En la gran obra narrativa de Lino Novás Calvo abundan los relatos marinos. Cuentos como "Long Island", "Cayo Canas", "El otro cayo" o "La visión de Tamaría" y novelas como Pedro Blanco, el negrero (1933) narran historias de barcos y navegantes, naufragios e incertidumbres, contrabandos y zozobras. Los personajes de esas historias deben destinar buena parte de sus energías físicas y mentales a leer con precisión el presente y vislumbrar el futuro, predecir la tormenta o divisar la tierra. Nacido cerca de La Coruña, en Galicia, y admirador y traductor de Ernest Hemingway, Novás Calvo entendió y condujo su vida intelectual como una travesía.
De joven, en La Habana de fines de los 20, Novás Calvo comenzó a interesarse en las izquierdas socialistas y comunistas que se movían en los círculos intelectuales de las revistas Social y Avance, donde llegó a publicar varios cuentos, poemas, traducciones y notas literarias que firmaba con sus iniciales L. N. C. Desde entonces, algunos de los autores y temas que interesaban a Novás Calvo (Tólstoi y Dos Passos, la cuestión obrera y campesina en Cuba, el conflicto religioso en México y el ascenso del fascismo en Europa) eran referentes de una nueva generación intelectual que, en América Latina, se vería marcada por la Revolución Mexicana y la Segunda República española.
Cuando arrecia la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado en Cuba, Novás Calvo, ya instalado en Madrid e involucrado en la defensa periodística de la República, sigue con interés aquella revolución del Caribe. Para el joven escritor, ambas causas, la del gobierno republicano en España y la de la Revolución del 33 en Cuba, estaban hermanadas cultural y políticamente. En su correspondencia de los años 30 con José María Chacón y Calvo, Manuel Navarro Luna, Regino Pedroso, Emilio Ballagas, Rafael Suárez Solís y, sobre todo, José Antonio Fernández de Castro, director de la revista Orbe, del Diario de la Marina, Novás Calvo se muestra como un partidario del comunismo que, por razones "tácticas", no cree que la intelectualidad cubana deba sumarse abiertamente a esa corriente, por los conflictos que genera la vecindad con Estados Unidos.
Son aquellos los años madrileños en que Novás Calvo investiga y redacta su primera novela, Pedro Blanco, el negrero, editada por Espasa Calpe en 1933. La novela había surgido de un encargo que le hiciera Antonio Marichalar, director de aquella editorial, para la colección "Viajeros del mundo". La idea inicial de Novás Calvo, como relata a Fernández de Castro, era hacer una biografía del tratante de esclavos malagueño, Pedro Blanco Fernández de Trava, quien, luego de hacer fortuna con el negocio negrero, el contrabando y la piratería, murió demente, en un asilo de Barcelona, a mediados del siglo XIX. Rápidamente la biografía fue novelándose, hasta adoptar ese tono de ficción ágil y, a la vez, espeso, que recuerda, por momentos, a Faulkner o a Hemingway.
Luego de una década de entrega a la defensa pública del Gobierno republicano y de incorporación al Quinto Regimiento, durante la Guerra Civil Española, Novás Calvo regresó a Cuba. Si en los años 20 había llegado a la Isla como inmigrante económico, ahora regresaba como exiliado republicano, que huía del régimen franquista. Sin embargo, el círculo que acoge, fundamentalmente, al escritor en La Habana de aquellos años, será el comunista. Novás Calvo colabora entonces en la revista Ultra de la Institución Hispano-Cubana, cuyo programa radial dirige José Antonio Portuondo, y será editorialista, por varios años, del periódico Hoy, publicación de la Unión Revolucionaria Comunista y del Partido Socialista Popular, los nombres que adoptó el comunismo cubano en los años 30 y 40.
Varios amigos y estudiosos de la obra de Novás Calvo de aquellas décadas, como el propio Portuondo, y algunos más jóvenes, que se interesaron en el escritor después de su muerte, en su último exilio de Nueva York, en 1983, como Lisandro Otero, Ambrosio Fornet y Jesús Díaz, coincidieron en señalar un cambio ideológico en el escritor que lo habría apartado del comunismo a mediados de los 40. Todos ellos, de una u otra forma, asociaron ese cambio con una involución, pero una relectura más cuidadosa de la poética y la política del escritor, a mediados del siglo XX, podría ofrecer una interpretación más hospitalaria, que ayude a comprender la ruptura posterior de Novás Calvo con la Revolución Cubana y su último exilio, entre 1960 y 1983.
Habría que recordar, de entrada, que aquellos fueron los años en que el proyecto estilístico de Novás Calvo, insinuado en los primeros cuentos y en Pedro Blanco, el negrero (1933), se perfila definitivamente. Los años 40 fueron su década de mayor fecundidad literaria, con volúmenes como los relatos de La luna nona y otros cuentos (1942) y Cayo Canas (1946) y las noveletas No sé quién soy (1945) y En los traspatios (1946). Esa producción le valió a Novás Calvo un reconocimiento y una autorización dentro del campo intelectual cubano, confirmada con el Premio Nacional de Literatura en 1943, que junto con su nombramiento como jefe de información de la revista Bohemia lo afincó en la esfera pública de la Isla.
El distanciamiento de Novás Calvo con el comunismo tuvo, seguramente, varios orígenes, pero, dada la importancia que el mundo de la opinión pública cubana tenía para el escritor, es muy probable que en el mismo influyera la alianza del partido con el Gobierno de Fulgencio Batista entre 1940 y 1944. En una carta de abril de 1948 a José Antonio Portuondo, crítico literario cercano a los comunistas y gran amigo de Novás Calvo, este señalaba que Batista era siempre "un peligro" para Cuba, a pesar de lo que el partido y quienes "orientaban" a Portuondo daban a entender.[1] Aun así, Novás Calvo mantuvo la amistad con Portuondo hasta bien entrados los años 50, como se lee en la misma correspondencia.
En cartas de fines de los 40 y principios de los 50, Novás hacía comentarios ligeramente favorables a políticos anticomunistas como el "ortodoxo" Eduardo Chibás y, sobre todo, el "auténtico" Miguel Suárez Fernández, quien llegó a ser presidente del Senado. De Suárez Fernández llega a decir Novás Calvo que era "el mejor político que está ahora en primer plano…, hábil, ambicioso, dinámico, inteligente. Creo que podría imponer autoridad sin autoritarismo castrense".[2] Esta simpatía por políticos ortodoxos y auténticos se explicaba, en buena medida, por la pertenencia de Novás Calvo a la elite editorial de una revista como Bohemia, que logró un importante entendimiento con ambos partidos y se opuso tenazmente a Batista en los años 50.[3]
No es extraño que con la doble experiencia de un comunismo juvenil y un giro al liberalismo en la adultez, Novás Calvo divisara la emergencia de un comunismo en Cuba, antes de que el "carácter socialista" de la Revolución fuera declarado. No fue este escritor, desde luego, el primero ni el último que advertiría la radicalización comunista, antes de abril de 1961, pero fue uno de los que lo hizo con mayor elocuencia y precisión. Hay en sus artículos sobre el comunismo cubano, de aquellos años, la resolución del vigía que da el grito de tierra, desde la cima del mástil.
Los primeros artículos opositores de Novás Calvo, en Bohemia Libre, están fechados en octubre de 1960, en Miami. Una función básica de aquellos textos era la denuncia y el desenmascaramiento de los tópicos del discurso oficial del Gobierno cubano. Novás Calvo confrontaba las promesas de Fidel Castro, en las semanas posteriores al triunfo revolucionario, y refutaba los principales tópicos de la propaganda gubernamental: que un "puñado de barbudos había derrotado un ejército de 40.000 hombres", que el "estado social y económico de Cuba", antes de 1959, era deplorable, que no había "libertad de expresión", que "no había otra forma de implementar la reforma agraria" o que el nuevo gobierno "respetaba la libertad religiosa" y no reprimía ni torturaba.
Muchos artículos de Novás eran réplicas o diatribas frontales contra la retórica de los nuevos líderes cubanos o crónicas muy detalladas como la que dedicó a la fuga de un grupo de oficiales del Ejército Rebelde, encarcelados en el castillo del Morro, por haber simpatizado con la denuncia que hiciera el comandante Huber Matos de la incorporación de comunistas en el Gobierno. Pero no era aquel mero periodismo de combate, sin tesis, o sin un eje analítico que encauzara la agresividad del lenguaje. Dicho eje se encuentra plasmado en dos series de artículos, "La tragedia de la clase media cubana" y "Por dónde entra el comunismo", escritos antes de que los máximos líderes revolucionarios se declararan marxista-leninistas.
Novás Calvo se apoya en los tempranos ensayos del pensador liberal norteamericano Theodore Draper, judío de origen ucraniano, profesor del City College de Nueva York, quien, como Novás Calvo, había simpatizado en su juventud con el comunismo, pero que era, desde los años 50, uno de sus más feroces críticos en Estados Unidos. Draper se enfrentó, en la opinión pública de Nueva York, a algunos de los mayores defensores del giro al comunismo en Cuba, como el sociólogo C. Wright Mills y los marxistas Paul Sweezy y Leo Huberman, editores de la revista Monthly Review. Las críticas de Draper a la radicalización comunista de la Revolución Cubana, sintetizadas luego en dos volúmenes, Castro’s Revolution. Myths and Realities (1962) y Castroism. Theory and Practice (1965), encontraron eco en Bohemia Libre, especialmente, en los artículos de Novás Calvo, quien agregó a las mismas su personal visión de la historia de Cuba.
Novás Calvo, que era gallego de nacimiento, no podía pasar por alto el papel central que algunos hijos de inmigrantes españoles, como los hermanos Castro, nacidos en los años 20 y 30, estaban teniendo en el curso de la Revolución. Hijos de inmigrantes que, gracias a la fortuna de sus padres, se instalaban en una clase media, de constante crecimiento en la Isla, durante toda la primera mitad del siglo XX. Era en esa clase media, construida en buena medida por la experiencia republicana prerrevolucionaria, donde Novás Calvo encontraba el origen del nuevo comunismo cubano.
Los hijos de la clase media eran sujetos ambivalentes: habían sido educados por el orden republicano, pero con un desprecio enorme por sus instituciones y sus leyes, debido a la corrupción y el autoritarismo que subsistía. Había ahí, según Novás Calvo, un dilema de identidad generacional e histórica, que impulsaba a ese segmento social a atribuirse la misión de regenerar el país. Una regeneración, que aunque no había sido prevista en los mismos términos, por el viejo comunismo, necesitaba de este para lograr su cometido. Lino Novás Calvo puso todo su talento e inteligencia de escritor en la exposición de ese argumento. Cuando se produce la declaración del carácter socialista de la Revolución, en abril de 1961, no pudo evitar el cliché profético de "se los dije".
Es una fortuna que el laborioso crítico y editor Carlos Espinosa Domínguez se haya decidido a reunir esta muestra de la prosa política de Lino Novás Calvo. Con el autor de Pedro Blanco, el negrero sucede como con Gastón Baquero, Jorge Mañach, Lydia Cabrera y otros grandes escritores republicanos, exiliados después de 1959: se edita, preferiblemente, su literatura y no su política, como si esta no formara parte de aquella. Este volumen se suma a la búsqueda de una imagen más integrada de la obra intelectual de uno de los grandes narradores, en lengua española, del pasado siglo.
[1] Cira Romero, ed., Laberinto de fuego. Epistolario de Lino Novás Calvo (Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana).
[2] Ibid, p. 125.
[3] Sobre la posición editorial de Bohemia, ver Charles D. Ameringer, The Cuban Democratic Experience. The Autentico Years, 1944-1952 (University Press of Florida, Gainesville, 2000), pp. 116-117, 147, 149 y 183-186.
Prólogo a Lino Novás Calvo, Lo que entonces no podíamos saber. Artículos en Bohemia Libre (edición de Carlos Espinosa Domínguez, Término Editorial, 2015).