Felicidades, mamá. Este domingo 13 de mayo es el Día de las Madres y el cumpleaños 71 de Isabel Urquiola Cruz, quien, por tanto, debe recibir felicitaciones dobles.
Las felicitaciones serán dadas, pero habrá amargura en ello. El pasado 8 de mayo, el Tribunal Municipal de Viñales, Pinar del Río, condenó a su hijo, el doctor Ariel Ruiz Urquiola, biólogo eminente y conservacionista implicado en la recuperación de la diversidad biológica del Parque Nacional Viñales, a un año de privación de libertad por el delito de "desacato".
Supuestamente, el científico llamó "guardia rural" a un guardabosque que aparentaba realizar un chequeo rutinario por su finca, pero que desde que entró a ella comenzó a tener una conducta indebida y vulgar sobre las tierras que Ariel cuida como usufructuario.
El biólogo grabó al funcionario devenido intruso con la cámara de su móvil, pero los archivos fueron ocupados por la Policía y no presentados en el juicio. Sin embargo, el testimonio del guardabosque, sin más pruebas que su palabra desleal, sirvió al Tribunal para condenar con el máximo rigor que para el "desacato" contempla la ley.
Cuenta Omara Isabel Ruiz Urquiola, hermana de Ariel, que en una conversación telefónica su hermano le confirmó que no había llamado "guardia rural" al funcionario, sino que frente a su actitud hostil y luego de negarse a enseñar su identificación, le preguntó si aquella invasión era al estilo de un guardia rural.
La carrera profesional de Ariel Ruiz Urquiola es brillante. El proyecto de rescate de la diversidad biológica de la zona más antigua de poblamiento del Caribe insular ha sido llevado adelante con el apoyo intelectual y material de la Universidad Humboldt de Berlín, donde sus estudios han resultado lo suficientemente interesantes como para añadirlos a programas de desarrollo. Igualmente, han contado con el apoyo de otros biólogos, profesores de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, como Elier Fonseca y Emir Pérez, además de su hermana y su madre.
En este día de las madres y cumpleaños, Isabel Urquiola no podrá estar con su hijo, a quien no pudo ver durante el confinamiento previo al juicio, ni después de dictada la sentencia. En una foto que muestra su hermana, Ariel parece amenazarla con mojarla a ella, que toma la imagen, mientras su mamá aparece sentada al fondo.
"Ariel había intentado —cuenta Omara Isabel— decirle a mi mamá cómo se sembraba, y ella le recordó que fue ella quien lo enseñó a hacerlo. Yo le dije que era cierto, que mi mamá sembraba mejor que él. Entonces él me apuntó de esa manera con la manguera".
"Mi mamá tiene muy buena mano para las plantas, todo lo que siembra se le da".
En 1959, Isabel Urquiola tenía 12 años, se enamoró de aquella idea de que cada cubano supiera leer y escribir, y puso la finca de su papá, en el municipio pinareño de Mantua, a disposición de la alfabetización de los trabajadores.
Poco después, como miembro de la Campaña de Alfabetización, marchó a la provincia de Camagüey, a donde su padre, preocupado por su hija adolescente, fue a buscarla.
Con la tozudez heredada por sus hijos, y conocida por sus amigos, Isabel Urquiola desobedeció por primera vez en su vida la autoridad paterna y permaneció enseñando.
En 1973, el año que nació su hija Omara Isabel, se graduó de maestra de Ciencias Biológicas y Producción Agropecuaria. Se había decidido por la docencia, abandonando su interés por la Medicina, frente a la necesidad de maestros que anunciaba el país.
Como profesora fue fundadora de la Escuela Vocacional Lenin en su sede inicial de la calle Vento, y jefa durante décadas de la cátedra de Biología en la Secundaria Marta Abreu, en el municipio habanero Playa, donde reside.
Al año siguiente de su graduación, en 1974, nació Ariel.
Su hija Omara Isabel, de 44 años, es graduada de Historia del Arte, profesora en el Instituto Superior de Diseño (ISDi) de la Universidad de La Habana y especialista en la historia del diseño y cultura cubana enfocada a la conservación del patrimonio construido.
Si todo ello no fuera suficiente para que Isabel Urquiola sintiera sus años de vida y esfuerzos compensados, habría que añadir que la relación de hermandad de sus dos hijos tiene la belleza de lo que se prueba en la adversidad.
Desde el 2005 Omara Isabel padece un cáncer de mama y la dedicación y empeño de su hermano por salvarla le han hecho la persona en Cuba con más conocimiento sobre los carcinomas ductales infiltrantes, el tipo que ella padece.
Los esfuerzos han sido recompensados pues Omara Isabel es la paciente de mayor sobrevivencia en Cuba con ese tipo de patología. Es también una de las personas con mayor sobrevivencia en el mundo.
Por sus medicamentos, en ocasiones mediocremente gestionados por las autoridades cubanas de Salud, Ariel ha realizado protestas, hasta llegar a la huelga de hambre y sed protagonizada en noviembre de 2016, para forzar su adquisición por el Estado cubano, luego de que Omara llevara dos meses sin poder aplicárselo.
Ninguna de esas protestas, ninguno de esos empeños mayúsculos que pueden ir desde salvar la vida de su hermana hasta crear una finca con especies animales y forestales preciosas, y la ambición de desarrollar la biodiversidad en un entorno de cría ilegal de cerdos, corrupción administrativa y asedio paramilitar, han sido llevados adelante sin la utilización de los medios de prensa, instrumentos legales y políticos, que a su disposición ha puesto la sociedad civil cubana.
Es por todo ello que ahora se ha realizado tamaña manipulación legal para llevar al científico a prisión, convirtiéndolo en un preso político, uno de los primeros del Gobierno recién comenzado de Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Semejante amor y talento, semejante orgullo de ser cubano, debía ser agredido por el castrismo y la perfidia persistente de lo peor que anida en esta Isla.
Llegará el día en que cada cubano asumirá como una tarea personal restañar a la nación del daño causado por el castrismo. Omara Isabel y Ariel lo han emprendido hace mucho, para orgullo de su madre, sus amigos y la patria que los vio nacer.