Llegan buenos o malos tiempos y en forma
de qué llegan, ¿quizás como tormenta
que arma gran polvareda, o como una ventisca
o un polvillo suave
que se mete en los ojos? Definitivamente,
los malos tiempos se instalan muy adentro y ya
ni te permiten
—como decía Rabindranath Tagore
desde un poster de infancia—,
ver las estrellas. Hoy son tan pocos
los que saben de estrellas y de constelaciones;
yo las confundo
con naves espaciales siempre que miro al cielo
en plena madrugada.
No importa entonces que nos ciegue la arena
fina y constante de los malos tiempos. Los buenos
tienen distinta forma de acercarse a nosotros.
Solo el Apocalipsis se presenta
con su timbre estridente. Ahora no sabemos
qué tiempo llega y cómo: no avisa
cuando viene, no nos anuncia jamás sus intenciones.
Me acaba de llegar esta noticia: soy yo la inanimada,
la sin boca ni cejas. Se me ha desdibujado
la colección de rasgos: apenas los usaba.
Es el momento entonces de emigrar
al nuevo exoesqueleto.
Mercedes Cebrián nació en Madrid en 1971. Ha publicado el libro de poemas Mercado común (Caballo de Troya, Barcelona, 2006), el libro de crónicas 13 viajes in vitro (Blur Ediciones, Madrid, 2008) y la novela La nueva taxidermia (Mondadori, Barcelona, 2011). Ha traducido al español a Georges Perec, Alan Sillitoe y Allain de Botton. Este poema pertenece a su más reciente libro: Malgastar (La Bella Varsovia, Madrid, 2017).