No dijeron adiós.
En la cubierta del vapor
se contentaron con mirar
la placidez de la ensenada
hasta que el agua mudó a un azul hiriente
y anegó el espejismo de los pastos.
No hallaron apacible
el trajín de la caleta en la tierra de acogida,
el parque sin paseantes,
el compás acelerado del hablar.
Pero insistieron en hacer de ese páramo
un origen.
Jacinto murió ahogado
por la humareda de la caña.
Fueron diez los hijos de Ramona
contra todas las prevenciones
de su cuerpo diminuto.
La cuarta dio a luz a mi madre.
De ese tronco
queda el nombre de un barrio en Guánica,
la huella de los Montalvo en La Romana,
el poema que los eleva del olvido
bajo una luna turbia y estrellas que no se ven.
Néstor E. Rodríguez nació en La Romana, República Dominicana, en 1971. Ha publicado los libros de poemas Animal pedestre (Terranova, Puerto Rico, 2004), El desasido (El billar de Lucrecia, México, 2009) y Limo (OrganoGrama, Brasil, 2018), al cual pertenece este poema. Ha recogido estos tres libros en Poesía reunida (Zemí Book, San Juan-Santo Domingo-Nueva York, 2018).