Lucette sin sueño. Descalza.
—Ahora sin sueño, más bien.
Nadie sabe, escribió creo que Serraud en uno de esos cuadernos suyos, en uno de esos cuadernos de letra apretada por los que ahora se desviven los académicos cuando en vida la ignoró todo el mundo, qué alienta en la duermevela o la vigilia insomne del que da vueltas en la cama. Nadie que sepa a qué sabe lo que no puede nombrar. La idea es antigua (el sueño a propia ley y su ausencia evidente, palpable como un clavo que traba la lengua), aunque en Serraud adquiera visos de originalidad o de personalismo. A Lucette, además, le dará lo mismo ahora que Serraud o el que fuere haya escrito eso o que no haya dicho nadie nada. Nadie sabe, yo tampoco, qué aliente bajo esa piel, qué delirio o qué frase repetida, acaso solo un fragmento arbitrario del día —de ayer: ya casi amanece, pero aquí clarea más temprano que en otros sitios, y no llevo reloj.
Ayer, hace no más unas horas, nadaba ella desnuda y despierta —de otra manera despierta— en el mar tibio de agosto. Ayer se despertó tarde, cuando ya llevaba yo varias de estas notas escritas. Ayer rumbo a la costa almorzamos en una mejillonera a mitad de camino, un sitio interesante aquel, y quizá sea eso lo que esté soñando ahora, sabores. O la sensación extraña de pisar conchas, de caminar sobre montones de conchas acumuladas como grava, la maldición o la suerte de aquel crujido ronco bajo los pies y ella perdiéndose en la sombra, buscando sombra en la canícula sin pensar en mañana ni mucho menos mirar hacia atrás.
Waldo Pérez Cino nació en La Habana en 1972. Autor de varios libros de poemas, sus últimos libros de relatos publicados son La isla y la tribu (2011) y El amolador (2012). Este texto pertenece a este último título.
Varios poemas suyos: Apaño de brocante, Curva de lo propio, An almond for a parrot y Lago Constanza.