La activista cubana Elena Larrinaga fue galardonada recientemente con el Premio Jeane J. Kirkpatrick 2024 que otorga el Instituto Republicano Internacional (IRI). El premio, que reconoce la labor de dos defensoras de la libertad y los derechos humanos, también fue entregado a la periodista nicaragüense Berta Valle, informó la revista Alas Tensas.
Larrinaga, quien fue presidenta de la Federación de Asociaciones Cubanas en España, es cofundadora el Observatorio de Derechos Humanos de Cuba y preside desde Madrid la Red Femenina de Cuba y el Partido Demócrata Cristiano de Cuba. Fue premiada por su trabajo de apoyo a los presos políticos en la Isla y su colaboración con las Damas de Blanco.
La ceremonia, organizada en Washington por la Red de Mujeres por la Democracia del IRI (WDN), fue presidida por Daniel Twining, presidente del IRI y contó con la participación de la senadora Cynthia Lummis, de Wyoming. Lummis, junto al Consejo Asesor de la WDN, ofreció una recepción previa donde discutieron el rol crucial de las mujeres en la promoción de la sociedad civil y el progreso democrático.
"Supone un apoyo irrestricto a la labor de la mujer en Cuba, a la defensa de sus derechos a participar en la vida pública, a la denuncia de la violencia que se ejerce contra ella desde el ámbito familiar, social e institucional, tanto física como psicológica. Supone que el mundo nos escucha, que saben lo que pasa… Me ha sido concedido a mí, pero sé que es testimonial, es para todas las mujeres cubanas", declaró Larrinaga a Alas Tensas.
El Premio Jeane J. Kirkpatrick, nombrado en honor a la Dra. Kirkpatrick, miembro del directorio del IRI y defensora de la inclusión femenina en la política, reconoce las contribuciones significativas de las mujeres a la democracia y los derechos humanos.
Las obras de Berta Valle y Elena Larrinaga son un llamado a la acción contra los regímenes de Cuba y Nicaragua, y constituyen un recordatorio de la fuerza del activismo de las mujeres en América Latina.
Elena Larrinaga nació en La Habana, en diciembre de 1955, y emigró cuando era una niña. Su padre era el vicepresidente ejecutivo de Antillana de Acero y, al ser nacionalizada la empresa luego del triunfo de la Revolución, la familia abandonó la Isla. De formación católica, Larrinaga a dedicado su vida a la defensa de los derechos humanos en Cuba.