No le queda ni una hoja en su albergue al ruiseñor,
brotan ya flores de escarcha en el cierzo punzador,
aterido aúlla el zorro de su cueva en lo interior:
Ay, mi amada se ha ido, estoy solo;
es invierno.
Una vez la clavellina aromó cual vino tinto,
se meció la abeja inquieta en el cáliz del jacinto y la luz bajó del cielo con fulgor bello y distinto:
Ay, mi amada se ha ido, estoy solo;
es invierno
Mi candela arroja al aire una llama silenciosa,
caza Orión el estrellado en su altura tenebrosa.
Ven falena, ven, tú, sombra; yerto el mundo, aquí reposa.
Ay, mi amada se ha ido, estoy solo;
es invierno.
Alone
The abode of the nightingale is bare,
Flowered frost congeals in the gelid air,
The fox howls from his frozen lair
Alas, my loved one is gone, I am alone;
It is winter.
Once the pink cast a winy smell,
The wild bee hung in the hyacinth bell
Light in effulgence of beauty fell:
Alas, my loved one is gone, I am alone;
It is winter.
My candle a silent fire doth shed,
Starry Orion hunts o’erhead;
Come moth, come shadow, the world is dead:
Alas, my loved one is gone, I am alone;
It is winter.
Walter de la Mare (Charlton, Londres,1873-Twickenham, 1956). Escribió cuentos, novelas, ensayos y, sobre todo, poemas, gran parte de todo ello transido de las aprensiones y la maravilla de una infancia regida por la imaginación, que enriquece la experiencia adulta con su vidente cercanía al misterio de la existencia. Descendiente de hugonotes, exploró los enigmas sin proponer iluminaciones y en sus versos laten el sentimiento del misterio y el misterio del sentimiento. Lo fantasmal, lo visionario —y no infrecuentemente lo elegíaco— informan todo lo que escribió hasta el fin de sus días. Leer al poeta cubano Eliseo Diego —sus mejores páginas— es comprobar la verdad de su aserto al decir que de la Mare, a quien tradujo con dificultad, "era uno de los mayores amigos que le había dado la literatura".
Esta traducción y el poema original aparecen en Pronunciamientos (Vaso Roto, México), poemas de varios poetas traducidos del inglés por Vicente Echerri y Manuel J. Santayana.