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Narrativa

Eliminación de radicales libres

Un fragmento de 'Hoy como ayer', las memorias recién publicadas del autor, donde cuenta su expulsión de la Universidad de La Habana.

Madrid
Radicales libres
Radicales libres Istock

En la primera quincena de abril de 1980, en medio de lo ocurrido en la embajada del Perú y el posterior entramado del éxodo del Mariel, en el hospital donde estoy cursando la carrera preparan un Festival de la Juventud y la UJC del centro está inmersa en la organización. El secretario de la UJC del hospital me pide, como secretario que yo era de la FEU, que vaya a una reunión en la sede principal de la UJC de La Habana.

Cuando aquella noche llegué al lugar de la reunión, lo primero que hice fue identificarme por mi nombre y el del centro al que venía representando. Inmediatamente me di cuenta que yo seguramente era el único de los que se encontraba allí que no era militante de la UJC. Pensé que me habían enviado por una equivocación o descuido del secretario de la UJC del hospital.

Estaban representados todas las carreras y centros universitarios de La Habana. En cuanto empieza su discurso el secretario general de la UJC de La Habana, me percato de lo que se avecina: purgas o depuraciones, por diferentes razones, en la Universidad. Habla en un momento dado de lo que llama "religiosos" —estudiantes creyentes y, sobre todo, practicantes de una fe—: admite que son muy buenos estudiantes y que, por tanto, "para expulsarlos de la Universidad hay que buscarles una caquita" (sic), o sea, algún problema que presente, de índole personal o ideológico, pero que "no se diga abiertamente que se les expulsa por motivos religiosos".

También hablaron para señalar a "los homosexuales", a "los que visten con modas extranjeras", a los "que tengan ciertas ideas no acordes con los principios de la Revolución". Al salir de allí, comprendí que había muchas probabilidades de que fuera expulsado de la Universidad por ser católico practicante. Cuando llegué a casa le conté todo lo que había escuchado a Lourdes, y le dije: "me parece que ahora sí tengo grandes posibilidades de ser expulsado de la Universidad".

Al día siguiente, llamé al padre Julian Viau, que era secretario de la Nunciatura Apostólica, y le dije que necesitaba hablar con él lo antes posible. Fui a la embajada del Vaticano y le conté cómo se había desarrollado aquella reunión, que se realizarían purgas en la Universidad para los estudiantes creyentes. Quería que la Iglesia, y especialmente la Nunciatura, lo supieran, se prepararan y tomaran alguna medida si era posible. Ya no estaban en la Nunciatura Monseñor Tagliaferri ni Sambi, que habían terminado su labor diplomática en Cuba en el año 1978.

A mediados de abril, durante el Éxodo del Mariel y con la represión desatada, a Beatriz se le presenta la varicela. Como yo no la había pasado, me contagié con esa enfermedad infecciosa, pero al ser adulto me da con más virulencia. Paso a estar de baja médica en casa: no puedo asistir a las clases en el hospital Joaquín Albarrán. Me visita mi compañero chileno, Guillermo, y me dice que se había enterado que me iban a expulsar de la Universidad por católico —a él, por ser refugiado de Chile los militantes de la UJC le tenían confianza política y se lo habían dicho—. Se confirmaban mis sospechas sobre lo que me iba a ocurrir.

El día 19 de abril de 1980, después de la visita del amigo Guillermo, estando aún con la varicela, el régimen celebra —basándose en una instrucción del Ministerio de Educación Superior con fecha 17 de abril de 1980— en todo el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, y en particular en el hospital Joaquín Albarrán, lo que llaman "Asambleas Comunistas de Crítica y Autocrítica o Asamblea por la Educación Comunista". O sea, las purgas o depuraciones de los estudiantes que ellos consideraban que tenían "conductas impropias de un revolucionario", ejecutando lo que se había "orientado" desde las instancias superiores de la UJC, que a su vez cumplían órdenes del PCC y estos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y en particular de Fidel Castro. Las purgas que habían anunciado en la reunión a la que asistí.

El núcleo de la UJC, el núcleo del PCC del centro, la dirección del hospital y miembros de la Seguridad del Estado dirigieron la asamblea del hospital Joaquín Albarrán, como todas las demás. Yo no asistía, porque estaba pasando la varicela en casa. Proponen a todos los estudiantes, reunidos en el salón de actos, algunos nombres de compañeros para expulsarlos, por diferentes razones. Mi nombre está en esa lista.

Para justificar mi caso enumeran los motivos siguientes: a) lo religioso que yo era y que ellos "no sabían nada"; b) que recibí en mi casa a un familiar del extranjero (mi tía Noemí) y me había hecho regalos: unos pantalones vaqueros y unas camisas del extranjero, algo considerado en aquellos momentos "diversionismo ideológico"; c) que tenía relaciones con extranjeros de mi cuadra (los canadienses que visitaba); d) finalmente, que yo había llegado hasta la responsabilidad de secretario general de la FEU del hospital y eso era grave. Actuaban, al argumentar esta última acusación, como si no fueran ellos los responsables de que yo ocupara ese cargo, y escamoteando que, si no hubiera aceptado esa responsabilidad habría ya resultado sospechoso y por tanto con peligro que me expulsaran —ya se ve que al aceptar aumentabas el riesgo que en un momento dado lo utilizaran todo en tu contra, como así estaba siendo y lo pronosticó Tony Sowers.

A otra compañera que expulsaron en la misma Asamblea, le exponen que "según averiguaciones realizadas, estaba casada con un homosexual y que eso no se podía permitir". Ella no sabía nada de eso acerca de su marido: se entera allí delante de todos sus compañeros. Ese "conocimiento" —como tantos otros, basado en declaraciones de fuentes desconocidas, "de confianza" para el régimen— llevó al divorcio de la pareja. Pero, además, a que la expulsaran a ella. Por ese hecho de ser su esposo homosexual: ni tan siquiera por ser ella "una desviada". Esto es una demostración de lo patológico de ese sistema, de lo malvado del gobierno comunista. Mi compañera pudo reingresar en la carrera de Medicina dos años más tarde, después de mucha insistencia y trámites.

Las Asambleas (comunistas) de Crítica y Autocrítica de crítica (democrática y libre) no tienen nada, y de autocrítica lo único es que obligan —o presionan con amenazas de graves consecuencias— a los acusados a que declaren contra sí mismos, como ocurría en los juicios de la antigua URSS. Pero la maldad de estas asambleas no termina ahí: al pronunciar las acusaciones contra unos compañeros, presionan (prácticamente obligan) al resto que se pronuncien públicamente al respecto: aunque la mayoría no habla, someten la aprobación de la expulsión a una votación a mano alzada, para que todos vean quién vota y qué.

Como es de esperar en una dictadura comunista, todos votan a favor —a no ser que se arriesguen seriamente que a continuación a ellos les suceda lo mismo—. A todos los hacen cómplices, a todos los hacen responsables también de los que son sus objetivos oficiales: estiman con esto que se han fabricado una coartada, una fachada de democracia y que han hecho creer que la mayoría ha manifestado estar de acuerdo con las medidas que se van a tomar.

Después de mi expulsión, algunos compañeros, entre los que destaco una militante de la UJC, se atrevieron a llamar a mi casa para hablar con Lourdes y decirle que "lamentaban mucho haber tenido que votar a favor de mi expulsión", que "no estaban de acuerdo" con ella, pero "no les quedaba otro remedio, de lo contrario no podían seguir estudiando la carrera".

Estas expulsiones, como se ve en mi caso, estaban avaladas por informaciones que los CDR de la cuadra donde vive el estudiante habían suministrado a los dirigentes de la UJC —en estos casos los del hospital o de las facultades de la Universidad— cuando les hacían una visita para completar, con todos los datos posibles, absurdos y pintorescos, relacionados con su vida privada, el expediente político del acusado. Para mi proceso, supe que fueron a visitar a cuatro vecinos distintos del CDR para averiguar sobre mi persona. Además de las informaciones de esta organización, las expulsiones se basaban en informes de la Seguridad del Estado (G2).

Cuando me expulsaron de la carrera de Medicina mi papá me dijo: "Hijo, te han dado un título, porque no te han expulsado por ser mal estudiante, ni por mala conducta, sino por ser católico practicante y por tus principios". Esas palabras, ese apoyo de mí papá fueron y son de un valor incalculable. Expresan lo que de verdad importa en la vida: los valores fundamentales. Desgraciadamente, en un tipo de régimen dictatorial, como es el caso del comunista, son pocos los padres que tienen presente esos valores, son pocos los que dan fuerza y ánimo a sus hijos para ser firmes en sus convicciones y seguir adelante. Lo común en ese régimen es servir al miedo: llevar la "máscara", el "teatro", la mentira, el disimulo, integrarse en el sistema político renunciando a valores fundamentales. Lo normal es decirles a los hijos que simulen, que callen, que se adapten para que puedan estudiar y trabajar en ese sistema.


Tony Guedes, Hoy como ayer. Memorias (Betania, Madrid, 2021).

Tony Guedes (Unión de Reyes, Matanzas, 1951), con largos años de práctica en Madrid, donde pudo terminar los estudios de Medicina, publica sus memorias, a las cuales pertenece este fragmento, con esta convicción inscripta en la solapa del libro: "De todos los incidentes he aprendido algo. No solo de quienes me han enriquecido, de quienes he querido y estimado. Incluso de aquellos que, ya ejerciendo su voluntad consciente u 'obligados bajo presión' a someterse a la de otros, llegaron a hacerme algún daño".

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