En la casa de Atreus
dos familias unidas por la sangre,
saqueadas por la ira de las guerras,
festejaban.
Tántalo comenzó la orgía
abriendo en dos mitades a su hijo.
Hirviéndolo en agua, las más clara
obtenida de Estigia en sus cascadas,
echándole las sales, condimentos
esparcidos en la noche subalterna,
corintia tierra de lagartos, concibió su pacto.
Fue fácil consagrar el corazón tan tierno,
fácil bañarlo en vino de serpentinas uvas.
El hijo no pidió clemencia.
Miró a su padre comprendiendo
la ofrenda y su locura.
Vestido de oveja
en plato carábida amatista
implantó a la carne sus colores.
En horror aquel cuchillo lanza, espada,
atravesó su espalda
cortando tiras de su hombro.
Que el viento arrase al enemigo.
Que la casa pueda conservar el oro,
trofeo de lejanas tierras.
Flecos mojados, espectros rojos
del niño sin cabeza,
se derraman en las fuentes de coral y plata
donde Artemis recibe sus manjares.
Deméter, ignorante, sentada en la otra esquina,
devora el hombro del pequeño.
Repentinamente, con ira y pasión desenfrenada
suelta un vómito de espanto:
la carne supura la esquina de sus labios
alertando a la sagrada comitiva.
La gran afrenta de Tántalo al Olimpo.
Lentos cocodrilos de bocas carreteadas
despertaron aleteando sus colas,
dando vueltas y más vueltas, dirigiéndose
a la cueva perniciosa del distraído Hades.
El fuego de los vientos lleva las barcas al banquete.
Las funerarias naves mesmerizan a Tántalo
Ha olvidado en qué ánfora
ha guardado la ofrenda,
la cabeza y las entrañas de Pélope.
Magali Alabau nació en Cienfuegos en 1945. Sus últimos libros publicados son Volver (Betania, Madrid, 2012) y Amor fatal (Betania, Madrid, 2016).