Back to top
Represión

El agravio del girasol

Al momento de publicar esta crónica de su arresto, la periodista de DIARIO DE CUBA Yania Suárez ha sido citada por la Policía.

La Habana
Yania Suárez.
Yania Suárez. Y. Suárez/Facebook

No debería redactar esta crónica. Traidoramente servirá de distracción al hecho que le dio origen, que no se detiene mientras nosotros lo hacemos y, al contrario, se agrava.

El acontecimiento es este: hace cinco días Luis Manuel Otero Alcántara se martiriza en su casa en San Isidro porque la policía política lo ha empujado a un límite desesperado. Lo último que le hicieron fue encerrarlo en un calabozo con dos matones que lo amenazaban e insultaban. Además, le rompieron en plena calle sus obras de arte. Es decir: entraron a su casa, le arrancaron sus dibujos de las paredes, los estrujaron como un cartucho a la vista de todos, luego se lo llevaron a él y lo encerraron con esos delincuentes que sabían mucho de su vida.

Hay un momento bendito en que la situación se vuelve intolerable. En que uno siente que ya es contigo la cosa, que si aguantamos un poco más te estarían dañando. Ese momento para mí llegó con el video de Luis Manuel del 29 de abril de 2021, con su voz fuerte que se apagaba, su piel sin brillo, sus mejillas hundidas, él sin vida…

Doblé por la esquina de Damas y San Isidro frisando las 4:00PM. Había una patrulla con varios policías de uniforme y otros de civil que conversaba a un lado. "Puros hombres", como dirían los mejicanos (o sea que tuve suerte). De esa esquina a la puerta de Luis Manuel hay dos pasos que se vencen volando. Caminando sin parar. "Déjala", oí que un seguroso  gritaba a mis espaldas a otro que ya se abalanzaba sobre mí. Sorprendida me vi tocando sin interrupción las ventanas de la casa de Luis Manuel y llamándolo. ¿De verdad me iban a dejar? Pero al tercer llamado, ya estaban unas mujeres de civil listas para apresarme. De manera que saqué el girasol que llevaba (que era mi plan inicial) lo puse en la ventana y pude gritarle a Luis Manuel que estaba en compañía mientras me acarreaban.

Luego vino la patrulla, la amenaza, el arresto. Lo que hacen los esbirros.  En la puerta de la unidad me dejaron dentro del carro un tiempo, pero hablaron sin cuidado entre ellos cerca de mí, de manera que supe el por qué de mi suerte:  "No hacía cinco minutos que yo me había ido de la esquina", se quejaba una de las mujeres. "Yo tuve que salir con el zapato desabrochado", decía la otra. Es decir, que el medio minuto de gracia que tuve para llegar a la puerta de Luis Manuel se debía a la ausencia de esbirras femeninas en ese momento en la calle. También escuché que ellas se llaman a sí mismas "Las Marianas" y que trabajan en un sitio de informática que queda en 60 y 5ta B , en Playa. Están haciendo unas prácticas de represión, parece, a las que una de ellas les habría encontrado especial apego, a juzgar por su actitud pendenciera y lo cómoda que se veía entre las armas.

Me interrogó un mayor de la contrainteligencia supuestamente llamado Denis que fingía creer el discurso ortodoxo de la propaganda. En verdad se trató de esa clase de debates que ellos tienen contigo donde pretenden admirarte, ser amigos. Una situación esquizofrénica a la que no me acostumbro aún, si me disculpan, Denis, porque los amigos no se encierran los unos a otros. Yo, por lo menos, no lo hago con los míos.

El sujeto eyectaba sin parar ideas refractarias en mi dirección: que en todos los países pasaba lo mismo, que en Inglaterra no se podía hablar más de la reina ni en EEUU del presidente, que Luis Manuel era un mercenario, que recibía órdenes directas del representante de EEUU… Casi estuve a punto de creerle en su actuación si tan solo no me hubiera dicho que en Cuba no se expulsa a nadie del trabajo por su proyección política, lo cual me pasó hace años en el ISA.

El tópico que más repetía mi amigo Denis (a quien yo agradecería que dejara de decirme "titi" o "mimi") era la falsedad de las huelgas de hambre. En su ayuda apelaba a lo mostrado en la TV sobre la última huelga de José Daniel Ferrer. Durante la cual, como se sabe, una cámara oculta de la policía política filmó a un chivato con un plátano burro que se lo pasaba a otro señor ahí, que supuestamente lo llevaba en una jaba opaca a casa de José Daniel Ferrer (en la cual la mujer y el niño sí comían) y eso se convertía en evidencia para ellos de que el opositor rompía el ayuno.

En las dictaduras, cualquier proposición torpe con apariencia de prueba es suficiente porque enseguida Denis abandona el puesto de fiscal y se sienta en el jurado para ratificar él mismo lo que dice, y luego va al sitio del juez y emite una sentencia deferente. La Justicia, todos sabemos, es broma para ellos: a mí primero me acusaban verbalmente de "haber penetrado en un área restringida" (delito que no sé si existe) y luego en un acta se leía algo así como "asistir a un sitio proclive al desorden público"; luego en otra hablaban de desorden público y peligro de transmisión de Covid-19 y en una tercera de "escándalo público". Era como un menú hecho con desgano.

Sentí que ellos sabían que el romper las obras de Luis Manuel en plena calle había sido un error costoso. Sentí también que no piensan reconocerlo y que están poniendo sus esperanzas en la propaganda que el show de Humberto López y otros espacios oficiales puedan brindarles. El detalle es que las pruebas ineptas que ellos fabrican, si bien les sirven para congratularse, no convencen a nadie. Menos van a disuadir a Luis Manuel. Ningún programa de televisión detendrá una tragedia en la realidad que ignoran.

La estación policial de Infanta y Manglar es como un manicomio. En los tres ambientes en que estuve conté 43 imágenes de Fidel Castro, lo cual te impide, en principio, descansar la mirada en cualquier parte. Cada vez que volvía la cabeza estaba él vestido de pelotero, él durante el Moncada, él con Nelson Mandela, él dictando en la Plaza. En el recibidor hay una gigantografía de él donde enseña los dientes. No es una sonrisa. Es más bien una entrega mezquina que en todo caso celebra que hayas caído en sus garras. Siguiendo el paradigma, me amenazaron con que la próxima vez que incurriera en esos delitos, será peor el castigo. Mi amigo Denis que a veces sonreía.

Pude aliviar la mirada cuando delante de mí pasó David D'OMNI, a quien traían también detenido porque también había llegado al límite del aguante en este país que destruyen los esbirros.


Al momento de publicar esta crónica de su arresto, la periodista de DIARIO DE CUBA Yania Suárez ha sido citada por la Policía.

Más información

6 comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.
Profile picture for user Amadeus

¿Y que dice de esto Miguelito Rodriguez y demás cortesanos? ?

Profile picture for user Ana J. Faya

Excelente crónica, denuncia, de esta cubana con toda la dignidad que les falta a los esbirros de esa dictadura. Esos esbirros paternalistas, machistas, envalentonados en sus uniformes, que Yania describe con sus "titi" y sus "mimi" dan ganas de vomitar. Esa mujer tiene cien veces más dignidad que todos los esbirros de Infanta y Manglar juntos.

Profile picture for user Plutarco Cuero

A todos los Ceaușescu les llegan sus 120 balas ....

Que lastima que la " revolución " ha podado los arboles

Profile picture for user Plutarco Cuero

¿ Podar ...? ¿No es más bien como regarlos con napalm y esperar a ver si retoñan ... ?

ellos saben que lo que esta para ellos nadie se lo quitara, lo que viene vendra y los gatos se esconderan de los ratones