Neife Rigau trabajaba para La Hora de Cuba cuando fue detenida durante las protestas del 11 de julio de 2021 en Camagüey. Actualmente es coordinadora del programa del Centro Loyola, que atiende adultos mayores y mujeres en estado de vulnerabilidad. Su testimonio ofrece una visión profunda de las experiencias de las mujeres cubanas en su búsqueda de libertad y justicia.
Esta entrevista forma parte de la Campaña Cubanas en Resistencia, promovida por la Coordinación de Género, Diversidad y Alianzas Estratégicas de la Iniciativa para la Investigación y la Incidencia A.C., con la finalidad de dar voz a mujeres que desafían la represión estatal en Cuba, resaltando su valentía y resistencia en un contexto de violencia y opresión.
Sabemos que estuviste detenida a raíz de las protestas del 11 de julio. ¿Cómo fue la detención?
El 11 de julio de 2021 fue un día muy especial para mí. Supe de las manifestaciones en varios lugares de Cuba, de la primera en San Antonio a través de las redes sociales… un amigo me envió el link de la directa que estaba haciendo un muchacho en ese momento, y para mí escuchar a la gente gritando "¡libertad, libertad!", fue muy emocionante. Llevaba muchos años… en aquel momento tenía cerca de 23 años… y llevaba muchos años esperando un acontecimiento así.
Y, por supuesto, desde ese momento supe que yo también iba a formar parte de eso que estaba sucediendo. A medida que fueron pasando las horas, se fueron sumando más lugares de Cuba a la manifestación y decidí salir. En ese momento estaba enferma, me sentía supermal, pero yo sentía que tenía que estar ahí, tenía que vivir ese momento que había esperado por tanto tiempo. Entonces me encontraba en Camagüey, donde vivía en esa época, y estaba cerca del centro de la ciudad. Un lugar que se llama Cinco Esquinas era uno de los puntos donde estaba sucediendo en ese momento una de las manifestaciones de la ciudad, porque hubo varias a la vez. Y apenas llegando al lugar fui detenida.
Yo estaba en ese momento con mi expareja, primero lo detuvieron a él, y en cuanto se lo llevaron algunos agentes de la Seguridad del Estado me detectaron y fueron hacia mí. Uno de ellos me gritó cosas, como una especie de provocación para ver si reaccionaba, pero no hice caso a eso, me mantuve allí y luego decidí retirarme para poder informar lo que había pasado. A pocos metros de donde estaba la manifestación a la cual no pude llegar, enviaron una moto con dos oficiales uniformados que me pidieron que me montara. Yo me negué, y en ese momento llegó un carro con chapa particular, con un agente de la Seguridad del Estado que en ese momento fungía como el segundo a cargo de los "delitos contra la Revolución", el agente Cristian se llama, y enseguida también llegó un oficial uniformado que me hizo una especie de llave, me viró el brazo izquierdo hacia atrás, y me empujó hacia adentro del carro, de forma que yo caí dentro del carro. Todavía hoy siento a veces como el hombro izquierdo tiene alguna incomodidad, producto de esa llave.
Fui trasladada a la segunda unidad de la Policía en Camagüey, allí permanecí 72 horas en las que estuve incomunicada, mi familia estuvo sin saber de mí. En todo momento me fue negado el derecho a la llamada. Una vez que alguien es detenido, tiene 24 horas para hacer una llamada a sus familiares o alguien cercano. Yo le pedí al oficial que estaba a cargo de la unidad en ese momento que me dejara llamar en muchas ocasiones, insistí, le di el teléfono de mi madre a otro de los oficiales que estaba en la unidad, y siempre me lo negaron.
Yo había estado enferma, seguía sintiéndome mal y, bueno, estaba ahí con la paz de que estaba ahí por una razón y era que yo había decidido formar parte de lo que el 11 de julio sucedió: formar parte del reclamo de libertad del pueblo cubano, y eso me daba tranquilidad en medio de esa situación que, por supuesto, era injusta. Yo estaba segura de que era una injusticia lo que estaban cometiendo con nosotros, pero estaba en paz por esa razón.
Había más detenidos del 11J, había un niño prácticamente, tenía 14 años, que había sido agredido por unos oficiales, una policía, no precisó bien. Y estaba allí, herido, sin atención médica, y había otra señora que también reclamaba por sus hijos. Era bastante triste todo.
Me detuvieron sobre las 3:00 de la tarde y hasta las 11:00 de la noche ningún oficial se acercó a mí a decirme por qué razón estaba allí, no fue presentado ningún documento, tampoco me dijeron claramente "usted queda detenida".
A las 11:00 de la noche me llevaron a una oficina de la unidad a redactar el acta de detención. El muchacho que me atendió era muy joven, prácticamente de mi edad y me trataba con una prepotencia enorme, como si supiera que en ese contexto me tenía que tratar así.
Esos días hicieron un registro en mis pertenencias, buscando alguna evidencia, porque no tenían cómo acusarme de desorden público, pero ellos estaban buscando algo más. Yo en aquel momento era periodista independiente. Trabajaba en el medio La hora de Cuba, y para mí era bien importante no solo la responsabilidad de participar en las protestas para unirme al reclamo del pueblo cubano de Camagüey, sino documentar ese acontecimiento tan relevante.
¿Cuándo, cómo y en qué circunstancias te liberaron?
A las 72 horas de estar en detención me trasladaron a UPICO, que es la Unidad Provincial de operaciones de la Seguridad del Estado, y allí estuve el resto de los días. Permanecí diez días detenida, desde el 11 hasta el 21.
Por ejemplo, el derecho a la visita también me fue negado hasta el día 9. Al quinto día un detenido tiene derecho a recibir visitas, pues a mí hasta el noveno día me fue negada.
Estando allí me dieron la información de que la Fiscalía había decidido qué hacer con mi caso, me liberaron con una medida cautelar, que en mi caso fue prisión domiciliaria. En ese momento eso significó muchas cosas porque, por un lado, cambiaba muchos planes y muchos sueños, pero a la vez permanecía con la paz y la tranquilidad de que eso era consecuencia de mis principios, de mi fe, de lo que creía correcto y, por tanto, estaba decidida a permanecer fiel a todo eso.
Estando allí fui víctima también de tortura psicológica, "tortura blanca" le llaman. De noche, en ningún momento apagaron la luz. En la segunda celda donde estuve, en la UPICO, era todo lo contrario, la luz era muy escasa, de día no había iluminación y de noche tenía un bombillo que daba para donde yo dormía, amarillo muy intenso, que también era muy molesto.
Cuando hicieron el cambio de celda, en la madrugada, me sacaron a interrogatorio. En esos días tuve alrededor de cuatro o cinco interrogatorios con diferentes oficiales, agentes de la Seguridad del Estado, con el objetivo de amedrentarme, manipularme.
Había un teniente coronel con algún mando superior allí en Camagüey, y entre otras cosas sus amenazas fueron que yo, que era tan joven, podía ir a prisión por hacer periodismo independiente, por haber salido a manifestarme, que él realmente no quería que eso sucediera, pero obviamente esa era la intención de ellos para con todos los que nos manifestamos el 11 de julio.
¿Cómo reaccionaste ante estas violencias?
Mi reacción a esas amenazas siempre fue la indiferencia. Yo creo que vino de la fe, o de la fuerza que me dio la oración, y de que llevaba tiempo preparándome para un momento así, tal vez inconscientemente. Siempre me mantuve indiferente a todo lo que ellos me decían, a todas las amenazas. Me propuse no darles la oportunidad de verme amedrentada, de verme mal. También por esa paz que sentía, que mencioné ahorita. Todo eso me ayudó a pasar esos días lo mejor posible, porque por supuesto en esas condiciones nunca se está bien, pero fue algo que me ayudó a sobrevivir.
Pensaba que iba a seguir detenida por más tiempo, y finalmente iba a ser condenada a prisión, pero no sucedió. Yo creo que ayudó mucho la visibilidad que tuve en esos días, muchas personas se solidarizaron, personas de la Iglesia, personas del Periodismo. Creo que eso me salvó como a mucha gente que fue visibilizada por páginas de activismo, y eso creo que es algo que todos deberían saber. A pesar de las amenazas, de que los abogados o las personas cercanas a los detenidos apuestan por no revelar información, por mantener silencio, es todo lo contrario. En esos casos, lo que mejor se puede hacer es denunciar y exponer la situación. Mi familia, por ejemplo, cuando no sabía de mí, comenzó a publicar y a exigir información sobre mí en las redes sociales. Yo creo que también esa fue una de las cosas que ayudó. También supieron de mí a través del obispo de Camagüey, que no solamente buscó información sobre mí, sino también sobre el padre Castor, que estaba detenido, y sobre otros jóvenes.
Durante el tiempo que estuve en reclusión domiciliaria —un mes y dos días, desde el 21 de julio hasta el 23 de agosto— estuve sin salir prácticamente de mi casa. Solamente pude salir al hospital en una ocasión y luego a un despacho con la abogada que mi familia había contratado. El resto del tiempo estuve enclaustrada en mi casa, también haciendo reposo porque seguía enferma… El 23 de agosto en la mañana se presentaron dos oficiales para informarme que había sido citada para Villa María Luisa, que es una de las sedes de la Seguridad del Estado en Camagüey (es como la sede homóloga de Villa Marista). Nunca pensé que la noticia iba a ser buena porque fui preparada para ser detenida otra vez, pensé que iban a revocar la medida anterior de prisión domiciliaria a prisión provisional y fui preparada para quedarme, con ropa, cepillo, jabón… Cuando llegué allí tuve que esperar un tiempo y la fiscal, cuando finalmente me vio, me dijo que mi caso había sido cerrado, que había sido beneficiada con una cláusula de la ley, y que ya quedaba libre después de más de un mes en ese proceso.
En ese tiempo que estuve detenida en casa seguía denunciando la situación, nunca me callé, varias televisoras y emisoras de radio me entrevistaron y nunca tuve miedo a dar a conocer lo que me estaba sucediendo, porque yo tenía la certeza de que, en primer lugar, eso podría ayudarme y, en segundo lugar, que era mi deber como periodista, como parte de sociedad, denunciar la injusticia que estaban cometiendo conmigo y con muchos cubanos más.
Antes del 11 de julio hacías periodismo. ¿Cómo fueron tus inicios? ¿Qué te impulsó a hacer este trabajo? ¿Te detuvieron antes, o qué otras formas de represión tuviste que enfrentar? ¿Cuántas otras detenciones han sucedido desde entonces y en qué circunstancias?
Para mí 2019 fue un año significativo, un antes y un después en mi vida. Recuerdo que ese año hubo una asignatura que recibí en la carrera sobre Introducción al Derecho Penal que me enseñó mucho, pero a la vez me impulsó a todo lo que vino después. Fue increíble, nunca pensé que una asignatura me fuera a marcar tanto. El trabajo final lo hice acerca del proceso penal que llevaron contra los 75, los presos políticos de la Primavera Negra de Cuba, y analicé las cuestiones que en el proceso habían sido violadas. Esta realidad muchos las desconocen. Aprendí sobre la persecución política que había a muchos cubanos en ese tiempo, conocí medios, conocí proyectos de la sociedad civil cubana independiente y decidí en ese momento –ya yo trabajaba también, a la vez que estudiaba– dar un vuelco a mi posición política. En aquel entonces mi postura había sido la de callar o la de mantenerme al margen de algunas cosas, pero ya tenía 21 años y había decidido posicionarme contra las injusticias que están sucediendo en Cuba. Desde la Iglesia, como católica, como cristiana, decidí ser Iglesia en esa realidad. Y eso me llevó cada vez más lejos, comencé a colaborar con La Hora de Cuba a finales del 2019, y en todo ese tiempo mi propósito era dar a conocer las injusticias y ser la voz de aquellos que en ese momento no tenían la posibilidad de denunciar.
Por supuesto que el Periodismo que se posicione en contra de la ideología impuesta en Cuba va a tener consecuencias, consecuencias grandes, hay muchos testigos de eso y víctimas también. Después de mi salida he vivido que en fechas significativas la policía política se pone nerviosa y, he sufrido cortes de Internet, vigilancia en casa, todo eso. Ahora han menguado un poco, pero se han mantenido y han sido consecuencia de esa decisión que tomé en 2019 y que he mantenido hasta la fecha.
En las ocasiones en que he sido detenida, he vivido diferentes experiencias. En total han sido hasta el momento tres, sin contar la del 11 de julio. Estas han sido de pocas horas, pero también han tenido sus consecuencias. Por ejemplo, en una ocasión me retuvieron mi teléfono y luego, cuando me liberaron y me lo entregaron, no volvió a funcionar. También en otra ocasión un agente de la Seguridad del Estado, en una especie de interrogatorio, me hizo amenazas desde una posición como de acoso ya no tanto policial —aunque también—, pero de acoso sexual, por la posición en que me hablaba, por la manera en que se expresó. En otra ocasión fui detenida de noche y llevada en una patrulla hasta este lugar que antes mencioné, Villa María Luisa, y bueno, eso es parte de los instrumentos que usa la Seguridad del Estado, el Ministerio del Interior, contra las personas que se revelan, que tratan de no seguir la corriente y de no callarse.
Además del periodismo, ¿crees que tu vinculación con la Iglesia Católica pueda haber influido de una forma u otra en tu activismo y en la represión de la que has sido objeto?
El hecho de ser cristiana, de ser católica, de profesar una fe, ha marcado estos años y forma parte de mi identidad. Por supuesto que la primera motivación para mí es acompañar a esa persona que sufre la separación de sus hijos, que sufre la prisión. En el Evangelio hay una frase que a mí me gusta mucho y que en este tiempo me ha guiado de cierta manera y es "acuérdense de los presos como si estuvierais con ellos detenidos". Es como para recordar que todos podemos estar en esa situación, y que la misericordia, la compasión, con estas personas es primordial porque nadie se imagina lo que eso significa hasta que lo vive, y más cuando es injusto.
La otra motivación que parte de mi fe es el hecho de compartir la verdad, de hacer conocer la verdad, eso implica, por supuesto, hacer un trabajo periodístico serio, que se acerque a la realidad, que sea lo más fiel posible a ella, que trate de siempre poner a la persona en primer lugar en cualquier situación en que esta se encuentre.
Y creo que hay que respetar siempre la decisión de la persona, su identidad, la información que comparte. Creo que si a un periodista le dan la oportunidad de acercarse a una realidad es algo sagrado, es como cuando tú te relacionas con alguien que ha sido víctima de un abuso, que ha sido víctima de una injusticia, y esa persona se está abriendo a ti; eso es tierra sagrada. Eso hay que respetarlo.
¿Crees que esto influye en tu enfoque del periodismo al abordar temas complejos o controversiales como la identidad de género, la educación laica, la violencia doméstica, la información sesgada que se distribuye a través de redes sociales, o algún otro que hayas enfrentado?
La segunda vez que fui detenida fue por acompañar a una citación a uno de los entrevistados que tuvimos en La Hora de Cuba en contexto del 15N (15 de noviembre). Era un joven universitario que en ese momento había decidido formar parte de la iniciativa cívica y nos concedió una entrevista, porque en la universidad la habían llamado de la rectoría para interrogarlo y amenazarlo. Eso lo publicamos y luego fue citado a Villa María Luisa también. Para mí era primordial estar ahí, acompañando a pesar de las consecuencias, y la consecuencia fue una detención y unas amenazas, pero el hecho de haberlo acompañado significó mucho.
Otra de las cosas que creo influye es el hecho de cuidar y cuidarme, como persona y en todos los aspectos, pero sobre todo psicológicamente, porque cuando haces periodismo te puedes encontrar con todo tipo de situaciones: un anciano que está solo, que tuvo un derrumbe en su casa, la madre de un preso político, una niña que perdió a sus padres por un crimen… Puedes encontrarte con todo tipo de situación dolorosa, y es importante saber cómo lidiar con las emociones que eso te provoca.
En tu trabajo como periodista, ¿cómo lograbas mantener un equilibrio entre la carga emocional que implica tratar con historias de sufrimiento humano y tu propio bienestar emocional?
En mi caso, una de las maneras que me ayudaba a lidiar con todas estas historias y para equilibrar las emociones era, por ejemplo, escuchar música o también hacer fotografías y compartir con amigos. Es muy importante que un periodista en general, pero uno independiente, por las circunstancias, puede vivir en una especie de soledad. A veces mucha gente no está dispuesta a acercarse a ese que es perseguido, y es importante en la medida de lo posible ampliar el círculo de personas, intentarlo y rodearte de personas que te puedan apoyar porque van a ser tu sostén en un momento en que lo necesites.
El periodismo tiene una gran responsabilidad social. ¿Cuál consideras que es la mayor tarea de un periodista hoy en día, especialmente en el contexto cubano?
Toda la información que se pueda recoger hoy, todo lo que se pueda documentar y se pueda publicar desde el periodismo aferrado a la verdad va a ser fundamental para reescribir nuestra historia mañana cuando tengamos una Cuba libre. Y porque también es una manera de hacer justicia a todas las personas que hoy están sufriendo, todas las personas que hoy están siendo violentadas y vulneradas en sus derechos.