Una vez más pasar,
Nacer,
ir,
salir de nuevo.
Pisar las calles sin que sepan.
No con miedo.
Entregarte al uso y al abuso.
Las fotos,
mandar un cheque,
un certificado de nacimiento,
prueba de direcciones,
dónde vivo,
cuánto gano,
a quién visito.
Desde hace un año
o desde siempre
obsesivamente pienso
en esta visita que debo
a mis primas,
a mi tía,
al cementerio
donde mis dos hermanas
y mi madre esperan.
Los que aguardan
se han acostumbrado
a si voy o no voy,
a si nunca iré,
a si tal vez.
Me imagino
en cualquier aeropuerto,
en New York,
en Miami,
en Canadá,
sentada o caminando
arrastrando como siempre
una maleta.
Me imagino yendo al baño,
medio enferma,
preguntándome
cómo será aquel otro aeropuerto.
¿Una jaula?
¿Un zoológico?
¿Una caballeriza?
¿Un matadero?
Habrá un buró,
sentado, un gendarme
revisando papeles,
una pasarela
donde un cirujano
vestido de verde
extrae lo que no necesitas.
La maleta quedará vacía
y tu asombro será tanto
que no notarás
la identidad perdida.
¿A qué viene?
¿A quién visita?
¿A quiénes?
¿Cuántos días?
¿Cuántas noches de insomnio?
No se permiten las fotografías.
Sí se permiten las fotos.
No me permito hacer nada.
La isla de los castigos.
El cuarto de los castigos.
Mazmorra de los castigos.
Me quedé.
Una simple excusa
y por fin me agarraron,
me echaron el guante.
Me quitaron el pasaporte,
las divisas, los papeles.
¿Por cuántos días?
¿Dos semanas?
¿Un mes?
Residencia permanente
en esa cárcel que he evitado
donde no hay papel
ni lápiz.
Señorita Damevisa,
¿cuánto tengo que pagar
para visitar mi pueblo
y mi familia?
Doscientos sesenta y seis dólares,
dos fotografías,
la copia de su certificado,
el de nacimiento.
Direcciones en la Yuma.
No, no una sola, varias.
También en el planeta.
¿Quién es responsable
en caso de que le dé un infarto?
Me preparo.
Me tomó años,
ahora meses,
ahora pronto semanas.
Solo días faltan.
He dejado listo mi testamento.
¿Cuándo partes
a esa visita iniciática,
espeluznante,
donde adquieres el conocimiento?
Dejas todo.
Tampoco te despides.
Dejas la posibilidad
como una puerta entreabierta.
¿Vuelta de qué?
¿A la vuelta de qué?
Allá las heridas no se remiendan.
No hay parches para los huecos.
Magali Alabau nació en Cienfuegos en 1945. Sus últimos libros publicados son Volver (Betania, Madrid, 2012) y Amor fatal (Betania, Madrid, 2016). Ha recogido sus poemas en el volumen Ir y venir. Poesía reunida 1986-2016 (Bokeh, Leiden, 2017). Este poema pertenece a un libro inédito.