Back to top
Opinión

¿Ganará el capitalismo liberal la nueva Guerra Fría?

Como en los años 70 y 80 del siglo pasado, una serie de acontecimientos inducen a pronosticar el fin del orden capitalista liberal liderado por EEUU.

Ginebra

Es un viaje al pasado lo que en este artículo invito a realizar. Un viaje a las décadas de los 70 y 80 del siglo XX. Una vez allá, podremos observar una cascada de acontecimientos que inducen a pronosticar el fin del orden capitalista liberal liderado por EEUU.

Los países industrializados no lograban salir del atolladero de la estanflación, es decir, contracción económica e inflación galopante a la vez. Las recetas keynesianas (expansión del gasto público y de la masa monetaria), que supuestamente habían demostrado su eficacia en otras circunstancias, no hacían sino exacerbar la inflación sin llegar a reactivar el crecimiento económico.

Japón parecía estar a punto de destronar a EEUU como principal potencia económica, debido en gran medida a un fuerte activismo del Estado en la protección y promoción de sus industrias.

En el campo de la geopolítica, el fiasco de EEUU en Vietnam en la década de los 70 llevó a la opinión pública y a los dirigentes estadounidenses a huirle a todo nuevo posicionamiento belicista, actitud esta que quedó plasmada en la política exterior del presidente Jimmy Carter.

La actitud estadounidense fue aprovechada por la URSS para avanzar sus alfiles y peones a través del mundo (invasión de Afganistán y financiamiento de tropas cubanas en África), así como para reprimir las protestas populares que brotaban en los países de Europa Oriental sometidos a su yugo.

Como era de esperarse, esto provocó que se pusiera de moda vaticinar un desenlace de la Guerra Fría favorable al bloque socialista.

Tales predicciones quedaron finalmente desmentidas por la realidad, y ello por una sencilla razón: las mismas no tomaron en cuenta el dinamismo del sistema capitalista y de la democracia estadounidense, así como los desventajas y fallas inherentes al campo adverso.

En efecto, el juego de la alternancia política, base de todo régimen democrático digno de ese nombre, llevó al poder a Margaret Thatcher en Inglaterra y a Ronald Reagan en EEUU. Desechando las recetas keynesianas, estos nuevos dirigentes implementaron políticas de estímulo a la oferta de productos (supply-side policies) —reducción de impuestos y desregulación—, las cuales permitieron liberar las fuerzas del mercado y vencer la estanflación.

Otros países adoptaron políticas similares, creándose así las condiciones para el extraordinario auge del comercio y la inversión internacional que se conoce con el nombre de globalización.

Al mismo tiempo, el intervencionismo estatal en el ámbito industrial comenzó a mostrar sus límites en Japón, llevando a ese país a un crack financiero y tres recesiones.

Las ineficiencias del modelo socialista y el costo de las aventuras militares emprendidas por el Kremlin terminaron por desgastar la economía soviética. Mientras tanto, los pueblos de Europa Oriental seguían tenazmente desafiando a sus gobiernos y a los tanques soviéticos, hasta lograr el desmoronamiento del Muro de Berlín y el colapso del llamado socialismo real.

Ahora, al retornar del viaje al pasado que acabamos de realizar, podemos captar con claridad la gran semejanza que existe entre la situación actual y la que prevalecía en los años 70 y 80 que acabamos de revisitar.

En vez de la estanflación de aquellos tiempos, lo que actualmente se dice que está destruyendo el progreso económico bajo el capitalismo es el llamado estancamiento secular, es decir, un crecimiento económico exiguo atribuido a una insuficiencia crónica de la demanda de bienes y servicios.

Por otra parte, como solía decirse otrora a propósito del Japón, muchos afirman ahora que es China, con su capitalismo de Estado, la que está llamada a arrebatarle a EEUU el primer lugar en la economía mundial.

En el campo de la geopolítica, el fracaso de la reconstrucción institucional (nation-building) de Afganistán e Irak —posterior a la guerra que el presidente George W. Bush llevó a cabo en esos dos países— indujo a Barack Obama (y a Donald Trump durante la campaña electoral) a seguirle los pasos a Jimmy Carter y evitar cualquier enfrentamiento militar.

Completando la analogía entre ambas épocas, el expansionismo soviético del siglo pasado ha encontrado un nuevo émulo en Vladimir Putin, quien da la impresión de creer que una segunda Guerra Fría podría ser ganada por su país.

Dadas las circunstancias reseñadas aquí, no es de extrañar que haya de nuevo quienes vaticinen el fin cercano del orden capitalista liberal.

Tal vaticinio adolece, sin embargo, del mismo defecto que aquellos en boga en los años 70 y 80 del siglo pasado, a saber: no tiene en cuenta, ni la capacidad de readaptación del capitalismo liberal y del sistema institucional estadounidense, ni las desventajas y fallas de los actuales contendedores del liberalismo económico y político (Rusia y China en particular).

La economía de Estados Unidos ha venido creando empleos durante 77 meses consecutivos, llevando el desempleo a niveles por debajo del 5%. En la zona euro, el desempleo ha ido disminuyendo progresivamente en los últimos 19 meses, tocando actualmente su nivel más bajo desde 2009. La economía mundial se encuentra así en vías de recuperación.

Concomitantemente, a semejanza de lo que le sucedió a Japón tres décadas atrás, el intervencionismo estatal ha encontrado sus límites en China. Las autoridades de ese país tratan de impedir una recesión económica mediante controles de capitales e inversiones públicas que no obedecen a criterios de rentabilidad, dando por resultado la existencia de sobrecapacidad industrial, ciudades fantasmas (inhabitadas) así como un endeudamiento colosal de las empresas propiedad del Estado. Esto ha ido creando las condiciones de un crack financiero comparable al que hundió por mucho tiempo la economía del Japón.

Como explica en su nuevo libro Mixin Pei —actualmente miembro del German Marshall Fund de EEUU— el capitalismo de Estado ha desembocado en China en un capitalismo clientelista, mafioso (crony capitalism), fuente de corrupción y poderoso freno al desarrollo y modernización de la economía de ese país.

El capitalismo clientelista es más pronunciado y devastador aun en la Rusia de Vladimir Putin, lo que le impide a ese país superar su estancamiento económico y su retraso tecnológico.

Por otra parte, así como la URSS quedó entrampada en Afganistán, la Rusia de Vladimir Putin, a pesar de sus victorias militares en Siria, no avizora el fin de su involucramiento en aquel país del Medio Oriente. Igualmente, los esfuerzos del Kremlin por someter al pueblo ucraniano están resultando tan infructuosos como las tentativas de la URSS de acallar el descontento en Europa Oriental.

Lo que les hace falta tanto a la Rusia de Putin como a la China de Xi Jinping es el mecanismo autocorrector, la capacidad de cuestionamiento y reforma, la vigencia del Estado de derecho y de una justicia no politizada (condición sine qua non para luchar eficazmente contra el clientelismo y la corrupción) que solo la separación de poderes, la libertad de debate y la celebración de elecciones no amañadas son capaces de brindar.

En esas latitudes, quien se atreva a oponerse al líder máximo y cuestionar sus decisiones corre el riesgo de perder la vida lanzado del cuarto piso de un edificio, envenenado en un hotel de Londres, desfigurado en Alemania, asesinado en la Plaza Roja o en una calle de Kiev, o simplemente encarcelado por traición a la patria o corrupción.

Es precisamente porque hay que acatar las decisiones del líder so pena de perder la vida o la libertad, y porque los gobernantes no pueden ser sustituidos a través de elecciones libres, que esos regímenes no logran impulsar las indispensables reformas económicas y satisfacer las expectativas y ambiciones de gran potencia que ellos mismos se afanan en crear.

Por todas estas razones, en la nueva Guerra Fría que actualmente se está librando, el orden capitalista liberal lleva una vez más las de ganar.

Archivado en

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.