Restan pocos días para que se encienda el pebetero en el Estadio Olímpico de Tokio. Sin público en los graderíos y bajo el estado de emergencia decretado por las autoridades niponas por el impacto de la pandemia del coronavirus, se inaugurarán al fin los juegos múltiples más atípicos de la historia con un año de retraso.
Cuba, en medio de una crisis sanitaria, económica y social que ha generado manifestaciones contra el Gobierno en decenas de puntos del territorio nacional, se presentará con una delegación de 69 atletas, la tercera más pequeña después de las citas de Roma 1960 y Tokio 1964.
A pesar de esto, las autoridades deportivas en la Isla han mantenido su discurso triunfalista y sostienen el pronóstico de superar los cinco metales dorados alcanzados en las dos últimas ediciones estivales de Río de Janeiro 2016 y Londres 2012, para quedar ubicados entre las 20 primeras naciones en el medallero final.
Lejos están aquellos momentos gloriosos del deporte cubano y su increíble quinto lugar por países en los juegos de Barcelona 1992. La caída del campo socialista golpeó a una economía dependiente y el deporte en la Isla se fue deteriorando y cediendo terreno en las arenas internacionales, al punto de perder la supremacía hasta en las citas regionales.
Con una infraestructura precaria para realizar entrenamientos y competencias, carencias de todo tipo, falta de topes internacionales de primer nivel en la mayoría de los deportes, etcétera, desde hace varios años los que mueven los hilos del deporte en Cuba han apostado por fabricar atletas de laboratorio ante la ruptura de la pirámide de desarrollo, en un acto desesperado por mantener el prestigio mundial.
Así, mientras la gran mayoría de los países participantes han desarrollado su sistema deportivo fortaleciendo sus ligas profesionales, invirtiendo capital o motivando a sus atletas a superarse en otros lugares con mejores condiciones, el deporte cubano continúa en caída libre "amamantado" por un Estado con escaso presupuesto que se desangra por días.
De esta manera, llegarán a Tokio 36 hombres y 33 mujeres repartidos en 15 disciplinas y sin representación en deportes colectivos, al ser eliminado el equipo de béisbol en el torneo preolímpico de la Florida.
Los deportes en los que participarán los cubanos serán: atletismo (18 representantes), luchas (12), boxeo (7), judo (6), canotaje (5), tiro deportivo (5), levantamiento de pesas (4), tenis de mesa (2), voleibol de playa (2), natación (2), pentalón moderno (2), taekwondo (1), gimnasia artística (1), ciclismo (1) y remo (1).
Sobrepasar las cinco preseas doradas en esta cita tal vez no sea una quimera, pero es una meta bien difícil de alcanzar.
Los abanderados de la delegación cubana el día inaugural, Mijaín López y Yaimé Pérez, son en los cálculos oficiales los dos atletas con mayores posibilidades de subir a lo más alto del podio.
La discóbola Pérez ha ganado todas las competencias importantes en los últimos tres años y varias reuniones internacionales en esta temporada. Sin embargo, el luchador grecorromano López, a pesar de tener un palmarés impresionante, con tres títulos olímpicos y cinco en Campeonatos Mundiales, es una incógnita por su edad y por haber estado ausente los últimos tiempos de las competencias internacionales.
Otra vez, en el boxeo se centran todas las esperanzas de la delegación cubana. Ese deporte ha alcanzado 73 medallas en toda su historia olímpica, 37 de ellas de oro.
Esta vez, dos son los candidatos con mayores opciones: Julio César La Cruz y Andy Cruz.
La Cruz, cuatro veces titular mundial y actual campeón olímpico en los 81kg, es también una incógnita por haber subido de división (ahora estará en los 91Kg) y haber sido portador del Covid-19 hace solo unos días, hecho que la prensa oficialista ha mantenido en secreto.
Andy Cruz, por su parte, pese a debutar en Juegos Olímpicos, es el único púgil campeón mundial vigente. Se mantiene invicto en 23 peleas, por lo que los especialistas lo dan como favorito.
Otro que bien pudiera alcanzar el título en Tokio es el saltador de longitud Juan Miguel Echevarría, con su aval de campeón mundial bajo techo en 2018 y de los Juegos Panamericanos de Lima un año después, medallista de bronce en el mundial de Doha en 2019 y líder en las competencias en pista cubierta en este 2021.
De los restantes competidores cubanos se esperan varias medallas, según las marcas y los lugares que han logrado alcanzar en los últimos tiempos, pero sería una sorpresa si pudieran subirse a lo más alto del podio olímpico.
Casos como el teakwondoca doble campeón del orbe Rafael Alba, la judoca campeona olímpica Idalys Ortiz, la dupla de Serguey Torres y Fernando Dayán Jorge en el canotaje, y algunos casos aislados en la lucha, boxeo, atletismo, incluso en el tiro deportivo, pudieran lograr ese objetivo si llegan en óptima forma deportiva y superan el estrés que genera la propia competencia.