Gira la sangre
son dibujos
que nunca vas a ver,
posiciona su maña.
No reconozco el eje
dejo fuera al gris.
El reposo de un pez
en la memoria
pone una idea en precipicio,
obsesión del vapor
que brota
de la mano,
líneas abiertas
sobre la confusión,
ecos de vidas
con las que hubo colisiones,
cicatrices
equilibran la voz
el matiz de la nuez
encerrado en un hexágono.
Me sobra la saliva
la empleo en fantasmas
que me acosan;
genera vértigo,
ascenso de sonidos
cinco en podas,
inestable el boqueo
y los enlaces
que la mente tuvo
se cristalizan
provocan agujeros
violentos giros
a donde voy a parar
en forma de aprendiz.
Ancestral y ruda
respira en la auto contemplación
la mano de Juan Francisco Elso,
rompe una tela muy delgada
tras la cual reposo…
(palmada sobre el instinto,
el claxon de un fotingo
sacándote vilezas).
Como sombreado
aparece el incinerador,
nos dirigimos hacia una libertad
indescifrable
cada cual aporta
su grasa, memoria líquida,
goteo que se escurre
entre sombrías expresiones.
Gestos e ideas
quedan muy delgados
en una agilidad conmovedora:
contra los arrecifes
desde una radical abstracción
me reconozco.
Vendrá el lanzamiento de honor
(primero y único)
Se cierran los esfuerzos
la consagración,
vuela un pájaro en sosiego,
no llega a ser halcón
ni águila.
Ricardo Alberto Pérez nació en Arroyo Naranjo en 1963. Sus libros de poemas más recientes son ¿Para qué el cine? (Unión, La Habana, 2011) y Vengan a ver las palomas de Varsovia (Letras Cubanas, La Habana, 2013). Publicó una antología personal, Los tuberculosos y otros poemas (Torre de Letras, La Habana, 2008). Ha traducido a Paulo Leminski y otros poetas brasileños. Es integrante del grupo literario Diáspora.