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Brasil

Sin aún asumir el poder, las denuncias de corrupción cercan a Bolsonaro

El mandatario electo dice que la acusación parte de préstamos a su exasesor, Fabrício Queiroz.

Brasilia

Brasil todavía vive en un período de transición, a pocos días de la asunción presidencial del nuevo mandatario Jair Bolsonaro, pero este ya ha empezado a sentir el sabor agridulce de lo que le espera, reportó el diario El País.

Todo empezó con la filtración de las discusiones entre los integrantes del partido de Bolsonaro por WhatsApp, el pasado jueves. A continuación, siguió la revelación de que, a través de la cuenta bancaria del asesor de su hijo, el senador electo Flavio Bolsonaro, pasaron 1,2 millones de reales (algo más de 300.000 dólares) entre enero de 2016 y enero de 2017, una suma incompatible con sus ingresos.

Esa información figuraba en un informe del Consejo de Control de Actividades Financieras (COAF), y el dinero llegó a salpicar las cuentas de la futura primera dama, Michelle Bolsonaro. El asunto copó todos los periódicos del fin de semana, pero tanto el presidente electo como su hijo, Flavio, quisieron esquivarlo: Bolsonaro se limitó a decir a los periodistas que había sido acreedor de préstamos al exasesor, Fabrício Queiroz. Y Flavio dijo en Twitter que tenía la conciencia tranquila.

Para un Brasil que vio a Aécio Neves y al exministro Geddel Vieira Lima encabezar una campaña anticorrupción, y que hoy están involucrados en varias denuncias, cualquier señal de humo preocupa, y mucho. Bolsonaro, en cualquier caso, aún tiene capital político de sobra y un apoyo poderoso de los militares para seguir su camino, que muchas veces le ha garantizado una cierta distinción a su futuro Gobierno.

El propio vicepresidente, el general en la reserva Hamilton Mourão, se mostró favorable a que se dieran explicaciones más claras sobre el episodio del préstamo.

Los militares, que están en la raíz de la era Bolsonaro —son siete de los 22 ministros—, se han convertido en una suerte de freno institucional para el futuro Gobierno, hasta el punto de que para algunos analistas son los que, de facto, van a gobernar.

"Garantizaron las elecciones; y ahora, la transición", dijo una fuente de Brasilia, con la honestidad de quien reconoce el papel castrense en toda la formación de Brasil.

Según esta fuente, su presencia cuenta con el respaldo de la población, como las propias urnas corroboraron. Al fin y al cabo, Bolsonaro dejó claro desde el principio que estarían con él si llegara a la Presidencia. Una muestra de esa influencia ya puede apreciarse en el Centro Cultural Banco do Brasil (CCBB), de Brasilia, que sirve de base para el Gobierno de transición. Por allí, los militares circulan con la misma desenvoltura que los políticos y los periodistas que cubren la actualidad política de la capital.

La cuestión es si ellos serán los fiadores de los planes ambiciosos del nuevo Ejecutivo, tanto en el viraje a la derecha en las costumbres como en la recuperación del crecimiento económico con un plan ultraliberal. Si el optimismo del mercado financiero marcó el paso de la campaña y del periodo de transición —la Bolsa subió y el dólar cayó desde el triunfo del militar de la reserva—, es el Bolsonaro presidente quien despierta un enorme signo de interrogación entre los que piensan más a la larga que los inversores de renta variable.

Cómo pondrá en práctica el nuevo Gobierno sus planes de que Brasil gire a la derecha, sin que la economía, el empleo y los derechos sociales previstos en la Constitución se vean perjudicados es una pregunta que se repite en las principales embajadas de Brasilia. Algunas ideas del equipo económico recuerdan las fórmulas de los años ochenta y noventa, que después afectó el poder de compra, dijo el representante en Brasil de uno de los países con más negocios en el gigante sudamericano.

El mismo mercado financiero ya daba señales contradictorias los últimos días, influido por las noticias internacionales, pero también por los desencuentros internos del Gobierno. A partir de ahora, Brasil entra en la cuenta atrás para saber cuánto de la euforia poselectoral era mero entusiasmo y cuánto será el éxito prometido.

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