En el jardín las polimitas (exterminación) iban
desapareciendo,
apareciendo la
primera telaraña
donde la rosa
Madre no volvería
a hacer brotar.
El sendero de grava, yerbajos, negro como
carbón se ha
estrechado,
años largos
de seca, chinas
pelonas quistes
en la tierra, la
senda se curva,
no cruje la piedra,
no hay pasos: su
configuración tiene
de lagartija y mucho
de caimán azotado
por vientos
inmovilizados, la
destrucción ha sido
completada, la
derrota del agua
no altera su curso,
dominio del zunzún
otrora dominio de
jutías vejadas.
Amuchiguándose van caminando pariendo de
costado las hormigas,
la boca del hormiguero
se aleja, élitros y alas
sueltos por el camino,
espina dorsal del jardín
(destino de la Muerte):
Vía Láctea a la mano
visible desde una
ventana verde, queda
su hueco con la
presencia de una
huella de sargazos
en la arena (país de
escombros, largo
celentéreo, cara de
bibijagua, remiendo
del Universo).
Se presta a interpretaciones la Muerte, los palomares
vacíos, el pulgón de
la rosa no tiene qué
comer: la silla de
hierro del jardín
desprende robín,
esmalte, llueve
aguarrás: santo
remedio para la
final destrucción
de los jardines
del vecindario. Las
ancianas hablan de
cortinas de encaje,
visillos de muselina
(¿de Mussolini,
preguntaba mi
padre?) manteles
bordados de hilo
de Cuba, a sus
pies los nietos
oyen discurrir
sobre rosas de
té: flamencos de
madera pintados
de rosado y blanco,
picos negros en el
centro del jardín,
grullas de cobre
(cardenillo) flores
hipotéticas.
José Kozer nació en La Habana, en 1940. Autor de una extensa obra poética, recibió en 2013 el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Este poema pertenece a un libro inédito.