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Poesía

Espejo de impaciencia (Díptico)

'Hasta los mudos, porque no podrán repetir consignas/ y, sobre todo, los payasos,/ capaces de escenificar nuestros horrores más sublimes.'

Madrid
Calle de La Habana.
Calle de La Habana. MSM

 

                             Mi memoria prepara su sorpresa

                                                  José Lezama Lima

 

                                        Para Manuel Díaz Martínez

 

I

No traigan al vidente Orlando a la gran fiesta.
Jamás a Silvia en cuyas piernas baila un colibrí.

Tampoco a Sergio, el tartamudo,
porque para palabras bastan las nuestras
y los oradores ya no son de esta época.

No digamos a la exquisita Matilde o al titiritero Osiris.
Aquí no necesitamos a los aguafiestas.

En este torbellino sucesorio ya somos jefes inmutables.
¡Eso nos basta!

Dictaremos las directrices maestras para el novísimo ismo
perfeccionado nuestro más caprichoso ghetto.

Nosotros juzgamos según nuestro más íntimo pasado.
Algunos conversos agazapados
—el disfraz siempre ha sido muy útil en tiempos convulsos—
otros esperando
—siempre esperando—
el cambio de piel o la mejor marea,
soñando con propiedades, aunque —por ahora—
solo sean ficticias.
Y esas palabras disparatada que suenan a ensoñación:
¡Jamás serán admitidas en nuestro nuevo Club social!

Queremos construir una nación casi perfecta
donde quizá exista toda arbitrariedad,
pero con mercado cautivamente atractivo.

Aspiramos a reunir a los más inútiles
para que nos sea más fácil toda posible permuta encubierta.

Y así poder vender la dichosa isla por la levedad del peso
evitando la imparable tragedia
de una inmensa oleada tardía de futuros desterrados.

Los amantes amados de la patria
queremos construir un vergel dogmáticamente exclusivo
y ordenamos que en la nueva República sobrarán:

los colores ácrata del arcoíris,
todos los librepensadores,
algún que otro sospechoso por su caminar cadencioso,
las ninfas con su flor en la más íntima entrepierna
o los escribanos, los más temibles de todos.
Hasta los mudos, porque no podrán repetir consignas
y, sobre todo, los payasos,
capaces de escenificar nuestros horrores más sublimes.

No hablemos de los idealistas, esos son traidores de raíz,
Y de las musas, todo es opinable.

¡Ah, amor mío! Y de los poetas:
¡Di todo, di más! Si te atreves.
Esos son pequeños tiranos
y, a veces, hasta libertadores.
Son románticos de profesión,
taciturnos y rebeldes, siempre opositores,
y los inocentes jamás podrán reinar
pues de su canto sólo debe creerse
lo estrictamente necesario.


II


De la tartamudez de un pueblo
cuídense todos los caudillos,
las máscaras perdurarán hasta el instante oportuno.

Esas simples marionetas del capricho vitalicio
de un solo hombre,
se hundirán en el abismo absurdo
de un destino geopolítico.

Definitivamente, las revoluciones interminables han caducado.

Ha llegado la hora de la ciudadanía activa:
Ansias de ser algo más que un puñetero país
en un estercolero repleto de alacranes.

 


Felipe Lázaro nació en Güines, en 1948. Poeta y antologador, dirige la editorial madrileña Betania. Este poema está incluido en Tiempo de exilio. Antología poética (Betania, Madrid, 2020), que puede descargarse gratuitamente, entre otros libros del catálogo de la editorial Betania.

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