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Política

Venezuela, el derrumbe de PDVSA

El voluntarismo político y la corrupción han dejado a la petrolera estatal al borde del colapso.

Madrid

En 1999, cuando Hugo Chávez llegó al poder, Venezuela contaba con una extracción diaria de 3,7 millones de barriles. A su muerte el cómputo había descendido a 2,5 millones. 

En una alocución, en junio de 2012, Chávez anunció uno de sus grandes objetivos para el futuro inmediato: lograr que la producción de crudo llegara a los seis millones de barriles diarios para el año 2019. 

Actualmente la producción de la petrolera estatal PDVSA está en su nivel más bajo desde la década de los 50, alcanzando apenas 1,23 millones de barriles por día. Y los pronósticos más sombríos auguran que la caída no ha terminado. ¿Cómo se explica semejante descalabro?

El voluntarismo político

En un análisis publicado en ALnavío, el periodista venezolano Juan Carlos Zapata marca como punto de inflexión el despido de "20.000 técnicos y gerentes" tras la huelga convocada en la empresa en 2002.

"Desde entonces, PDVSA se quedó sin tecnocracia, sin esquemas de selección de personal, sin estrategas, sin planificadores, sin abogados de primera línea. Y así fue penetrada por la política."

Esta supeditación a los fines políticos estaría corroborada por los más de 60.000 millones de dólares que el Gobierno de Chávez gastó, entre 2005 y 2010, en programas de asistencia internacional en América Latina, África y Asia.

E incluso en Estados Unidos, donde Venezuela llegó a financiar un proyecto para subsidiar el acceso a calefacción de 200.000 familias de pocos recursos en 23 estados.

Sin embargo, ningún otro país ha recibido tanto dinero proveniente de Venezuela como Cuba. A la Isla se habrían destinado entre 30.000 y 40.000 millones de dólares, representados en la entrega de 100.000 barriles de petróleo diarios en el periodo de mayores dádivas y mediante la retribución de los servicios de los más de 20.000 médicos y profesionales cubanos que trabajan en Venezuela.

Pese al desplome de su producción, actualmente Venezuela le estaría suministrando a Cuba alrededor de 50.000 barriles diarios.

Tomando en consideración que más del 90% de las divisas del país proceden de los ingresos del petróleo, no es de dudar que las arcas de PDVSA hayan sido puestas a contribución para sufragar las aspiraciones del régimen a propulsar a Venezuela como potencia emergente en el tablero internacional.

De modo semejante, el clientelismo ha ido incidiendo en la burocratización de la empresa que ha prácticamente cuadruplicado el número de sus empleados, pasando de 38.000 a casi 150.000.

Estrategia errónea

La falta de pericia técnica y el voluntarismo político también quedarían reflejados en una errática estrategia de inversiones.

Durante los últimos años la extracción de petróleo se ha sido desplazando hacia la Faja Petrolífera del Orinoco (Faja). Así, en 2008 la producción de la Faja representaba el 16% de la producción nacional, mientras que en 2016 rondaba el 50%. 

Un cambio que se explica por la necesidad de desarrollar nuevos yacimientos, debido al inminente agotamiento de las reservas tradicionales. Sin embargo, el crudo de la Faja es pesado y extrapesado. Esto hace que su extracción y transporte requieran mayores recursos y, a corto plazo, una merma de los réditos.

La concentración en el nuevo polo productivo se ha hecho de modo precipitado, obviando una posible fase de transición en la que se recuperaran pozos inactivos de crudo liviano y mediano, de mucho mayor rentabilidad, que mantuviesen el flujo de ingresos necesarios para invertir en el desarrollo de yacimientos y en el mantenimiento de las infraestructuras. 

Según el analista Asier Achutegui, en un artículo publicado por el Real Instituto Elcano de España, durante los últimos años el sistema venezolano de refinación ha experimentando "caídas drásticas de rendimiento, relacionadas sobre todo con la falta de inversión y el envejecimiento de la infraestructura".

Se estima pues que el parque de refinerías del país esté funcionando a un 30% de sus capacidades.

Otro elemento que ha frenado las inversiones es la modificación de los contratos, propulsada por el régimen, de "asociación estratégica" a "empresas mixtas" con mayoría accionaria de PDVSA. Esto ha provocado la estampida de multinacionales y juicios en tribunales internacionales, como ha sido el caso con los grupos estadounidenses ConocoPhillips y ExxonMobil.

Las empresas que quedan operando en territorio venezolano, básicamente chinas y rusas, se limitan a mantener su nivel de explotación, debido a la falta de garantías para controlar el manejo de hipotéticas inversiones.

Además, las sanciones impuestas por EEUU le impiden a PDVSA financiarse mediante la emisión de bonos en los mercados internacionales. 

Corrupción a gran escala

Por último, hay que resaltar el continuo desvío de fondos que ha sufrido la empresa en lo que va de siglo.

En noviembre pasado la detención de Eulogio del Pino y Nelson Martínez y la orden de captura contra Rafael Ramírez, todos expresidentes de PDVSA, apuntaban a una purga en las altas esferas del régimen. Pero no menos cierto es que el país padece, según la ONG Transparencia Internacional, los niveles de corrupción mas altos de la región.

Contrataciones por sobornos, manejo irregular de los recursos destinados al mantenimiento de refinerías, desfalco del fondo de pensiones de los trabajadores, compra con sobreprecios de plantas eléctricas, serían solo algunos de los delitos detectados en un entramado de corrupción que superaría los 10.000 millones de dólares.

Hay que tomar con pinzas las acusaciones y los montos avanzados por el Ministerio Público, pero dan idea de la magnitud de las irregularidades en la gestión de la petrolera.

No es de sorprender que PDVSA se encuentre hoy al borde del colapso. 

 

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