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Libros

'Iconofagias. Un diccionario del siglo XXI'

Iván de la Nuez presenta este jueves en Madrid su último libro, del cual adelantamos aquí el prólogo.

Barcelona
Iván de la Nuez con un ejemplar de su libro.
Iván de la Nuez con un ejemplar de su libro. Cortesía del autor

Vivimos gobernados por iconos. Despertamos, y uno nos enciende el mundo. Vamos a dormir, y otro nos lo apaga. Da lo mismo si intentamos saber del tiempo o ubicarnos en el espacio, si queremos demostrar odio o empatía: todo es cuestión de pinchar en el símbolo adecuado.

Si alguien destaca en este mundo, ya no se convierte en un héroe o un mártir o un líder, sino en un icono: la idolatría suprema del siglo XXI.

Con el desplome del comunismo, quedó certificada la Era Digital-Era Global-Era de la Imagen-Nuevo Orden Visual. Cualquiera de estas denominaciones confirma el asalto al poder por las imágenes, su avasallamiento absoluto de nuestra experiencia, la correspondiente proliferación de selfis y fotos compartidas en redes ubicuas de las que no es posible escapar.

Con las cámaras convertidas en apéndices humanos —tal como ha alertado Joan Fontcuberta—, ya generamos más imágenes de las que podemos consumir; imágenes que nos someten y ante las que conviene sublevarse. Imágenes que nos degluten y a las que, de vez en cuando, conviene deglutir. 

A esa omnipresencia, podemos llamarle Iconocracia, un término que afianza una tiranía a la que es preciso contrarrestar, siempre que la entendamos como un ecosistema de poder y contrapoder. Un toma y daca entre gobierno y oposición donde cabe la vomitona radical de la iconoclasia, pero también la digestión crítica de la iconofagia: ese término que han compartido Norval Baitello Junior o Alfonso Morales, ese concepto que preludiaron Oswald de Andrade, Fernando Ortiz o Claude Levi-Strauss y que da título a una pionera exposición colectiva mexicana, comisariada por Alfonso Morales, que reúne algo parecido a una "ingeniería fotográfica".

De ahí también surge este diccionario, emplazado como una sola trama cuyos capítulos no son más que un compendio de mis ingestas. Palabras-episodios dispuestas para ser engullidas mediante un proceso de gestión, y digestión, de la iconografía que genera la cultura contemporánea. Términos que van desde la autofagia —somos pescadillas que constantemente nos mordemos la cola— hasta el Zoom, utilizado sobre todo a partir de la última pandemia para —en lugar de devorarnos a nosotros mismos— zamparnos las distancias.

En esa gestión de la digestión, pondremos sobre la mesa al selfi deglutiendo el retrato, el bar licuando el colonialismo, el exhibicionismo tragándose cualquier secreto o pudor, la postdemocracia dando dentelladas a la democracia, la guerra cultural devorando el futuro, el nepotismo a los méritos, el fin de la geografía al fin de la historia, la exposición al arte, el comisariado a un artista y su obra, la retaguardia a la vanguardia, la extinción a la supervivencia.  

Tomen, pues, este diccionario como una pequeña letanía diurna en la que repica una y otra vez la misma pregunta: si esta es la era de la imagen, ¿cuál sería, entonces, la imagen de esta era? ¿Cuál, entre todas, calificaría como el icono que la condensara? ¿Cuál, en fin, tendría el sello indiscutible de esa imagen capaz de valer más que otras mil imágenes?

Ahí están los derribos de las Torres Gemelas o las fotos de la protesta en la calle, con el retrato robot del indignado —The Protester— ya bien pulido por Time para su portada. Ahí están las guerras (culturales o anticulturales) que persisten en la postguerra fría y algunas estampas de las ciudades después de un atentado. Y los millones de selfis diarios y el inefable retrato de turistas que a su vez retratan. Y la foto del niño Aylan, muerto en la playa: esa tragedia recortada de un cuadro gigantesco que engloba a millones de desplazados (y que se basta por sí misma para personalizar el malestar de esta cultura). Y el asalto al Capitolio en Estados Unidos…

Algunas pertenecen al fotoperiodismo y son habituales en eventos como Visa pour l’Image o World Press Photo. Imágenes en las que la fotografía está amalgamada con la realidad. Pero aquí se tienen en cuenta, también, aquellas iconografías que no "ilustran" o "amplifican" (una catástrofe, un récord, una conquista), sino que evidencian, precisamente, la dificultad de entender lo que está pasando. En fin, esa crítica de las imágenes por las imágenes.

Ante un hecho tan visualizado como el atentado a las Torres Gemelas, un artista como Thomas Ruff se aplicó a conciencia este ultimátum. A una distancia normal, vemos al edificio ardiendo y el panorama es bastante obvio. Sin embargo, a medida que nos acercamos a su cuadro, la fotografía se pixela, queda desenfocada y deja a la vista una imagen brumosa: un paisaje abstracto de todo lo ocurrido que nos deja perplejos.

Mientras más nos hemos aproximado, menos hemos podido discernir.

Si Stockhausen llegó a definir ese atentado como la obra de arte perfecta, a Ruff no le interesa la perfección del horror, sino el obstáculo intrínseco para su conocimiento. Allí donde Stockhausen ve, Ruff percibe la ignorancia del que no alcanza a ver. Y así, cuelga sobre nosotros una imagen que interroga esa demolición que no acabamos de comprender, pero ante la cual, por eso mismo, necesitamos creer.

En esa fe radica la manipulación misma de las imágenes —en solitario o en catarata— que marcan esta época.

Y contra esa fe se posiciona este glosario.


Iconofagias. Un diccionario del siglo XXI contiene los siguientes términos: Autofagia/ Bar/ Cubantropía/Democracia/ Extinción/ Fontcuberta/ Guerra cultural/ Hipernormalización/ IA/ Juventud/ K.O/ Literatura expandida/ Museo/ Nepocracia/ Occidente/ Post/ Qué/ Retaguardia/ Selfi/ Trabajo/ Utopía/ Vigilancia/ Wifi/ Xenofobia/ Yuxtaposición/ Zoom. 

Iconofagias. Un diccionario del siglo XXI, de Iván de la Nuez se presenta en Madrid el jueves 21 de noviembre, a las 7:00PM en Olavide Bar de Libros (Calle de Olid, 14). Esteban Hernández conversará con el autor.

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