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Narrativa

A dónde (fragmentos)

'Pudiera ser nada, lo que dura la patada voladora de una sibila, lo que un apagón, un patagón en Tropicana, un botellazo en la frente con mensaje de náufrago dentro, un perfume de lirio traído de un paraíso en infierno, una partida sin rumbo, en delirio.'

Miami
'Ocho púrpuras'.
'Ocho púrpuras'. R. Williams

 

—Siéntate —pide el hombre. Doscientos tates, trescientos tates; la cabeza casi emerge de los hombros cuando Nilo obedece.

—Lee cuidadosamente —dice, extiende al joven un papel y lleva el portafolio aún abierto junto al apóstol, bajo el mentón. El seguroso cruza las piernas, entrelaza las manos sobre las rodillas, atiende con fervor disimulado lo que serála lectura de Nilo. Este lo mira, piensa que los agentes de su adultez vienen menos apuestos, casi a-gentes. El David que lo atiende no es aquella estrella de Corrieri, le falta onda, carece de estrella. Y quépuede ser un David sin estrella, sino un subproducto cabalístico criollo que Nilo ya ve rogarle a Yaveh que se lo lleve y tire la llave.

 

[…]

 

—Lee, es una orden.

 Nilo lee, más rápido que Bruce Lee. Es una imagen de periódico que alguna vez tuvo color, una fotocopia. En ella el actor principal de la nación cubana aparece, en una esquina del texto en castellano, con un gesto de ira congelado, sin los maquillajes editoriales de la televisión de la nación. Manos escrupulosas borraron los indicios que esclarecen el nombre de la publicación pero Nilo sabe que la gráfica solo puede tener ese aspecto en el extranjero; Madrid, Miami... Cuidaron de no arruinar el artículo practicando los subrayados con una tinta amarilla fosforescente. El hombre, que no deja de alternar miradas sobre el texto y el rostro de Nilo, invierte el cruce de las piernas. Le parece a Nilo del tipo ansioso-depresivo, de los que tienden a perder la paciencia con la lectura del otro. El joven apresura la lectura, convencido de que algo pegajoso en ella lo implica. ¿Qué? En la primera parte el periodista cita fragmentos de la prensa cubana, siguen líneas sobre la maltratada oposición interna, el descontento y la agitación en el ámbito de la cultura. Y allí, como una banda de azogue bajo la tinta amarilla del marcador, la implicación:

"Nilo Pelayo presenta una seria tomadura de pelo. Su PROYECTO NECRÓFAGO responde a la solicitud del Gobierno de soluciones prácticas a los problemas del Periodo Especial por parte de los estudiantes de Arte. Nilo sugiere al Estado cubano un reordenamiento de la ética nutritiva del pueblo, a través de un trabajo concienzudo del Partido junto a las organizaciones de masas, orientado al procesamiento frigorífico a gran escala en el país de todos aquellos cadáveres de individuos muertos en buen estado de salud, con vistas a su enlatado, conservación y consumo durante una eventual hambruna en la llamada 'Opción Cero'. Postmodernidad y canibalismo son nociones llevadas hasta…"

 

[…]

 

Anti-Quijote, prisionero de senda letrada, tu nombre de río, el griego síndrome de la desembocadura. El Chutemas y tú eran mensajes de un cosmos alterno, noticias de fugas opuestas  en comunión.

Cerraste los párpados y fue como desconectar al Chutemas de la corriente del verbo. Dormiste por primera vez en dos noches.  No sabes por qué el Chutemas te cedió su turno al sueño y remó él solo hasta las horas finales de la madrugada, sin chistar.  Al despertar no hubo tiempo para preguntas. Fuertes vientos azotaban la superficie del mar destruyendo la metáfora del plato, alzaban rizos espumosos que salpicaban la balsa, dejándole las primeras pulgadas de agua. En el noticiero de las ocho el licenciado denominaba aquello como "marejadas peligrosas para embarcaciones menores". Así como la Potemkin no era "embarcación menor" sino molécula suelta en la inmensidad encrespada, el amanecer fue de un gris de crema endurecido.  La línea entre agua y cielo sufría el esfumato de una lluvia lejana.  Mirando a la distancia recordaste la oficina, el agente tenor, la cortina de saliva.

 

[…] 

 

Fósforos encendidos contra la noche se despiden los pelirrojos. La corriente trae timba. Cuatro negros en fuga te reconocen del barrio y sin pérdida de clave te saludan desde su artefacto flotante, "The yuma express". O te confunden, no es igual Nilo que Lino. No reman,  solo cantan y tocan. El artefacto lo navega Yemayá, su soplo  envuelve ese tramo de la corriente de Humboldt, si es que la fe contiene a la ciencia. Sigues la música  y el soplo de diosa detrás del artefacto. Los pierdes, te desconectas de los negros del barrio. "¡Dale suave, Lino!", escuchas sobre la percusión que se apaga en la distancia. Linotipo, tipo Nilo te preguntas si se trata de otra metáfora sobre el rumbo del viaje y la composición de tu ser o pura dislexia. Puede querer decir que debes volver. Volver al reino de la intuición pura, a la manigua donde la razón de silogismo sale herida desde la premisa hasta la conclusión. Concedo.

 

[…]

 

Tal vez algo de vida queda fuera de la vida,  en los márgenes del libro que trama el estudiante, en el instante anterior al salto sobre la piscina de mutuos clavadistas, al pie de la tabla rasa del placer. Algo podía atesorarse fuera del alcance de los condenados al sancocho del pensamiento ansioso, en el vacío necesario de la contemplación que ayuda a librarse de lo que no libera, con la tranquilidad que permite aprender de la naturaleza y de los renglones torcidos de la vida mejor que de los libros. Nilo observa el paisaje dactilar de su mano, en la profundidad del dibujo se agazapan partículas de papel y tinta del texto que no leerá, polvo de secreto que lavará el agua. La guitarra de Lógicus  cuelga de la pared frente a los ojos de Nilo, entre un cactus de las suculentas y un almanaque del Instituto de Turismo ilustrado con banderas rojas, diablillos y un Chevy del cincuentaiocho: "La guaracha, un arma de la Revolución", versa sobre la boca del instrumento remedando cirílicas. La cuerda tercera salta del clavijero y pende del puente del instrumento. El hilo de acero forma un delgado arco cuyo extremo libre se agita en el aire buscando dónde herir.

 

[…]

 

En verdad, cuánto. Pudiera ser nada, lo que dura la patada voladora de una sibila, lo que un apagón, un patagón en Tropicana, un botellazo en la frente con mensaje de náufrago dentro, un perfume de lirio traído de un paraíso en infierno, una partida sin rumbo, en delirio.

—¿Entonces qué? —pregunta Lógicus mientras exprime los fomentos

—¿De qué hablamos?

— Tienes un chichón con estrella de David en hematoma, justo  sobre el chacra del tercer ojo.

—No jodas, en serio…

—Ya quisieras. En serio es que amanecía cuando cuatro mulatas del equipo nacional de voleibol te dejaron recostado contra mi puerta con una botella vacía en la mano, esa.

—¿Las increíbles morenas del Caribe?

—Las mismas. Dormido cantaste en ruso, hablaste de los ojos de tu madre mirándote morir en un carro de la policía, un Tractatus, una dama escarlata

Nilo cuenta mientras se despierta. Lógicus especula, apuesta el cerdo a que eso fue una voladora, con el calcañal, kakato o con el canto del pie, sokuto; la amenaza a tu madre, sin dudas nihon-nukite.

 


Ramón Williams nació en La Habana, en 1969. Artista multidisciplinario, su obra de video y fotografía cuenta con numerosas exhibiciones e integra colecciones en museos de Europa y EEUU. Estos fragmentos pertenecen a su novela A dónde, escrita entre 1992 y 1994, y de próxima aparición.

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