Hace años escribí un poema triste,
morboso dijo alguien, molesto después de leerlo.
Yo estaba de madrugada en el hospital de mi pueblo
cuidando a un tío muy grave.
Salí a fumar un cigarro al parqueo
y mientras estaba allí, en la oscuridad,
sacaron a un muerto en una camilla
y lo dejaron un rato bajo la luna.
Los enfermeros llenaban unos papeles en la oficina.
Y yo escribí un poema sobre
la soledad de aquel muerto bajo la luna,
boté la colilla y entré de nuevo donde estaba mi tío.
Muchos años después, en ese mismo hospital,
también de madrugada, murió mi padre
y yo estaba solo con él cuando sucedió,
pero yo quería tanto a mi padre que no comprendí su muerte
hasta que un médico me lo dijo.
Mi corazón, obstinado mi corazón, no quería admitir
que mi padre había muerto.
Y de nuevo estuve allá atrás, en el parqueo, de madrugada,
solo con un muerto, pero esta vez yo me estaba vaciando
de todo lo que había querido.
Quiero decir, que no es lo mismo un muerto bajo la luna
que mi padre muerto ahí. Mi padre que se iba delante
y yo sin lágrimas, vacío, sin poder despedirme.
Ha pasado mucho tiempo de todo eso
y no sé si algún día volveré a estar de madrugada
en el hospital de mi pueblo, fumando un cigarro en el parqueo
y haciendo estos poemas tortuosos
que ni yo mismo sé
para qué sirven
ni por qué los escribo.
Muchos dicen que uno no debe escribir
todo lo que sabe.
Pedro Juan Gutiérrez nació en Matanzas, en 1950. Autor de novelas que conforman el "Ciclo de Centro Habana", su última novela publicada es Fabián y el caos (Anagrama, Barcelona, 2015). Ha publicado siete libros de poemas antologados en La línea oscura. Poesía escogida (1994-2014) (Verbum, Madrid, 2015). Este poema aparece en esa antología.