Vuelve a publicarse casi 30 años después, en doble formato, en e-book y en libro en papel, la reconocida antología Poesía cubana: la isla entera, aparecida en la Editorial Betania en 1995. Sus autores, Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, seleccionaron 54 poetas cubanos residentes dentro y fuera de la Isla, algo que puede ser normal en cualquier otro país, pero que al tratarse de Cuba, representó una gran novedad que rompía el aislamiento y la parcialidad.
Esta nueva edición conmemorativa incluye un amplio prólogo del poeta León de la Hoz donde revisa el contexto político-cultural en el que la antología se publicó por primera vez. Como es conocido, la idea partió del año anterior, 1994, cuando desde su exilio madrileño Felipe Lázaro escribió a Bladimir Zamora, residente en Cuba, para proponerle una antología no excluyente, que Zamora aceptó, aunque se consideraba afín al régimen castrista.
De este modo fue posible esta edición sin exclusiones de ningún tipo y que representó, en palabras de Felipe Lázaro, lo que ha llamado "el espíritu de la isla entera" en contra del pensamiento único. Significativamente, la antología, en su primera aparición, no presenta un prólogo sino dos cartas cruzadas entre sí por los antólogos, en febrero y marzo de 1994, en las que se ofrecen las pautas de la compilación signadas por el hermanamiento y el intento de aunar a los poetas de dentro y fuera de Cuba.
De ahí el tono tan cercano de escritura desde el encabezamiento: "Hermano Bladimir" o "Felipe hermano", para proponer por parte de Felipe Lázaro un "proyecto de antología de la poesía cubana, que reúna a poetas nacidos a partir de 1940, residan dentro o fuera de nuestra isla", puesto que es consciente de la parcialidad de las antologías a partir de la Revolución, porque "Esa monstruosa dicotomía, impuesta como reflejo de nuestra historia más reciente, conllevó a que se publicaran antologías parciales, surgiendo la tesis de las dos orillas". En cambio, su propuesta se centra en que "es una la poesía cubana, como es una nuestra insularidad", por lo que el propósito es "dar así testimonio de la isla entera".
La respuesta de Bladimir Zamora desde La Habana es entusiasta y coincide con el proyecto que se le propone, aunque matiza: "Todas esas antologías parciales que a partir de 1959 —y casi hasta hoy— han presentado poetas de dentro o de fuera de Cuba, son el testimonio sincero de cómo nos veíamos y nos sentíamos entonces [...] Son reflejo valioso a nivel lírico, de un periodo dramático para la familia cubana, aunque por orgullo de opción política, durante años no nos lo hayamos dicho ni a nosotros mismos". De ahí que a los antólogos ya no les interese la agrupación o el lineamiento de los autores que se suceden por orden cronológico de sus fechas de nacimiento con una breve nota biográfica a la que se añade una bibliografía en la que, aparte de reseñar los títulos publicados del autor, se indican las antologías en las que está incluido.
Como bien señala León de la Hoz en el prólogo a esta segunda edición hay que tener en cuenta que en Cuba se ha fomentado una "segregación política" que rige todavía la vida del país. La imposición de unas directrices y la intervención del Estado en el pensamiento ha ocasionado que ser poeta se convierta en un riesgo, como bien lo evidenció el "Caso Padilla" (1971). Sin embargo, se han sucedido algunos intentos de cambio en la política cultural que al final quedaron truncados, como también se impuso en otros momentos la poesía dirigida y financiada por el patrocinio ideológico del Partido. Pero la poesía exige una libertad que fue evidenciada, aunque lejos de Cuba, en algunos eventos de importancia como las sesiones de mayo de 1994 en el Centro Olof Palme de Estocolmo o el evento realizado en la Universidad Complutense y la Casa de América de Madrid, "Jornadas de Poesía Cubana: La Isla Entera", en noviembre del mismo año, donde participaron 24 poetas e intelectuales de dentro y fuera de la Isla, que se volvían a encontrar después de muchos años. A ello se unieron otros acontecimientos significativos, como la creación de la revista Encuentro de la Cultura Cubana (1996), dirigida por Jesús Díaz, y la fundación de la editorial Colibrí de Víctor Batista. Estas y otras iniciativas, como indica De la Hoz, comenzaron a romper la visibilidad y la unilateralidad de la interpretación de la cultura cubana.
La antología que hoy vuelve a aparecer muestra su vigencia a pesar de la ausencia de entre los vivos de algunos nombres, entre ellos Bladimir Zamora que falleció en 2016, y de otros que eligieron el exilio formando parte de una diáspora, pero como dice León de la Hoz, "la idea sobre la cual se estructura el libro no ha cambiado. El origen político de la separación de los cubanos no ha variado, aunque los motivos de quienes se marchan hoy no sean los mismos".
Es evidente que esta antología se inscribe en la larga tradición de las colecciones de las antologías poéticas que comienzan a circular en Cuba a comienzos del siglo XIX, destinadas, sobre todo, a lectores que buscan tener entre sus manos, y en volúmenes manejables, textos breves destinados a la lectura y al entretenimiento. Ya entrado el siglo XX, las antologías van a responder a más importantes retos alcanzando la dimensión que les concedemos en nuestros días, la de difundir y dar a conocer el estado de la poesía en su pasado y en su presente calibrando el porvenir. De modo general, si durante el siglo XIX existió una intencionalidad de homenaje o divertimento, de encontrar un lector y llamar su atención por la originalidad de las obras reunidas, en el siglo siguiente, la antología responde mejor al empeño de un crítico con un interés científico e histórico o de marcar el criterio o el gusto de una época. Así la antología se constituye en un decisivo instrumento, pues puede servir de elemento legitimador de unas ideas o de una tradición, y en sus páginas puede presentar un panorama, en el que cabe una mediatización, pero también, y eso podrá ser más peligroso, puede presentar una mirada al sesgo.
El cambio verdaderamente sustancial respecto a la planificación del modelo antológico se produce en Cuba en la década de los años 20 del pasado siglo con la aparición de títulos de carácter más ambicioso y que son obra de intelectuales del momento, como el crítico y ensayista José M. Chacón y Calvo, Las cien mejores poesías cubanas (1922), o los intelectuales Félix Lizaso y José Antonio Fernández de Castro, La poesía moderna en Cuba (1882-1925) (1926). Ello coincide con un interés de valorar y proyectar la tradición poética en un momento en que está surgiendo una conciencia crítica con los primeros asomos de la vanguardia, que en Cuba se inicia en 1923 con la Protesta de los Trece, y con un empuje nacionalista frente a la injerencia estadounidense. Un espíritu valorativo y revisionista es característica de este grupo inicial, que se va a aplicar tanto a la política como a la literatura; el deseo de sanear, pero también de modernizar, constituirá el objetivo de esos intelectuales que muy pronto formarán parte del Grupo Minorista. Modernidad y cubanidad llevaban a analizar el presente para proyectar el futuro siguiendo el modelo consagrado de la antología La poesía moderna francesa, (1913) de Fernando Fortún y Enrique Díez-Canedo.
Otras antologías se suceden en la historia literaria cubana, entre ellas la más curiosa de esta época, y la más famosa, la que, en 1936, con ocasión de su estancia en la Isla, propició Juan Ramón Jiménez, y que dio lugar a La poesía cubana en 1936 (1937) con prólogo del poeta español y en la que colaboraron Camila Henríquez Ureña y José María Chacón y Calvo. Continuando en el tiempo, el grupo de Orígenes, nos entrega las antologías de Cintio Vitier, Diez poetas cubanos 1937-1947 (1948) y Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952) (1952), y también la famosa antología de José Lezama Lima, Antología de la poesía cubana, publicada en La Habana en tres tomos por el Consejo Nacional de Cultura en 1965.
Las antologías se han multiplicado en las décadas finales del siglo XX, y ha sido al final de la última década del siglo en la que ha empezado a tomarse conciencia más general de la necesidad de romper con la parcialidad que las abrumaba y de la que tanto los autores y lectores eran conscientes. Se hará indispensable evitar la beligerancia al hacer referencia a cuestiones políticas que culminaban con la parcialidad cuando no con la exclusión. Por eso el modelo de la antología exclusivista se suaviza en las últimas entregas de final de siglo con varios intentos. Así Humberto López Morales en temprana fecha había publicado en Nueva York la primera antología de la poesía cubana sin fronteras: Poesía cubana contemporánea. Un ensayo de antología (Nueva York, 1967); Orlando Rodríguez Sardiñas La última poesía cubana. Antología reunida (1959-1973), (Madrid, 1973), en cuya nota inicial se indica el deseo de amalgamar la poesía cubana de la Isla con la del exilio.
Le suceden en la misma intención León De La Hoz, La poesía de las dos orillas. Cuba (1959-1993) (Madrid, 1994), que recoge claramente la propuesta de Rodríguez Sardiñas a quien homenajea en el título y reúne a 36 autores por orden alfabético sin discriminación de orígenes. Un estudio preliminar plantea el enfoque general y la teoría justificadora con las reflexiones precisas acerca de los rasgos que afectan a la historia literaria analizando las décadas de los 60, 70 y 80 en Cuba para añadir un apartado con los poetas del exilio.
Con estos antecedentes antológicos surgidos lejos de Cuba, La isla entera fue el último intento de normalización de las dos vertientes, y el que más llamó la atención, pues su reto es recogido muy pronto por dos cubanos de dentro de la Isla, con lo que se provocó la salida en La Habana de otras compilaciones como Doscientos años de poesía cubana (1999) de Virgilio López Lemus y como hecho realmente decisivo, Las palabras son islas. Panorama de la poesía cubana. Siglo XX (1999) de Jorge Luis Arcos. La obra de Arcos es hasta ahora el proyecto más ambicioso. Se trata de una antología consultada en la que se pretende zanjar la desunión y los olvidos. En la "Nota preliminar" reconoce su inserción en la tradición antológica cubana citando los antecedentes con la intención de "romper esa mutua exclusión" que ha permanecido durante tantas décadas.
Es muy evidente que estas antologías de las últimas décadas han retomado la tradición abierta en la década del 20 del pasado siglo y valoran el carácter no sólo informativo sino de instrumento para el conocimiento profundo del decurso de la poesía cubana. En esta tradición, la mejor tradición literaria cubana, se inscribe Poesía cubana: la isla entera, que, como dice su prologuista, León de la Hoz, "es un libro magnífico y necesario que nos revela no sólo la calidad y vitalidad de la poesía cubana en todas partes, sino que ese centro geográfico que es la Isla es solo un accidente que hoy se repite en una Isla dispersa, sin ejes temáticos ni estilísticos impuestos por la burocracia". Con ello se ha cumplido el deseo de los antólogos, Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, y se ha retomado la mejor tradición antológica, la que combina el rigor de planteamiento y la selección por encima de valoraciones políticas excluyentes.
Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, Poesía cubana: la isla entera (segunda edición conmemorativa, con prólogo de León de la Hoz, Editorial Betania, Madrid, 2024).
Carmen Ruiz Barrionuevo es catedrática de la Universidad de Salamanca. Entrevistada por la revista Alas Tensas, afirmó: "Empecé a trabajar autores cubanos hace mucho tiempo, en realidad fue algo que se me presentó en mis comienzos como gusto y afinidad. Siempre recuerdo esa preferencia por la literatura cubana que se vio incrementada por las lecturas de sus autores y muy en especial, cuando leí Paradiso de José Lezama Lima".
La antología puede adquirirse en Amazon o descargarse gratuitamente aquí.
Como siempre, la amiga y colega Carmen Ruiz Barrionuevo promueve nuestra literatura con espíritu ecuménico, sin virus políticos.