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Brasil

Populismo, caudillismo y golpe militar

En el primero de tres artículos, el autor repasa la historia y la actualidad de la política brasileña.

La Habana

La destitución de la presidenta de Brasil constituye un incentivo para hurgar en lo ocurrido en ese país. Como cada suceso es precedido por un proceso de gestación, su comprensión requiere hurgar en el origen, evolución y vínculos con otros fenómenos. En el caso del gigante sudamericano destacan el populismo, el caudillismo y la corrupción. Esta primera entrega está dedicada al primero de ellos.

Populismo

El populismo es una forma de hacer política dirigida a capitalizar el descontento social que generan las injusticias sociales. Para ese fin establece una división social entre "pueblo" y "antipueblo"; emplea un discurso emocional-movilizativo contra los culpables del descontento, que al decir del profesor Loris Zanatta, culpa al gobierno de los males internos y esgrimen el nacionalismo contra el enemigo externo.

Los partidos políticos que asumen el populismo no representan a una clase social  determinada ni responden a una ideología específica. En la historia encontramos tantos populismos de izquierda como de derecha. Como responde a los intereses de una élite emergente, encabezada por un líder carismático, el populismo es aliado inseparable del caudillismo.

Cuando ocupan el poder por la violencia o mediante elecciones, en lugar de proceder a democratizar las relaciones políticas y económicas para convertir al "pueblo" en sujeto de los cambios sociales, el populismo se centra en la confiscación de propiedades nacionales o extranjeras y en la repartición de los bienes ya creados. Con ello se atrae el apoyo del "pueblo" y la enemistad del "no pueblo" y del enemigo externo, provocando la huida de capital al exterior y la reducción de las inversiones extranjeras, con el consiguiente perjuicio para la economía.

Como el poder está en manos del "pueblo", el populismo elimina o intenta eliminar todo lo que lo limite. Procede al desmontaje y/o monopolización de los mecanismos, espacios e instituciones diseñadas para la división de los poderes públicos, monopoliza los medios de comunicación y restringe o elimina a la sociedad civil. En la medida que lo logra, el populismo toma la senda del totalitarismo y termina reproduciendo, a escala ampliada, los problemas que se propuso resolver. Por esa razón, Fernando Henrique Cardoso planteó que entre los elementos que hacen que un gobierno no sea populista se encuentran las "políticas públicas prudentes y sensatas".

Para Ernesto Laclau, el populismo es la mejor forma de organización política porque,según su criterio, "permite mayor lugar y representatividad a las clases relegadas". Sin embargo, la comparación entre discursos y resultados arroja una realidad diferente. Cierto es que el populismo atrae a sectores populares, pero también es cierto que los atrae como objetos, como masa, no como sujetos. Dos  ejemplos ilustran lo anterior:

1- Fidel Castro, en el alegato la "Historia me Absolverá", pronunciado en 1953 planteó, entre las leyes que proclamaría una vez en el poder, la restitución de la Constitución de 1940. Sin embargo, sin consulta popular fue sustituida por la "Ley fundamental del Estado cubano"; mientras la promesa de celebrar elecciones se convirtió en la consigna lanzada el 1 de mayo de 1960: "¿Elecciones para qué?".

2- el coronel Hugo Chávez Frías, tras resultar electo, aprovechando la popularidad convocó varios referéndum para reformar la Constitución y aumentar su poder. Sin embargo, Nicolás Maduro, heredero de su populismo, consciente de su bajo índice de popularidad, trata de evitar o posponer el plebiscito que demanda la oposición.

Caudillismo

El caudillismo latinoamericano tuvo una fértil fuente en las guerras independentistas del siglo XIX. Para Jorge Basadre, Simón Bolívar —el más renombrado de los caudillos— "fue romántico en 1804, diplomático en 1810, jacobino en 1813, paladín de la libertad en 1819 y genio de la guerra en 1824 y que en los años 1825 y 26 al Perú le tocó el peor de los Bolívares, el 'imperator'". Mientras, para Álvaro Vargas Llosa, Bolívar fue mejor caudillo que los demás líderes latinoamericanos de la época, pero precisamente "el caudillismo es todavía el corazón del problema latinoamericano".

En el caso de Brasil el populismo tomó cuerpo con Getúlio Vargas, de tendencia derechista. Las exclusiones y el descontento social en la frontera de los siglos XIX y XX debido a la política conocida como "café con leche", mediante la cual los políticos de São Paulo y Minas Gerais se alternaban el Gobierno, terminó en una ruptura que desembocó en la revolución de 1930. Los militares que ocuparon el poder formaron una junta de gobierno encabezada por Getúlio Vargas, quien anuló la Constitución y comenzó a gobernar mediante decretos y ocupó la presidencia en otras tres oportunidades: una más como dictador y dos mediante elecciones hasta su suicidio en 1954.

En la economía, Vargas incentivó el capital privado, la intervención estatal y el nacionalismo; creó grandes empresas estatales como el Consejo Nacional del Petróleo, antecedente de Petrobrás, y dio un fuerte impulso a la industrialización. En política concentró los poderes públicos, prohibió los partidos políticos, reprimió a sus opositores y centralizó los medios de comunicación. En lo social garantizó la estabilidad del empleo, el descanso semanal, la reglamentación del trabajo de menores, de la mujer y del trabajo nocturno, y fijó la jornada laboral de ocho horas. Con estos beneficios sociales, Vargas trató de anular la influencia de la izquierda y colocar a los trabajadores bajo su control, de forma similar a como lo hizo Benito Mussolini en Italia.

La década comprendida entre 1954, año del suicidio de Vargas, y 1964, se caracterizó por una elevada inflación y grandes contradicciones políticas. Al tomar posesión João Goulart —heredero del populismo de Vargas— el Congreso sustituyó el régimen presidencialista por el parlamentarismo con un Primer Ministro como Jefe de Gobierno para limitar su poder.

En 1963, cuando el presidencialismo fue restablecido, Goulart implementó las "Reformas de Base": agraria, tributaria, administrativa, bancaria, educativa y nacionalizó varias empresas extranjeras, lo que aumentó la pugna política. En medio de esa situación Goulart firmó el decreto de expropiación de las refinerías de petróleo privadas, autorizó la expropiación de tierras y solicitó una nueva constitución.

El golpe militar de 1964

Las  medidas descritas condujeron en marzo de 1964 a la revuelta militar que lo despojó del poder y a su destitución por el Congreso, que bajo presión militar designó al general Humberto de Alencar Castelo Branco como presidente de Brasil.

Durante la dictadura militar el alto crecimiento del PIB y la reanimación de las industrias principales produjeron el fenómeno conocido como "milagro económico brasileño". Sin embargo, grandes sectores sociales continuaron sumidos en la pobreza que generó la respuesta revolucionaria, que coadyuvó a la celebración de elecciones indirectas en 1976 y al inicio de una apertura política gradual que concluyó en las elecciones de 1985, ganados por Tancredo Neves; las de 1990 por Fernando Collor de Melo, quien dos años después se vio obligado a renunciar por acusaciones de corrupción y sustituido por Itamar Franco, en cuyo gobierno se frenó la espiral inflacionaria y se logró una estabilidad económica con la política de su ministro de Hacienda, Fernando Henrique Cardoso, quien fue elegido presidente en 1994 y  reelegido hasta el año 2002, fecha desde la cual Luis Ignacio Lula da Silva y Dilma Rousseff ocuparon la presidencia hasta el 2016, cuando Dilma fue destituida por el Parlamento, de lo que me ocuparé en el siguiente trabajo.

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