¡De todo! Caletas
(altos) cocoteros
palmas (enanas) arecas.
¡Mucho mangle más que nada!
Y por doquier algún que otro yerbajo
duro y difícil de nombrar.
¡Bah!, nunca lo sabremos todo.
¡El reino! ¡Vegetal y tan diverso!
De su jardín, salvia costera,
trajo remedio para amígdalas
y otras entendederas inflamadas
el jardinero Carbón Bombón.
Un Linné a la criolla.
Hum ¡Con esa planta!
Y yo, pensando: de botánica sabrá el dandi
lo que aquel hijo del presbítero
que sabía de todo (o casi todo).
La versión cubensis
de Carl von (¿von?) L.,
prescribió masticar durante
tres días el amargo yerbamen.
Ipso facto y a pelo, por curarme,
hice caso, molí todo en trapiche,
succioné, tragué. Y a la tríada de
veinticuatro, canté las maravillas
del mar y todos sus misterios,
con una voz recién estrenada
gracias a la costera variedad de
Spermatophyta fanerógama.
Aleisa Ribalta nació en La Habana en 1971. Este poema pertenece a su primer libro, recién aparecido: Talud (Ekelecuá Ediciones, 2018).