El poderío poético de Jesús Alberto Díaz Hernández, "Tinito", (Pinar del Río, Cuba, 1971, y actualmente residente en Miami) queda demostrado con creces en este poemario.
Cierto existencialismo, nihilismo aun, misantropía por momentos recorren este libro en que el autor parece decirnos en ciertos poemas —como ocurre según las reglas de algunos deportes—: sigo jugando, pero bajo protesta.
Si algún contacto surge en una y otra página del libro con el peruano César Vallejo, este lector, luego de releer los versos que así podrían calificarse, ha llegado a la conclusión de que ese "contacto", más que poético, es "vital".
El libro, recientemente publicado por Eriginal Boooks y que consta de 114 páginas, posee dos secciones fundamentales: las cantatas y los soliloquios, cuyos títulos [los de las secciones] Tinito sitúa bajo los pórticos de I´iaile de Pimbécillité y elephant talk, respectivamente; algo que, en mi opinión, no aporta nada al libro, como igual sucede con otros giros que utiliza el autor a lo largo de la obra.
En las "Cantatas", cualquier lector no especializado, no lector promedio, quiero decir, se aviene con el autor cuando toma el camino de lo anecdótico —donde el poeta alcanza notable ganancia—, que en ocasiones él entrecruza con lo que suele llamarse "crítica social", como ocurre en "Cantata XII":
Todos los días me arrancan un trozo de espalda,
¿No es esta la ley del consumo?
Nadie responde, ¿cómo responder con la boca llena?
O en "Cantata XVII":
En una presentación por la calle 8
(omito el título, aunque incluye
textos míos) comprendí
que la ética es un aullido
sin perro.
Fenomenal el último verso de este cuarteto, donde queda claro además, lo ya insinuado: Tinito sentencia a partir de un abordaje poético de lo intranscendente en apariencia. Y se queja del entorno, del Otro, del prójimo-colega tal vez, o solo del prójimo, pero el libro de ninguna manera se podría calificar de quejumbroso. Más bien diríamos que, aun dolido, el poeta se defiende atacando en buena lid.
Este lector, que ha degustado en Aurea Mediocritas poesía de alto vuelo, versos de vigor ejemplar que, sobre todo por su condición de sentencias, podrían o deberían ponerse en las paredes para avisar de la malignidad de tantos hombres… sin embargo, se "traba" (este lector) en no pocos de los poemas por los cuales su intelecto, su emoción, su sensibilidad iban a notable velocidad. Esto me ha ocurrido cuando he chocado con fusiones de palabras, mayúsculas e itálicas adversas escritas a propósito, frases en idioma extraño, citas inesperadas y quizás fuera de contexto, etcétera.
Ejemplifico:
Nosotros los del mundele
NO nos esforzamos TANTO
O estos otros: osolofogbeyano (pág. 44); escue-ce (pág. 59), co(efi)ciente (pág. 71.); en el magnífico "Cantata XLIII", ¿para qué cerrar el poema con una línea en inglés?, ¿qué aporta?; hincarme (pág. 100); en la página 101 veamos estos versos: "el hedor de la lluvia me transporta/ a Máximo Gómez #105, % Colón y Rafael Ferro/, el hedor de la lluvia como un ungüento/ me faz lembrar um quadro do rembrandt":de nuevo: ¿por qué estropear un poema de sumo alcance, y asimismo de gran originalidad en lo que se refiere al contenido, cerrándolo con el verso citado?
Uno podría preguntarse: ¿Tinito, debido a su gran erudición, su ejemplar talento, es lanzado constantemente (¿inconscientemente?) a referir estos aportes que, al menos a quien suscribe, lo hacen cancanear?
Para tratar de "defender" mi punto de vista, transcribo un fragmento en el cual la poesía, apenas con los "tranques" que él sitúa en uno y otro punto, corre libérrima, estremecedora, directo al corazón, y en segundo lugar al cerebro.
b) soliloquio de un pañuelo
el paso de Cristrófago con la cruz al hombro,
acaso María no enjugó su frente,
aquella tarde el meridiano le atravesó la garganta,
el trozo de tela de María, un acto de fe manipulado por la iglesia.
Impresionante como un gesto puede marcar el sesgo de una raza.
En un pañuelo María conservó sangre de Cristo.
En un pañuelo Beatrice conservó sangre de Dante.
En un pañuelo mis ancestros conservan la estirpe:
la bandera de los muertos, escudo contra las malas influencias.
Esa casa en el retrete de la infancia, la única que puedo decir: mía,
Esa casa amueblada por la peste y el espectro de la infancia.
Recorro los rincones
y veo a mi tía sacudiendo los muebles con su pañuelo.
No es que yo esté a favor de la poesía más sencilla per se; si bien, ya lo sabemos, es posible que el poeta sea sencillo y profundo. Lo que he querido decir en estas líneas es que Tinito, un poeta de envergadura, por una razón u otra, en mi opinión, se complace en complicarnos el juego.
Que en Aurea Mediocritas —que además incluye breves ensayos, interpretaciones de noticias recientes en el momento de abordarlas, así como una estremecedora carta de la madre del poeta a este— se disfruta, se goza fuerte por momentos, nos hace reflexionar con constancia, no hay duda alguna. Hay poesía de la que conmueve y perdura.
Pero todas mis interrogaciones anteriores, mis objeciones, alguien, con razón, me las podría rebatir con una sola frase: "No le rasques más, él es así; así lo aceptas o lo rechazas".
O quizás, ya el propio Tinito se nos adelantó cuando escribe: "Si no crispo el avispero/entonces para qué escribo".
Que así sea.
Jesús Alberto Díaz Hernández, Aurea Mediocritas (Eriginal Books, Miami, 2015).