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Crítica

El Quijote de Marías

El novelista español Javier Marías publica las notas que escribiera para un curso sobre la novela de Cervantes.

Boston

Nadie duda que El Quijote es la primera novela moderna, aunque Harold Bloom haya tardado tanto en leerla. Pero es además una audaz y compleja metanovela y, por si eso fuera poco, una tragicomedia trascendente, única en su género. O tal vez sería mejor decir que es una comedia que termina volviéndose trágica a medida que la "locura" que le da vida pierde primacía sobre la "cordura", que no puede desembocar más que en la muerte del protagonista: "que acreditó su ventura/ morir cuerdo y vivir loco", resume al final Cervantes. Tal vez eso explica que por más que se escriba de ella, mientras el ser humano sepa quién es y quién puede ser, mientras haya lectores sensibles, no agotará del todo sus sentidos y por ende no faltarán los comentarios enriquecedores .

No voy a decir que la he releído de nuevo este año del cuatricentenario de Cervantes, pero sí que la leí bien en un momento crucial de mi vida (1974), coincidiendo con lo que he llamado mi entrada en poesía, que es para estos tiempos una elección tan aventurada como la de hacerse caballero andante en la España cervantina. (Por suerte los caminos a que se sale en la poesía son los del espíritu.) Pero en estos días se me ha dado evocar todo lo esencial que hay en ella cuando me encontré en mi buzón un regalo inesperado: El Quijote de Wellesley de Javier Marías, que recoge las notas del autor de Corazón tan blanco y Los enamoramientos tomadas para el curso que dio a las muchachas del célebre College de Massachusetts en 1984, "cuando fingía ser profesor".

Leerlo ha sido una verdadera fiesta. Lo primero que vi al abrir el libro por cualquier parte fue esto: "la literatura va a intentar convertirse en vida, al contrario de todas las tendencias realistas habidas y por haber, que intentan plasmar la vida en la literatura. Y es más: Don Quijote va a tratar de hacer literatura de su vida". No está muy convencido Marías de que Cervantes intentase ante todo atacar las novelas de caballería: "tal vez la única manera de proseguir una tradición es innovándola, negándola si es necesario para que sobreviva..."

En todo caso, de lo que sí está convencido es de que la locura relativa del personaje de Cervantes tiene un impulso inicial de tipo artístico. Lo que equivale a decir que su iniciativa de empeñarse en "tener sobresaltos" hará que se rompa la rutina de su desdeñada cotidianidad, provocándoselos a los demás, que terminan por contagiarse o convertirse, tomándole el gusto a no aburrirse o a vencer la pesadumbre.

No me cabe la menor duda de que el autor de Negra espalda del tiempo se inspiró al hacer sus apuntes para el curso entre las paredes del mismo apartamento en que muchos años antes se había alojado Jorge Guillén, poeta de Cántico y Clamor. Tal vez si hasta alguna noche se le haya convertido en zona fantasma, escuchando pasos o susurros en el apartamento que justo sobre el suyo había sido por un tiempo ocupado por Vladimir Nabokov quien, según una leyenda del lugar, se habría inspirado en una de sus alumnas para crear la protagonista de Lolita .

Veo que él mismo confirma mi percepción cuando en su prólogo concluye: "Así pues, no coincidí en el tiempo con ellos, pero sí en el espacio, que es el principal depositario del tiempo ido". Saber poético si los hay, que no sorprende tenga muy presente alguien tan obsesionado con el tiempo como nuestro novelista, que hace años tradujo los poemas juveniles de Nabokov, así como  El crepúsculo celta, de Yeats, para las espléndidas ediciones Reino de Redonda que dirige.

Y volviendo a El Quijote para cerrar: ese su señorío sobre el tiempo es lo que da al arte la superioridad sobre la realidad que le confiere Cervantes en su obra, a través de su personaje. Lo que hace consistentemente Don Quijote a través del libro, anota Javier Marías, es "reinvindicar para otros (y consecuentemente para sí) el carácter 'eterno' del arte, la superioridad de lo que perdura vivo al transcurrir de los siglos". De la riqueza de temas (amor, amistad, libertad, justicia...) y leit-motivs (misión dentro de la ficción, la fantasía del autor depende de los personajes, la realidad depende de la palabra...), que Cervantes entreteje magistralmente en su obra, termino resaltando el que agudamente sintetiza Marías cuando Sancho Panza no soporta el silencio que le ha impuesto en cierto momento el Caballero: "sin diálogo, sin departir, la vida resulta insoportable".

Otra novela que nos legó Cervantes (su favorita) sobre las innumerables aventuras y vicisitudes del amor hasta afirmar decididamente su armonía sobre los poderes e intereses del mundo, Los trabajos de Persiles y Segismunda, la estoy evocando de otras formas en este cuarto centenario.


Javier Marías, El Quijote de Wellesley. Notas para un curso en 1984 (Alfaguara, Madrid, 2016).

 

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