Bueno, ocá... rebobino, psiquiatriquito de dos por real: ¿qué más puede hacer un pobre loco y pajero de mi estatura trancado todo el día en unas ruinas que me acechaban, donde a veces creía ver los fantasmas, aunque a los fantasmas no les hago caso, los fantasmas me la maman, del Coronel y un cojonal más, hasta el de mi papá, si no era mirar hacia afuera por mi rendija?... Calma, calma, cotorra blanca, bien sabe usted que la televisión trasmite un rato cortísimo de día, bien lo sabe, y eso de mirar el patrón de pruebas aburre, si se lo digo yo que a veces me metía una hora o más mirándolo a ver si de nuevo tenía suerte, la suerte de aquella tarde en que lo contemplaba, absorto, como dicen las novelitas, y de pronto ¡pácata!, ¡entró la transmisión en el decrépito y renqueante televisor!... y ya seguramente sabe usted de qué se trataba... ¿no?, ¿pues de quién podría ser?, monolítico, ¡mi Comandante en Jefe metiendo un discurso desde una lechería que estaba inaugurando...!, se vuelve loco de alegría uno, ¿qué le parece?, ¿no vio usted ese discurso?... de tranca, compadre, me salvó la tarde porque estaba lloviendo y no pasaba ni cerca ni lejos algún cabrón por el mirador, mi rendija en una de las ventanotas, y el radio con onda corta que heredé de la señora Fernández Calienes ya se había jodido y ya me sentía agotado por haber leído una enormidad durante todo el día... par de horas de vida me dio mi Comandante hablando de tetas de vacas, de las lagunas de leche que habría en el futuro próximo y del buen pasto para ganado, cojones, como sabe ese hombre, que ya se estaba sembrando en una parcela y otra... par de horas hablándome a mí en directo se podría decir o así yo lo sentía porque en ese lapso este que suscribe no tenía otra conexión con el mundo... solo que, sabe una cosa... no me gustó mucho que entonces él anduviese con otra gorra, más coqueta, no como aquella de campaña que tanto me agradaba y tanto temor a la vez me inoculase en los albores de nuestra revolución socialista, como creo le he confiado antes, compañerito psiquiatra... Ah..., eso es, pues ya verá... mi radio de onda corta ya se había jodido... onda ni larga ni corta... un cabrón ratoncito liliputiense como usted se había metido por la parte trasera del radio y hubo un chispazo de morronga, el ratoncito entregó su vida de cara manera: se jodieron él y el radio a la vez.
Pues porque me sale de la huevada, mercachifle de la psiquiatría, ya hablo de política porque me jodí de todas formas. Me la pasé un cojonal de tiempo sin hablar de política y al final estoy jodido de carambola. Hasta puede acusarme el gobierno de mi Comandante en Jefe Fidel Castro de contrarrevolucionario, "gusano" y esos delitos de los que acusan a la gente hoy día y yo no soy más que un pobre loco que no tuvo la culpa de nada; Leticia es Leticia y yo soy yo, ¿no es así? No más que eso. ¿Loco? ¿Loco yo? ¿No está más loco que yo un ser humano que se pase nueve horas hablando en cadena por la televisión como si los demás, cuerdos, diríamos, tuvieran aguante como ni para ir a mear? ¿Quién está más loco?... No, no, mijito, no voy a decir el nombre, ya hablo de política pero eso sería muy grave, mi hermano, como están las cosas, hasta ahí no llego.
Y le agrego para reforzar lo antes citado: según mis experiencias librescas, empalmadas con mi devenir en carne viva con Leticia Suárez del Villar Fernández Calienes, es esta mujer otorgadora de copiosas y largas venidas, como por garrafones, doctor... gracia que Dios le regaló... y ya usted ve: le puedo asegurar, mi palabra de hombre, que en esos ayuntamientos en el garaje, de pie, recostada al guardabarros, la expulsión de sus néctares parecía no tener fin, aun se desplazaban por los anversos de sus muslos hasta no muy lejos de las corvas..., ¿qué le parece, hermanito?... ¿tengo o no razón?... Sí... hombre, ya le decía, calculo que unas tres de las horas diurnas de esos dos días, además, cocinando, porque mi negrita la compañera Ignacia, quien nos cocinaba para mañana y pasado mañana, no se atrevía a salir de su casa, ni nadie se atrevía a salir a menos que tuviera una gestión de Vida o Muerte que hacer en la calle, si es que eso estaba de pinga, psiquitrín, metieron una foto de mi Invicto Comandante en Jefe lanzándose de un tanque de guerra en plena batalla y se sabe que poquito después desde otro tanque destrozó a un barco enemigo, sí, así se dice, socio, "un barco enemigo", que al fin mi Comandante hizo polvo de un solo cañonazo... bueno, bueno... eso es lo que queda en la cuenta: Él lo hizo polvo con un cañonazo desde el tanque de guerra... eso es lo que quedará escrito en la historia de mi patria y lo que no tenga usted duda leerán dentro de algún tiempo nuestros niños revolucionarios que ahora mismo están naciendo, que nuestro Comandante, él solito, descojonó al barco enemigo y de este modo nos salvó de nuevo, y todas las veces que habrá de salvarnos, ha dicho el periódico, porque vea que allí cerca de donde él anuló al barco canalla de un cañonazo él mismo nuestro Comandante mandó sembrar arroz para todos nosotros los cubanos, estén locos como yo o no, a desecar esa ciénaga por donde intentaron invadirnos esos cubanos malvados, y todavía había hijoeputas que decían que ese arroz saldría salao porque esa ciénaga es de agua salá, gente pérfida que maldice para que no emerjamos del subdesarrollo, mi psiquiatra, no, no, claro, eso no lo publicaba periódico alguno, los periódicos no escriben palabras obscenas, lo decía la gente que como yo aplaudía los esfuerzos de mi Comandante para responderles a los vendepatrias que cuchicheaban que ese arroz se daría salao. Oh... no, no, nada, nada de eso, hermanito loquero socialista y revolucionario, cuán torpe me ha salido usted: de eso se trata todo en esta vida: unas personas siempre dirán que el arroz saldrá salao y otras que no; es la discordia que nos hace fuertes, estemos locos o no.
Félix Luis Viera nació en El Condado, Santa Clara, en 1945. Su más reciente libro de poemas es La patria es una naranja (Alexandra Library, Miami, 2013). Sus novelas publicadas más recientes son la versión definitiva de Un ciervo herido (Verbum, Madrid, 2015) y Un loco sí puede (Verbum, Madrid, 2017), a la cual pertenece este fragmento.