse que un humilde y simple boniato se haya convertido en una especie en extinción.

Profile picture for user EL BOBO DE LA YUCA

La sección del Granma de hoy para resumir la guerra en Ucrania se titula "Rusia y Ucrania continúan en desacuerdo (día 7)". El "desacuerdo", según informa El Pais citando al Ministerio de Defensa ruso (que no debe estar interesado en exagerar la cifra, sino todo lo contrario), ya se ha cobrado la vida de 498 militares rusos, con más de 1.600 heridos. Por otro lado, según fuentes ucranianas (que tal vez exageren un poco), más de 2.000 civiles ucranianos han muerto... Eso es lo que el gobierno cubano llama de "desacuerdo", como si se tratara de dos vecinas que se gritan insultos y se jalan los moños en una cola del pollo en Centro Habana.