Le da la gana
por la mañana
a Cachita le da la gana
El grupo Papakunkún atruena el espacio
Mi vecino se ha encaprichado, abre las ventanas
Y de ellas sale con toda fuerza una música
Con su estribillo estridente
Ay que me encapricho
Ay que me encapricho
I need some hot stuff
—shouts Donna Summer—
baby tonight
Ay que me encapricho
El grupo Pakunkún atruena el espacio
Mis padres en la sala están mirando
la misma vieja música, el programa
que lubrica sus huesos San Nicolás de la Fachada
Detrás del Peladero
Cierro la puerta
cierro la puerta de mi cuarto.
Huyo
Christ lag in Todesbanden
Y cuando Ana Magdalena abrió la puerta
Él estaba llorando en la habitación solitaria
Los sollozos lo estremecían, las manos cubrían el rostro
Y entre los dedos se filtraban las lágrimas,
Ein' feste Brg ist unser Gott
El grupo Papakunkún atruena el espacio.
Cierro la puerta
pero estoy con mi vecino, él está allí a mi lado
y tengo que bailar y no sé bailar
Wiederstehe doch der Sünde
Y vienen Pello, Ñico Membiela, el grupo Papakunkún,
Y el dengue de Juanita Calambuco
Y agitan sus vestidos en el aire
Ein' feste Burg
Veo tizones rojos, recipientes de pez y brea,
lagos congelados y fosos de excrementos,
habitaciones herméticamente cerradas
y una música sólida
On the radio
On the radio
On the radio
Nos moriremos y cada cual irá a su cubículo
pero la música será un trueno confuso
y querremos hablarnos y no podremos escucharnos
y no sabremos si la música quiere besar a Dios
o acariciar las nalgas de Juanita
Calambuco.
21/7/1982
Este poema, sin título, fue encontrado en la papelería de Raúl Hernández Novás (1948-1993) después de su muerte (suicidio). Es, como otros allí conservados, un poema síntoma. Estos poemas fueron finalmente compilados en Otros poemas. Textos inéditos y publicados en revistas (compilación de Jorge Luis Arcos, Casa de las Américas/Ediciones Unión, La Habana, 2015). Algunos de ellos no poseen un alto valor literario. Por eso, y porque exponían problemáticas muy personales, el poeta no los incluyó en ningún libro. Son, algunos, como documentos para el psicoanalista. Pero son poemas, también, y esto por sí solo nos arrostra a la interesante relación entre la muerte y la escritura.
Este, en particular, sí posee sin duda un valor literario, además de otros. Alguien comentó al leerlo que era de nuevo como la tragedia de Casal (Roberto Fernández Retamar). Sí, “él era otra vez Casal”, también escribió otro importante escritor (Fina García-Marruz). Es una furiosa, intensa singularidad. Incluso el poeta alcanzó a configurar en su texto como una síntesis de muchos de sus innumerables síntomas: pérdida de la identidad personal; afán de regresar (huir, escapar) al paraíso materno, ancestral; vivencia angustiosa del infierno temporal; dualismo entre el arte y vida. Pero estos síntomas adquieren en este extraño poema una resonancia universal.
El texto soporta muchas lecturas. Pero su valor último descansa en que puede propiciar en el lector un profundo reconocimiento.
Jorge Luis Arcos