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Narrativa

Cazador

'Olvido el cuerpo del hombre negro, olvido el dolor en mi intestino, la lengua insípida que lame. Olvido a mi madre, a mi padre, olvido a todos...'

La Habana

 

A  Alberto M.

 

 

A

 

A veces tengo miedo de todo lo que hago y pienso, miedo de no poder encontrar.

 

B

 

Busco, busco al hombre con gafas de cristales blancos e imagino que tiene un exótico lunar en su nalga derecha, que el sexo le mide unos veinte centímetros, y que en plena erección ha de ser un trozo de carne muy apetitoso.

 

C

 

Corro tras él, y me contento al ver que algo muy oscuro roza sus rodillas, casi las acaricia. Mis nervios se deterioran  con lentitud, las piernas me tiemblan.

 

D

 

Después de mi oculta eyaculación, el hombre sin identidad se esfumó entre las populosas calles, y no dijo adiós.

 

E

 

Es entonces cuando lo maravilloso de un instante, se convierte en dolor y olvido. Adiós, sé que el amor siempre termina siendo una enorme falsedad, un juego inútil de la vida.

 

F

 

Fui buscando cuerpos, y poco a poco olvidé las mentes, porque ellas solo abundan en el vacío de mis sueños. Aún no logro recordar el verdadero beso, y busco, busco incansablemente.

 

G

 

Gracias  a la vida que me ha dado tanto, canté para mis adentros.

 

H

 

Hubiese deseado otra vida, ser diferente, no pensar, no odiar de ninguna forma, pero una mutación instantánea es imposible. Tal vez morir sería lo ideal, morir para renacer en otro tiempo, en otro siglo, donde no se contaminen la libertad ni la fantasía.

 

I

 

Imágenes, imágenes cancerosas que vienen y van, como una canción que se olvida.

 

J

 

Jugar, jugar a los besos y el olvido.

 

K

 

Komo encontrar a un hombre dispuesto, un violador con cuerpo y mente. Siempre me han fascinado las violaciones, una navaja en el cuello me hace creer que la muerte está cercana.

 

L

 

Los besos sin amor me dan asco, pero sé que un violador profesional besaría con amor, por ser ese su trabajo, violar, arremeter contra la carne ajena y saber hacerlo. Luego no dejaría rastros.

 

LL

  

Lloro, mientras el violador samurai me traspasa el cuello sin anestesia, y hace el amor a mi cuerpo en lo que voy desangrándome como un cerdo sin futuro.

Bye bye vida.

Nos vemos en el paraíso.

 

M

 

Me engaño con frecuencia, lo hago para sobrevivir en el tiempo. Cualquier sujeto normal, lo que se dice normal, puede ser un buen amante. A los hombres les gusta el dinero.

Diez dólares por el negro que está parado en una esquina.

Solo por esta noche.

Él besa con asco, pero siempre volverá.

 

N

 

Nada, para mí, nada es más triste que el silencio.

 

 

Ñ

 

 

O

 

Olvido el cuerpo del hombre negro, olvido el dolor en mi intestino, la lengua insípida que lame. Olvido a mi madre, a mi padre, olvido a todos y así me olvido a mí mismo.

 

P

 

Porque el tiempo es mi asesino.

Lo anoté en mi diario y lloré toda la noche.

El hombre negro no escribe cartas amorosas, no envía flores ni hace llamadas telefónicas, y siente asco de sí mismo. Odia los poemas y no habla de ningún tema.

 

A veces tengo miedo, casi siempre, me asusto de la gente. Miedo de todo lo que hago y pienso.

Los besos sin amor  me dan asco como la noche, pero yo amo al hombre negro y nada es más triste que el silencio. A veces tengo miedo, miedo de no poder encontrar, encontrar.

 


Nonardo Perea ha publicado el libro de cuentos Vivir sin Dios (Extramuros, La Habana, 2009) y la novela Donde el diablo puso la mano (Montecallado, 2013). Este fragmento pertenece a su novela inédita Las muertes que nos tocó vivir.

Otros cuentos suyos: Las muertes que nos tocó vivir, Los René, Tan triste como "Los paraguas de Cherburgo" y Las mierditas.

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