Si la traumática transición que antecedió, e incluso rodeó a su toma de posesión, es una señal del tiempo que vendrá, al nuevo presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo de León, le esperan diversas dificultades y tensiones en su gobierno de cuatro años, que formalmente pudo juramentarse este 15 de enero, un día después de la fecha marcada en la Constitución.
En el balotaje, Arévalo de León se hizo cómodamente de la Presidencia en agosto pasado. Sin embargo, previamente, las votaciones legislativas que estuvieron unidas a la primera vuelta presidencial lo dejaron en franca minoría legislativa. Su partido Semilla, que ha tenido un sinfín de causas legales y hasta judiciales en su contra, cuenta apenas con 23 de los 160 cargos de diputados en el Congreso de Guatemala.
El nuevo presidente, que se define como progresista y que los comentaristas políticos califican de izquierdista moderado, ya se anotó un tanto al lograr que Semilla, pese a ser una fuerza legislativa minoritaria, se quede con la presidencia del Congreso, que estará encabeza por Samuel Pérez, un aliado del nuevo mandatario centroamericano.
En su primer discurso como jefe de Estado, Arévalo de León rápidamente reconoció a la gran población indígena del país, citando "deudas históricas... que debemos resolver". Más del 45% de los guatemaltecos pertenecen a los 22 pueblos indígenas entre los que se destacan las comunidades mayas, garifuna y xinka, que a su vez constituyen las poblaciones más pobres y con menor acceso a servicios de todo tipo.
Arévalo de León ha tratado de responder precisamente las críticas que generó la designación de su primer gabinete, en donde solo hubo una representación indígena. Este es un buen ejemplo de las expectativas que ha creado el nuevo Gobierno, que enarboló las banderas de cambio, logrando sumar a jóvenes, movimientos indígenas y organizaciones sociales.
En las primeras de cambio, como precisa la periodista Evelyn Blanck a DIARIO DE CUBA, las críticas más fuertes no provienen de los sectores conservadores, sino de la propia base social que apoyó a Semilla: "Las organizaciones indígenas, sobre todo 48 Cantones de Totonicapán, que jugaron un rol fundamental en mantener vivo el clima de protestas y presión social para que Arévalo de León llegara al poder".
Mediante un comunicado, lamentaron que Arévalo de León no aprovechara esta oportunidad histórica para integrar un Gabinete incluyente. La inconformidad llevó a Diego Santiago Ceto, alcalde de Nebaj, representante del pueblo ixil, a anunciar que "Si (el Gobierno de Arévalo) no cumple con llevar el desarrollo a los pueblos, nos vamos a levantar".
Junto a esa deuda histórica, con alto impacto social en una sociedad con tanta presencia indígena, en los sectores urbanos y especialmente entre los jóvenes también late un deseo de cambio que deberá atender el presidente, quien pasó a ser una figura pública precisamente en el contexto de las protestas de 2015.
Arévalo de León ha sido literalmente un fenómeno político. En las encuestas previas a la primera vuelta en junio pasado, el ahora presidente no figuraba con chance. Que lograra meterse en el balotaje y en la segunda vuelta vencer de forma amplia a la ex primera dama Sandra Torres terminó por sorprender a todos, incluyendo a la clase política tradicional, que no proyectaba un gran cambio en la conducción del país.
Hijo del expresidente reformista Juan José Arévalo (1945-1951), Arévalo de León ha conectado las expectativas actuales con lo que se conoce como la primavera democrática del país centroamericano. Los guatemaltecos guardan en su memoria los diez años de reformas sociales democráticas bajo dos presidentes: Juan José Arévalo (1945-1950) y Jacobo Arbenz (1950-1954), este último derrocado y dando paso luego a un período de gobiernos militares apoyados por EEUU.
"Los poderes fácticos antidemocráticos de Guatemala aún tienen cooptadas importantes instituciones: el Congreso de la República, la Corte Suprema de Justicia, la de Constitucionalidad, el Ministerio Público y la Oficina del Procurador de los Derechos Humanos. Esta situación afectará, sin dudas, sus obligaciones de garantizar los derechos humanos", adelanta Blanck, coordinadora del Centro Civitas.
Un desafío muy específico lo tendrá Arévalo de León en una Fiscalía que sigue encabezando Consuelo Porras, una figura sancionada por EEUU y cuya remoción exigieron largamente el presidente y sus seguidores durante varios meses de protestas en las calles.
Por ejemplo, el nuevo mandatario ha presentado una iniciativa de un retorno pronto de las personas exiliadas que no tengan procesos penales abiertos, pero esto ha chocado con la dura realidad. En el caso de muchos periodistas en esa condición, la respuesta es un no, no regresarán mientras Consuelo Porras esté al frente del Ministerio Público, siendo un poder fáctico que Arévalo de León no podrá controlar.
Otra muestra de los tiempos complejos que le esperan en la Presidencia: horas después de ser juramentado se presentaron ante la Justicia dos solicitudes para desconocer a la directiva del Congreso encabezada por Samuel Pérez, de Semilla.
Con una clara carga simbólica, entretanto, el expresidente Alejandro Giammattei no se presentó en el acto de traspaso de mando y delegó en una funcionaria para la entrega de la banda, collar y botón presidenciales a Arévalo de León.
Aunque logró juramentarse, el nuevo presidente y su partido Semilla tienen varias causas abiertas ante la Justicia penal y electoral, sin que se vislumbre con claridad qué será lo que viene a continuación en lo que fue una suerte de razzia judicial en contra de Arévalo de León y su movimiento político.
A juicio de Evelyn Blanck, desde Ciudad de Guatemala, el principal desafío del jefe de Estado será "hacer un Gobierno de unidad nacional" que por un lado ponga fin a una polarización excesiva que se fomentó desde el poder por Giammattei en los últimos años, y que por el otro lado ese polo de unidad nacional le sirva para hacer frente a los poderes corruptos enquistados en el Estado guatemalteco.
De la foto: Primera vez que veo a un presidente que se pone el saco por encima de la banda presidencial, como si quisiera esconderla