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Opinión

Cuento ruso, moraleja cubana

El libro del disidente soviético Vladimir Bukovski echa por tierra la noción de que Fidel Castro y otros títeres comunistas gozaban de la menor autonomía.

Miami
Activistas comunistas en Indonesia.
Activistas comunistas en Indonesia. Reuters

En 1996, se publicó en Rusia uno de los grandes libros sobre el comunismo. Juicio en Moscú, de Vladimir Bukovski, merece un sitio junto al Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitzyn. Ambos lecturas obligadas para comprender esta perversa y letal ideología.

Bukovski, fallecido el pasado octubre, fue uno de los más importantes disidentes soviéticos. Neurofisiólogo de profesión, permaneció 12 años recluido en campos de concentración y hospitales siquiátricos hasta que en 1976 fue intercambiado en Suiza por Luis Corvalán, a la sazón primer secretario del Partido Comunista de Chile, detenido tras el derrocamiento del socialista Salvador Allende.

A fines de la década de 1970, recuerdo haber leído (probablemente en la revista Cambio 16), una síntesis de su Manual de psiquiatría para disidentes, escrito en prisión con el psiquiatra ucraniano Semyon Gluzman. Los libros de Bukovski han sido traducidos con éxito a varios idiomas. Pero la edición en lengua inglesa de Juicio en Moscú tiene una historia excepcional.

Solzhenitzyn y otros disidentes revelaron el universo de las víctimas. En este monumental libro, Bukovski revela el universo de los victimarios. Con un acceso hasta entonces inédito a los archivos soviéticos, también muestra la colonial subordinación de los satélites comunistas (Cuba en papel destacado) y la complicidad de partidos de toda inclinación, medios, instituciones, gobiernos y personalidades de Occidente. Desde Francis Ford Coppola a Francois Mitterand. Desde CNN a The New York Times.

A fines de los 90, firmado el contrato con una importante editorial de EEUU, Bukovski fue convocado con urgencia. Los editores pedían la supresión de pasajes y menciones a determinadas figuras y organizaciones. Por ejemplo, los acuerdos con medios de este país para producir contenidos sobre la Unión Soviética bajo revisión del Kremlin. Además, debía reescribir el libro desde la perspectiva de un liberal norteamericano. En resumen, se trataba de producir una versión no solo diferente, sino que también refutara en esencia la versión original.

A pesar de que le iban a pagar una millonada, Bukovski rompió relaciones. No iba a tirar por la ventana una vida sacrificada, precisamente, en la lucha contra la censura de izquierda. Al cabo de un gran esfuerzo, la legendaria casa británica John Murray decidió publicar el libro. Momento en que aparece una legión de abogados. Si la publicación seguía adelante, ellos demandarían una y otra vez. John Murray era una empresa familiar y no resistiría el embate. El contrato fue cancelado.

El pasado año, un grupo de entusiastas de la obra de Bukovski consiguió crear el proyecto Ninth of November Press (recordarán que es la fecha de la caída del Muro de Berlín) para sacar, al fin, la versión inglesa. Esto no alivia las dificultades de distribución, su escasa mención en la prensa y la academia, el ninguneo del establishment liberal, cada día más obtuso, cada día más radical. La omisión es un escándalo de la inteligencia norteamericana. Como afirma Anne Applebaum, este libro viene a ser el Juicio de Nuremberg que nunca se hizo a los comunistas al colapso de la Unión Soviética.     

Para un cubano, más claro aún, para un gusano, es una lectura de recompensa. Las minutas secretas de los jerarcas soviéticos no dejan dudas de que la subversión izquierdista en América Latina y el Tercer Mundo estaban estrictamente controladas por Moscú. Fuera para un traspaso de armas norteamericanas de Vietnam a El Salvador como para decidir quiénes, dónde, cuántos y cuándo recibirían cuál entrenamiento.

Destruida queda la peregrina noción de que Fidel Castro y otros títeres comunistas gozaban de la menor autonomía. De hecho, en ocasiones los documentos transparentan el desprecio paternalista de los amos por sus distantes, ineficaces y exóticos vasallos. Importante para nuestro presente es el análisis de cómo los servicios de seguridad y la nomenclatura privatizan en su beneficio vitales sectores de la economía, a la vez que administran el mercado negro. Aquello que no ganan por la ley, lo ganan por el delito.

Bukovski cuenta que varios líderes occidentales convencieron a Boris Yeltsin para que no abriera los archivos de la KGB ni permitiera que fueran juzgados los crímenes del comunismo. Esa vino a ser una de las mayores catástrofes morales de nuestra civilización. Sus efectos se observan por doquier. Con nuevos nombres y métodos, los comunistas se reagrupan y restablecen un poder capaz de darse el lujo de una oposición.

Por ahí, a pesar de Trump, va Raúl.

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16 comentarios

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I
Como de costumbre, otro excelente artículo de Andrés Reynaldo. Un jarrito de agua fría para todos aquellos que, por ventajas académicas, políticas, ideológicas o psicológicas defienden la visión castro-centrista de la llamada revolución cubana.
El rey siempre estuvo encuero.
Ana, muchas gracias y, sí, es verdad que la torta hay que virarla por los dos lados. Yo lo intenté tanto como pude, y es por eso que más del 50% de las citas bibliográficas de “El sóviet caribeño” son de publicaciones del castrismo.
Si recordamos el control que el castrismo siempre ha ejercido sobre la información, y el cuidado que siempre se ha tomado de usarla cuidadosamente, para sus objetivos, es fácil entender que lo publicado es parte de los archivos.
En cuanto a los archivos, o los documentos que el régimen “mantiene inéditos, encerrados con cuatro llaves y siete candados”, la Historia enseña que cuando se abren, casi siempre lo hacen para confirmar lo que ya se sabía.

II
Las cláusulas secretas del tratado Ribbentrop-Molotov siempre fueron evidentes. La apertura de los archivos solo sirvió para confirmarlas. Igual pasó con la traición (tan espumosamente negada) de los esposos Rosenberg, o con el hecho de que Julio Antonio Mella fue expulsado del PCC en 1926 (como dijo Eudocio Ravines en 1950).
Al mismo tiempo, las personas que defienden una posición “por ventajas académicas, políticas, ideológicas o psicológicas” casi siempre son refractarias a las verdades que emanan de la apertura de los archivos. Así sucedió, por solo mencionar un ejemplo, con los Rosenberg.
Si la Historia se limitara a esperar por la apertura de los archivos dos cosas serían ciertas. Una es que sería aburridísimo ser historiador. La otra es que todas las organizaciones de este mundo se dedicarían a llevar dos archivos. Uno para guardar sus informaciones, y otro para ser leído, eventualmente, por unos aburridos historiadores.

Profile picture for user Ana J. Faya

Estimado señor Aguilera, la justificación que usted hace de su libro y las investigaciones históricas, me parece que están de más, al menos referidas a mi comentario, porque lejos de criticar su obra la aplaudo. Cuando leí esta reseña de Reynaldo escribí mi comentario pensando en el libro de Bukovski, de ahí que el elogio que hago de "El soviet caribeño" sea un "colateral, aunque merecido, colateral aquí. Pienso que el día que se abran los archivos del régimen cubano siempre habrán sorpresas, porque la actuación de Fidel Castro y su régimen, su narcisismo, su manera de gobernar como describe Reynaldo, no solo merecen conocerse desde "fuentes primarias", sino tienen que habérseles ido de esquema a los soviéticos, desde Jruschov hasta Gorbachov. Créame, soy una admiradora de los historiadores. Tenga un buen domingo.

Estimada señora Faya, no se trata de justificar. Entendí muy bien su comentario y por eso le di las gracias (no acostumbro a hacerlo por gusto). Solo quise explicarle la forma en la que intenté paliar el hecho de que los archivos castristas todavía estén cerrados, y la opinión que tengo sobre el valor historiográfico real de los archivos. En cuanto a Fidel Castro, no creo que se haya salido del guión soviético ni un milímetro, pero el tiempo, y los "archivos", dirán si tengo o no razón. Lo propio.

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También parece interesante, los horrores que conocemos siempre serán menos, que los que no conocemos...
From Russia with Blood: The Kremlin's Ruthless Assassination Program and Vladimir Putin's Secret War on the West Kindle Edition
https://www.amazon.com/gp/p…

Profile picture for user Pensador

Excelente artículo de Andres, su conocimiento y análisis como siempre brilla, como también su estilo y claridad. Abajo, Eustaquio apunta acertadamente: “La izquierda es la ideología de los criminales impunes!” Los Castros y su pandilla, desde sus tiempos universitarios operaban como una mafia, y como buenos socialistas, siempre acusaron a los demás de sus defectos. Aquí, Sanders y su pandilla, emulan el estilo mafioso de la mentira y la impunidad castro-clintoniana de corte estalinista. Siempre sus egos en falso control, a pesar de las cuerdas. La psicopatía socialista usa el oportunismo con orgullo, amenazan con la implementación de ambiciosos programas sin importarles lo más mínimo las consecuencias reales para los demás. La campaña del llamado partido demócrata, es a golpe de “Freebies”. Si los dejamos, no pasará mucho tiempo sin que traten de cambiar la constitución y no arrebaten todos nuestros derechos. Para ellos: “El fin justifica los medios”, sus fines, sus medios.

Profile picture for user László

Raul va para el cementerio.

La relación entre Cuba y la URSS tuvo momentos muy humillantes, como en los setentas, cuando Castro fue obligado a enviar a la embajada soviética en La Habana un resumen anticipado de sus discursos, dada su tendencia a la improvisación imprudente. Ello constituyó la intromisión inceptable de una potencia extranjera en la soberanía nacional, aunque apuntara a un dictador.

También debió usar gorra de plato con visera de charol y su ejército asumir el paso de ganso y hurras con rodilla en tierra típicamente ruso. Si ésto fue en lo ceremonial, cómo sería en lo administrativo. Aunque episódico, pués el caudillo y sus gentes pronto regresaron al anterior estilo, el daño al orgullo nacional había sido consumado, si bien fue inteligentemente disimulado.

Excelente reseña estimado Reynaldo, gracias.

Ahí tienen a Bernie Sanders, en cabeza de las encuentas. Un tipo declaradamente estalinista, que hasta su luna de miel la pasó en la Unión Soviética. La izquierda es la ideología de los criminales impunes!

Donde puedo comprar el libro ?

Profile picture for user Ana J. Faya

Según lo que reseña Reynaldo, este libro del ruso Bukovski es un buen acompañante del libro del cubano César Reynel Aguilera, "El Soviet Caribeño", quien sostiene la tesis y da pruebas de que los comunistas cubanos del PSP, vinculados a Moscú, desde el inicio de la insurrección contra Batista escogieron, guiaron y/o manipularon a Fidel Castro hasta que obtuvo la victoria en el 59, y después. Son visiones válidas, serias, más que atendibles, solo que para hacer un buen pancake hay que virarlo por las dos caras, y los documentos cubanos el régimen los mantiene inéditos, encerrados con cuatro llaves y siete candados.

Siempre MOSCU ha dictado la política de sus perros sumisos en América Latina. La relevancia sobre otros títeres de CUBA es SU LARGA PERMANENCIA EN EL PODER. El pueblo cubano es un ''çonejillo de indias'' para los salvajes rusos en todo: poblaron a la isla de cohetes balísticos NUCLEARES corriendo el tremendísimo riesgo de haber podido ser Cuba barrida de la faz de la tierra y ahora ''posiblemente'' juegan la carta de armas bacteriológicas .

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Siempre estuvo claro que los cubanos fueron carne de cañon de los bolos.