Back to top
Narrativa

El último podador

'Decían que les recortaba las aletas a los goldfishs para que crecieran más, pero yo nunca entré al portal. Sí vi una vez que se recortaba las uñas con su minúscula tijera...'

La Habana

 

El exsargento vivía en una vieja casona con el portal y el jardín lleno de plantas y de peceras. En la alta y magnífica verja de entrada había un letrero con la figura de un goldfish donde se anunciaba la venta de peces tropicales. Como era un hombre de trato desagradable, no tenía muchos clientes, así que pasaba casi todo el tiempo haciendo algo, sobre todo arreglando una franja de césped que había frente a la entrada, entre la acera y la calle. Desde hacía años había sembrado en ese parterre una especie muy fina de césped y el exsargento pasaba horas, casi diariamente, recortando ese rectángulo de hierba verde, emparejándolo, delineando sus bordes, como un consumado artista, pero por alguna razón lo hacía con una pequeña tijera que en realidad era más apropiada para cortarse los pelos de la nariz que para podar el césped, por muy fino que fuera.

Nadie entendía por qué se consideraba a sí mismo "el último podador", si había otros en el barrio, incluso uno a una cuadra de su casa, que usaba una podadora eléctrica de su propia invención, alimentada por un cable de 30 metros de largo.

Decían que les recortaba las aletas a los goldfishs para que crecieran más, pero yo nunca entré al portal. Sí vi una vez que se recortaba las uñas con su minúscula tijera, obsesivo, hasta soltar sangre de los dedos, mientras me hablaba furiosamente de alguien que había pisado en dos ocasiones su césped.

 


Ernesto Santana nació en Puerto Padre, en 1958. Ha publicado varios libros de cuentos y las novelas Ave y nada (Premio Alejo Carpentier, Letras Cubanas, La Habana, 2002) y  El carnaval y los muertos (Premio Franz Kafka, Agite/Fra, Praga, 2010).

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.