Las vi mientras rodaba desde un plano
bidimensional al duro suelo Me dices
mira mira son las pléyades y me empujas
al restaurán ornamentado con toscas
representaciones de la vida diaria
en Polinesia
—Entendiste por qué impiden que tengamos
lo que ellos tienen preguntas y yo
asiento con militante ímpetu —Voy
a hablar con mis amigos psiquiatras sobre ti
y me tomas de las manos con los ojos
acuosos Sucedía, claro está, bajo la luz
que echaban sobre un joven incauto
las incautas pléyades, de otro modo
no hubiera sucedido
Un día te encuentro casado por amor
con un hombre, trabajando duramente
por amor a veinte pisos de la calle
en un andamio de la construcción
o de la destrucción en un suburbio
de ciudad donde los pocos cines
se dedican al porno
Eché de menos tu promesa de no ponerme
un dedo encima y la sustancia que metiste
en mi nariz con resultados nulos cuando
logré por fin dormirme en tu cama
del tamaño de una caja de puntillas
Si acaso la fortuna me permite estar
presente en tu funeral algo haré
para impedir que te conviertan en un lindo
monigote de papier maché y vaya
al tanque de basura tu alegría
Como previste ya regresé a la isla
y a la bruma que no deja distinguir
cuál constelación si es que hay alguna
hoy en el cielo de La Habana
Sigfredo Ariel nació en Santa Clara, en 1962. Sus libros más recientes son la antología de poemas Ahora mismo un puente (Efory Atocha, Madrid, 2012) y los poemarios Recreos para la burocracia (Unión, La Habana, 2015) y Todos los hierros (Ediciones Matanzas, Matanzas, 2018). Este poema pertenece al último de ellos.