No hace todavía un año, si alguien hubiera pensado que Javier Milei podía ser presidente de la República, habría parecido un despropósito. Incluso, antes de las elecciones primarias llamadas paso, Milei era visto como el personaje cuya única tarea parecía ser la de poner algo de colorido al certamen electoral. Y ahora lo tenemos ahí, a punto de sentarse en el sillón presidencial. ¿Cómo llegó a ese lugar? Pues con votos propios, más los que le prestó la dupla Macri-Bullrich: una perfecta alianza de derechas, dicen algunos. Tal vez no es tan cierto.
Lo que está claro es que las elecciones de noviembre recuperaron el orden que había perdido el país en las de octubre, cuando el peronista de centro, Sergio Massa, punteó con un considerable 37% por sobre el 30% de Milei. Una anomalía, dijeron muchos. ¿Como podía ganar las elecciones un ministro de Economía que en su hoja de servicio anota una inflación de 150% y un 45% de pobreza generalizada? El fenómeno Milei nos ilumina en este punto: en octubre Massa agotó todas sus reservas políticas, y ganó. Y lo que logró no fue poco: unificar al peronismo en torno a su persona fue una verdadera proeza. Pero en la recta final, Massa debía unificar a la nación en torno a su persona y eso demostró ser el 19-O una tarea imposible de cumplir. O dicho en breve: la bronca al peronismo pudo más que el miedo a Milei.
Massa, según la escala que construyó Freud entre el temor, el miedo y el horror, intentó ganar para sí y en contra de Milei a las dos primeras categorías. No lo logró. Milei, a su vez, en la escala formada por el enfado, el enojo y la bronca, ganó en las tres categorías. Las elecciones finales demostraron así que Argentina había dejado de ser un país peronista, por lo menos durante un trayecto de su historia. Si volverá a serlo como ocurrió después de Alfonsín, o después de Macri, no lo sabemos todavía. En el futuro de esta historia no hay nada escrito. Lo único que sabemos por ahora es que Massa cerró las grietas del peronismo, pero no logró cerrar las que separan al peronismo del resto de la nación. Ese resto que, al votar por Milei (55,7%), votó en contra de todo (léase, todo) el peronismo (44,3%). Pues, aunque parezca rimbombante decirlo, es cierto: en noviembre fue derrotado el peronismo histórico.
No pocos creían que Massa iba a ganar las elecciones. Político curtido, de vasta experiencia, de palabra fácil, canchero, por momentos simpático, parecía ser la antítesis necesaria al antipolítico y estrafalario Milei. Pero, recién lo sabemos, ese cálculo estaba mal hecho. La bronca al peronismo eligió a un rabioso radical, y es lógico. Eso quiere decir: Las masas antiperonistas eligieron a Milei no pese a sus excesos, sino gracias a ellos. Me atrevería a decir que Milei fue un invento del antiperonismo del mismo modo como en el pasado Perón fue un invento de las masas marginadas y empobrecidas del país. En ese sentido, Milei —nos habría dicho quizás Ernesto Laclau— fue un candidato simbólico surgido del imaginario populista. Sí, populista. Con Milei, el antiperonismo, en todas sus versiones, "entendió" que para derrotar a un populismo era necesario crear otro populismo.
El Estado peronista
El populismo mileísta fue la reacción políticamente organizada surgida en contra del populismo peronista. Pero no solo en contra del movimiento populista —esto es muy importante-, sino en contra del Estado peronista o, lo que es muy parecido, en contra del peronismo en su forma de Estado. Solo así se entienden las invectivas de Milei en contra del Estado de su país. No estaban dirigidas, por cierto, a la idea de Estado hegeliana, al Estado como abstracción, o al Estado como la nación jurídica y políticamente constituida, sino a un tipo de Estado muy particularmente argentino: el Estado peronista. Así nos explicamos por qué Milei se apropió de consignas antiestado que en el pasado reciente habían sido del anarcosindicalismo, de los movimientos libertarios e, incluso, de los partidos marxistas.
Cuando Milei decía "hay que terminar con la casta", se refería a la casta peronista. Cuando gritaba "que se vayan todos", decía: que se vayan todos los peronistas. Cuando planteaba liquidar al Banco Central, proponía destruir la fuente de ingreso del Estado subsidiario que es el peronista.
No. No se trataba en el discurso de Milei de sustituir un Gobierno por otro, como ocurrió con Macri, sino de destruir la maquinaria del Estado (como decían los leninistas ayer), en este caso del Estado peronista, y así cambiarlo por otro Estado al que nadie, Milei tampoco, le ha puesto nombre. Que lo vaya, o que lo pueda hacer, esa es otra cosa. Pero si no hubiese levantado su promesa antiestado, difícilmente Milei habría podido concitar el apoyo de millones de votantes que por a, b, o c razones, odian tanto al peronismo. De tal modo que Milei desencadenó, a través de la vía electoral, un movimiento antiestado peronista, del cual —no sé si Milei se ha dado cuenta de eso— él es su líder absoluto.
Para explicarnos mejor: el peronismo es una trinidad no cristiana. En primer lugar, es un movimiento histórico nacional. En segundo lugar, es una confederación de tendencias doctrinarias, incluso contradictorias entre sí, las que en la mayoría de los países se encuentran separadas, pero en Argentina se mantienen enlazadas gracias a un "significante vacío" (Lacan/ Laclau), un nombre totémico, un nombre del hombre, un nombre llamado Perón. En tercer lugar, durante su larga permanencia histórica en el poder, ha terminado por configurar un Estado: el Estado peronista. Y bien, este último es el blanco de los disparos de Milei, erigido por cuenta propia en el anti-Perón, en el anti-Kirchner y, por culpa de las elecciones, en el anti-Massa.
El Estado peronista es el Estado de los peronistas, y los peronistas son para Milei, una clase: la casta. Para derribar a esa casta, hay que demoler el Estado, lo repetía Milei emulando otra vez el discurso leninista. No siempre estaba equivocado. El peronismo en el Estado es, efectivamente, si no una clase social, una clase política. Para alcanzar la meta de la libertad, en el lenguaje de Milei, esa clase debe ser expropiada de su principal medio de reproducción, el Estado y sus aparatos, sobre todo del aparato económico, el Banco Central. Por lo mismo, la expropiación de la clase dominante pasa por la privatización de la economía expropiada por el Estado. Un marxismo-leninismo con las patas para arriba, si se quiere. Pero pega, y eso era lo importante para la maquinaria electoral que trabajaba detrás de Milei.
Lo que probablemente no ha entendido todavía Milei es quizás lo mismo que no entendieron nunca los revolucionarios de izquierda del pasado, a saber: que el Estado no está solo "arriba", como en el Castillo de Kafka, sino también "dentro" de ese cuerpo amorfo al que los sociólogos denominan sociedad. El Estado, el peronista también, es una maraña de relaciones muchas veces inextricables que, formado desde las instituciones, pasa por los partidos y llega a las regiones, se enraíza en alcaldías y gobernaciones, en mandamases y en caudillos de mucha y poca monta, e incluso en mafias, en fin, en toda esa selva de relaciones múltiples a la que ni siquiera los líderes peronistas pueden conocer del todo. Y bien, si no entendemos esa particularidad del Estado peronista, no vamos a poder entender un segundo punto: el peronismo no es solo una casta sino también, si se quiere seguir usando el término, un conjunto de subcastas.
La casta peronista
La casta peronista, empero, no es una nomenklatura soviética, no es un partido de robots como el de Cuba o China, ni siquiera es un conjunto de grupos corruptos en el poder como los formados en Venezuela o Nicaragua, sino, nótese, una clase política internamente democrática.
El secreto de la persistencia peronista reside precisamente en este hecho: las diversas fracciones que viven dentro de la casa peronista están obligadas a convivir, y esa convivencia que conviene a todos, está garantizada por el mantenimiento de determinadas reglas de convivencia. Eso se llama, democracia interna. Ahora bien, para practicar la democracia interna, el peronismo se ve obligado a practicar, obviamente, la democracia externa. Y justamente ahí reside el peligro que porta consigo Milei: que en su guerra declarada al Estado peronista, no solo intente derrocar a la casta, sino también al orden democrático sobre el cual se sustenta esa supuesta casta.
Las alusiones positivas de Milei a la sangrienta dictadura de los militares de Videla deben haber producido un frío muy helado en el alma de los demócratas argentinos. En contra de esa posibilidad autoritaria está por cierto el hecho objetivo de que Milei no habría podido alcanzar la Presidencia sin el concurso de la derecha tradicional, representada sobre todo por Juntos por el Cambio de Macri y Bullrich. Razón que ha llevado decir a muchos que el verdadero ganador de las elecciones fue Macri. Hay algo de verdad en esa afirmación. Por un lado, Macri prestó a Milei los votos que necesitaba. Por otro, le lavó la cara; es decir, lo adecentó un poco, para que al menos pareciera un político y no solo un antipolítico desatado, frente al potencial de electores indecisos. Gracias a Macri, el horror a Milei se transformó en un simple temor.
El futuro dirá si el empréstito electoral de Macri significó la moderación del proyecto Milei o simplemente la capitulación de la centroderecha frente al autoritarismo que anida en el mileísmo. De lo que pasará en el futuro inmediato nadie puede estar muy seguro. Puede llegar incluso el momento en que Milei no necesite tanto del macrismo. Recordemos, por ejemplo, que los republicanos moderados norteamericanos creyeron tener bajo control a Trump, y hoy el trumpismo controla casi totalmente a los republicanos.
El mileísmo "hacia afuera"
El ejemplo que hemos puesto no es casual. Intentamos usarlo con una intención: la de señalar que, pese a sus particularidades muy argentinas, Milei y su La Libertad Avanza no constituyen un fenómeno puramente argentino. Más bien parece ser, la de Milei, una versión argentina de un fenómeno interoccidental, una que lleva a la formación de nuevos partidos proveniente de las derechas tradicionales pero que no se dejan regir totalmente por el denominativo derechas, esto es, que están situados más allá de la clásica confrontación izquierdas y derechas.
Se trata de partidos que, sin duda, no pueden ser estudiados sin considerar las profundas modificaciones experimentadas por la sociedad posindustrial y la aparición de masas digitalmente conectadas entre sí, no adscritas directamente a los sistemas predominantes de producción. Partidos y movimientos que, de algún modo alientan una insurrección constitucional en contra de la llamada democracia liberal y sus representaciones políticas.
En Europa abundan (acabo de enterarme del resultado de las elecciones holandesas), y ya impera la opinión resignada de que no solo los partidos democráticos deberán competir con formaciones políticas antipolíticas, sino aceptar que, en muchas naciones, estas serán (y son) Gobierno. A esa misma familia pertenecen, al otro lado del Atlántico, movimientos como el trumpista, el bolsonarista, el bukelista y ahora, el mileísta.
La bronca argentina en contra de la estructura política tradicional (la caída electoral de Juntos por el Cambio y su posible subordinación al mileísmo fue también resultado de esa bronca al "sistema") va más allá del propio peronismo. Esa bronca ha tomado formato político en nombre de la antipolítica. Los observadores nos hablan de una nueva derecha, otros de la derecha radical, o, simplemente, de extremas derechas. No obstante, no podemos pasar por alto que el término derecha les queda algo estrecho.
Los movimientos y gobiernos "antisistema" como el de Milei en Argentina, recogen, evidentemente, parte de la tradición de las derechas clásicas (patria, orden, familia, auto, perro y gato) pero también de parte de los antiguos movimientos de izquierdas, entre ellas, la apelación a las masas. Si vamos a seguir hablando de derechas deberíamos hablar entonces de derechas de masas, o si se prefiere, de derechas populistas. Sobre ese tema hay todavía mucho paño que cortar.
Como sea, el triunfo inocultable de Javier Milei, al ocurrir en un país como Argentina, traerá consigo repercusiones decisivas en otros países de la región. En el vecino Chile la "otra derecha", la "republicana", sigue creciendo, entre otras cosas gracias a los infantiles errores y falencias de la izquierda que apoya al Gobierno, del hundimiento del centro político y de la incapacidad de la derecha tradicional por ajustar su rol entre oposición y Gobierno. Más importante todavía, es que el acceso de Milei al Gobierno trastocará todos los planes que fraguaba el populismo de izquierda brasileño representado en el Gobierno de Lula.
El Gobierno de Lula, hoy convertido en Gobierno políticamente subsidiario de la China de Xi y de la Rusia de Putin, veía en la eventualidad de un triunfo de Sergio Massa la posibilidad de continuar avanzando hacia el proyecto del "sur global" (que agrupa a casi todas las dictaduras y autocracias del mundo) institucionalizado en organismos financieros como el BRICS, en contra de EEUU y otros países occidentales. Si sumamos a esos hechos el reciente descalabro electoral (elecciones municipales) vivido por el Gobierno Petro en las elecciones regionales de octubre en Colombia, lo más probable es que la hegemonía regional que busca Lula, fracase, y así, el Gobierno brasileño quede solo acompañado por el trío infernal formado por Cuba, Nicaragua y Venezuela. Esta última no sería necesariamente una mala noticia para la democracia latinoamericana. El Dios de la Historia, ya lo sabemos, escribe con trazos torcidos.
Una versión más extensa de este artículo apareció en el blog Polis. Se reproduce con autorización del autor.
El Dios de la Historia, ya lo sabemos, escribe "DERECHO" con trazos torcidos
Yo no dudo que veamos un reprise en Argentina de las revueltas que hubo en Chile. La izquierda no admite el éxito de políticas que puedan sacar a los países del tercer mundo que es donde los “pobresistas” pretenden eternamente mantenerlos ya que es la única manera de poder seguir “luchando por ellos”.
No hay que sobredimencionar ni minimizar el triunfo de Milei. El tipo ganó porque tuvo de contrincantes a individuos con pésimos antecedentes de gestión en el país, lo cual le valió para canalizar a través de un comportamiento histriónico combinado con la jerga abstracta de un economista resuelvelotodo, el enojo acumulado durante decádas de gran parte de los argentinos.
Milei es como el típico caudillo, ya sea de derecha o izquierda, que se presenta como el redentor del pueblo y que la gente mira en él a su salvador.
Ya el tiempo dirá si fue una insania las ideas bordadas con gran pomposidad que él pretende poner en marcha cuando asuma la presidencia el próximo mes.
Ahora, sí pienso que la izquierda comunista argentina y sus aliados, tratarán de impedir que Milei sea un ejemplo a seguir para otros países de la región que están bajo esa ideología troglodita.
Llegue hasta "Las alusiones positivas de Milei a la sangrienta dictadura de los militares de Videla deben haber producido un frío muy helado en el alma de los demócratas argentinos", ahi pare de leer.
Estos “intelertuales” latinoamericanos siempre echando mano a la retórica cómoda de las falsas equivalencias.
El problema de letrinoamerica es lo olvidadizos que son estos pueblos, Argentina ha olvidado los crímenes de Cristina Fdez, todo el dinero que malversó, el joven fiscal que mandó asesinar, los letrinoamericanos tienen poca memoria, la izquierda volverá aprovecharse por siempre.
Milei para ganar no necesitó tener la anuencia del Peronismo gastado y en descomposición ni de sus aberrantes estructuras parecidas a las islámicas Chiitas y sunnitas, Mahoma y su Yerno, Peron y Kirchner todos la misma mierda, Milei significa el voto de castigo a la partidocracia y las castas de políticos inconsecuentes que han metido a la Argentina en un callejón sin salida producto de políticas económicas erradas y clientelistas, el voto de Macri y Bullrich son fruto del pacto natural que hubiera habido con cualquier otro político que estuviese en el lugar de Milei, pero lo que será será y si algo ha de salir mal en Argentina saldrá y los vaticinios en política tienen el defecto de nunca dar en el clavo.
Como siempre habla el profesor universitario, docto y categórico, sin dejar resquicios a la duda, su cátedra es el non plus ultra de la verdad académica, Mires no razona como un observador político neutro,según el Sr. Mires, Milei no existía, pero existió, Macri es el autor práctico de su victoria, a pesar de que en las primarias Milei aún en contra de las trampas que le hicieron fue el más votado, y en las opiniones de Mires hay muchos tópicos tomados de los ataques periodísticos de la prensa pagada peronista, y los enfoca como hechos reales. Planteando similitudes entre el Comunismo y el Peronismo que son imposibles históricamente, de paso glorifica , al ladronazo Lula, sabiendo perfectamente que ningún líder del fascismo izquierdista latinoamericano Petro, Ortega, o los otros tienen la cultura política y las agallas del desaparecido Castro I, No obstante el Sr. Mires no quiere enterarse de que Milei ganó de calle, a pesar de encuestas y de Massa.
Señor Robinson, ¿dónde en este artículo, Mires glorifica a Lula? Me parece que se refiere a la impedimenta que significa el triunfo de Milei para los planes de Lula, y lo deja solo acompañado de lo que denomina el Eje Infernal de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
No tengo ninguna ganancia --o pérdida-- en alabar o criticar los artículos de Mires, solo me sorprende que personas con capacidad para el análisis político basen su desacuerdo en cosas que no aparecen en lo escrito.
DDC suprimió aquí el párrafo inicial del artículo en POLIS, el blog de Mires, donde el autor se refería al fenómeno, o la fenomenología, como concepto de Kant, para después pasar al fenómeno político. Algo que en mi criterio viola ese derecho de facto que DDC tiene de reproducir los trabajos de este autor. Si lo hubieran dejado --como pienso debió ser-- ´no sabemos cuánto más pudo señalarle además de ser docto, y categórico. Lo de no dejar espacio a la duda, sus propios dos comentarios lo desmienten.
Estimada Sra. Ana, inferir de un escrito no significa lo que Ud. Interpreta. Quizás no utilizé la palabra justa para definir una opinion que a Ud. No le place pero mis análisis valen, porque son mios y no están sujetos a que a Ud le puedan o no gustar o no lo encuentre apropiado, pero todos tienen su motivación, Mires glorifica a Lula y a la triada maldita cuando al final del párrafo dice textualmente,:
" Pero el Dios de la historia escribe, ya lo sabemos, los párrafos torcidos. Lo que en mi opinión está dando a entender que quien está errado es Milei.
A mí me puede gustar o no lo que usted opine, pero ese no es el asunto. No se trata de afinidades, de gustos. Es que yo "infiero" de un párrafo sobre Lula que arranca con la afirmación de que su gobierno está convertido en "políticamente subsidiario de la China de Xi y de la Rusia de Putin", y por ahí sigue hasta afirmar que gracias al triunfo de Milei sus planes para la región han fracasado, que no hay ninguna glorificación de Lula. Y lo de la Historia y la torcedura como que no siempre es lo que uno imagina o piensa. Tal y como nadie imaginó --incluidos peronistas, Lula y el Eje Infernal-- que Milei arrasaría en las urnas. Pero olvídese, que yo no estoy para convencerlo aquí de nada. Perdone la distracción y tenga una buena noche.
Sra. Ana, muy amable UD, y gracias. Aprovecho para decirle, que " inferir" y sus declinaciones correspondientes no son una mala palabra, "Inferir" es un verbo transitivo, que en su primera acepción significa:
Extraer un juicio o conclusión a partir de hechos, proposiciones o principios, ya sean estos generales o particulares.
Ay, por favor, señor. Really????!!!!!
Really, even if you don't believe it.
My respects to you lady.
Muy pronto los izquierdosos y tontos útiles mangoneados por el castrismo se van a lanzar a las calles a hacerle mas dificil a Milei el poder gobernar. Y ojo, es probable que intenten matarlo.
No sólo la izquierda, la derecha también lo puede joder. En el momento que él ya les sea un poco incómodo, lo inhabilitan por incapacidad mental para que asuma la dirección del país la vicepresidenta Villarruel. Ella va más a tono con los intereses de la derecha argentina que el propio Milei.
Señor Mires, para mí el ascenso de Milei, Bolsonaro y el propio Trump es el resultado de la radicalización de la Izquierda y la invasión a su vez de los organismos internacionales que deben proteger la Democracia. La Democracia se ve totalmente desprotegida con la llamada Socialdemocracia completamente agotada y ha generado un elemento de defensa, la Derecha de origen, el capitalismo sin ambigüedades!
Un análisis sesgado por el fanatismo partidista del autor que llega a afirmar que “Milei fue un invento del antiperonismo”.
Ni una sola mención a décadas de atraso socioeconómico después de haber sido una de las naciones más prósperas del planeta. Ni una palabra sobre el 40% de la población en la pobreza, la corrupción sindicalera y mucho menos que Cristina se embolsillo más de 1 billón de dólares del erario público y eliminó al fiscal que la investigaba.
Estos eruditos de la política en aire acondicionado no pueden entender que ni el mas carismático de los populistas ganaría si el fascismo peronista y el socialismo kirchnerista no hubieran arruinado los hogares y la virtud argentina.
La voz de ataque ha sido dada contra Milei y su proyecto de prosperidad, y para eso como siempre, se unen los comunistas, los socialistas democráticos y los tontos (in)útiles que no son la misma mierda pero son iguales.
Buen análisis del triunfo de Milei. No solo en lo referido al peronismo y la dinámica de esas elecciones, sino en las repercusiones para la región. Lleva razón el autor en lo referido a Brasil y en el freno que el triunfo de Milei supone para "el trío infernal" de Cuba, Venezuela y Nicaragua.