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Crítica

La literatura es una Barbie croata

El venezolano Slavko Zupcic junta dos de sus novelas en un volumen: 'Barbie/Círculo croata'.

La Habana

Antes de Barbie, novela breve de Slavko Zupcic, yo solo había leído un cuento de este escritor venezolano de nombre tan poco venezolano, el nombre más extraño de todos los incluidos en aquella redada de Bogotá 39. El cuento formaba parte del volumen Región. Antología del cuento político latinoamericano (Interzona, Buenos Aires, 2011) y trataba sobre tres hermanos que fungen como dobles oficiales de Hugo Chávez. Uno de ellos llega a suplantarlo por completo.

De algún modo el tema del doble y la suplantación también estáen Barbie, que a mí, por cierto, me parece un relato mucho más político, sea lo que sea que esto quiere decir. El protagonista de Barbie se describe a sí mismo como "joven escritor tercermundista" y se declara enamorado del célebre icono. Sirva el siguiente fragmento de la primera página, que cito en extenso, como muestra del tono que va a recorrer su historia:

"Barbie, putica linda, qué bien te ves con las piernas amputadas. Barbie lesbiana, bella. Barbie ultrajada, tú que solo sirves para masturbar. Barbie en muñones, pequeña. Barbie sin pantaletas. Dos muñones tornillos en el borde exacto de tu piel. Barbie en muletas junto a una silla de ruedas. Barbie ácida, podrida. Barbie engordando como una lata de cerveza. Hundida, dispersa y perversa, putica linda. Así te veo: en la mano derecha de un enano que escucha un cassete de Nelson Ned. […] Barbie orinada. Con las pestañas quemadas por el ácido, linda. Barbie amputada y sin corazón. Ultrajada. Con los ojos agujereados por un sacacorchos. Barbie perra, puta envilecida. Perforada. Barbie sentimental. Imbécil. Barbie ciega, peluda. Barbie desnuda a la intemperie. Basura. Barbie estropeada. Destruida, cerda. Barbie coja, arrastrándote, piedad. Barbie en candelas. Un hilo púrpura corre por tu vientre. Barbie cagando. Mierda, desaparecida. Linda Barbie eviscerada, putica, hueles."

El narrador no habla de literatura. Pero habla de una muñeca global (la literatura es escupir, una tras otra, esas partículas Inc. de la Mattel Inc.) o de los avatares venezolanos de una muñeca en cuya superficie de plástico global, "dispersa y perversa", inscribe un rastro de saliva patológica, rabiosa y fetichista. "Me pesaba la lengua", nos dice, "me pesaba deliciosamente la lengua".

Esa figura del "joven escritor tercermundista" se activa de manera diferente, pero no menos alarmante, en otra novela del mismo autor (en otra, llamémosle así, "novela de autor"): Círculo croata. Aquí Slavko Zupcic, cuyo padre, procedente de los Balcanes, recaló en 1952 en el puerto de La Guaira, explora el tema de la herencia familiar y sus orígenes a través de un alter ego, Zlatica Didic, y de la novela que este a su vez intenta escribir: Círculo croata de Venezuela.

Círculos concéntricos alrededor de un enigma, un agujero negro: el baúl lleno de cartas que dejó abandonado el padre al abandonar a la familia. Esas cartas nunca enviadas, escritas en serbo-croata, convierten la mente del narrador en un laberinto obsesivo. Para traducirlas, Zlatica busca la ayuda de alguien que conoció a su padre bajo las bombas de la Segunda Guerra Mundial: un viejo escritor, llamado Salvador Prasel, de quien se dice que fue ministro del régimen colaboracionista de Ante Pavelic durante la ocupación alemana del Reino de Yugoslavia.

Este personaje tiene un molde real. En un breve perfil para la revista Espéculo, así nos comenta Slavko Zupcic al verdadero Prasel, que nació en 1920 en Herzegovina y murió en 1990 como un total desconocido, un escritor "yugoslavo" en Caracas:

"Sin saber lo que hacía, o sabiéndolo muy bien, inventó una lengua, el venezolano pensado en centroeuropeo. No conoció a Miroslav Krezla ni a Danilo Kiš, ni siquiera se tomó una cerveza con Izet Sarajlic, pero la última vez que Prasel estuvo en Mostar ellos fueron a despedirlo a la estación. Víctimas todos de una diáspora verdadera, Kiš confesó que iría a París a buscar la enciclopedia de los muertos, Krezla manifestó su deseo de permanecer y convertirse en un escritor nacional y Prasel dijo que primero iría a Viena a vender preservativos, pero que luego quizás recalaría en Venezuela. Sarajlic también se quedó: nunca vendió nada ni ganó el Premio Nobel, solo asistió al espectáculo de las bombas destruyendo Sarajevo otra vez, una y otra vez."

Zupcic apunta que los libros de este escritor invisible, libros que se consiguen a veces en los remates, forman parte permanente de su biblioteca. Hace bien. Copio otro fragmento:

"Nacido en una tierra que nunca conoció amnistías, él tampoco las hizo. Y lo recordaba todo. Por eso lo odiaban. Contaba las cosas de todo el mundo. El sudor amargo de los inmigrantes. El sol terrible de El Trompillo. Surrealista, habla de un gobierno en el exilio: un grupo de centroeuropeos, perdedores todos de la Segunda Guerra, que llegan a Venezuela y, en las calles de El Silencio y Sabana Grande, en la Colonia Psiquiátrica de Bárbula, continúan respetando la jerarquía de un fugaz gobierno bajo las órdenes del Tercer Reich y se llaman Presidente, Embajador, Ministro, General, a pesar de que ni siquiera son dueños del pequeño local que les permite reunirse."

En Círculo croata, Salvador Prasel, "venezolano en las playas de Croacia y bosnio en las del Mar Caribe", es autor de un libro titulado, significativamente, Mienten los demógrafos. Es amigo de William Faulkner y de Salvador Garmendia. Es un personaje al que rondan, cual tiñosas, las páginas de La literatura nazi en América de Roberto Bolaño. Es la sombra de algo siempre cercano al horror. Pero, ante todo, es la posibilidad de una traducción. La clave secreta de una posible traducción que se posterga o se extravía, que fracasa, que termina convirtiéndose en un artefacto apócrifo, tan necesario como imposible.

Después de haber sido publicadas de manera independiente, las dos novelas cortas de Slavko Zupcic se relanzaron en un solo volumen: . Creo que leerlas en contigüidad dispara una conexión interesante entre ellas (más allá del detalle o del guiño, como por ejemplo que en ambas suena la voz del enano Nelson Ned). Como si de pronto se dijeran cosas la una a la otra.

En Círculo croata, hay una escena en que Zlatica Didic intenta hablar con Prasel, que se ha fracturado la cadera al rodar por las escaleras de —ojo— un centro comercial. Yo no puedo dejar de pensar en la muñeca de Barbie cuando la nieta contesta el teléfono y dice: "...mi abuelo no puede atenderle. El traumatólogo le prohibió que hablase de literatura".


Slavko Zupcic, Barbie/Círculo croata (Sudaquia Editores, Nueva York, 2012).

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