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Crítica

Breve ensayo para un largo adiós

En su libro de poemas, Leandro Báez Blanco hace un collage de la farsa burocrática cubana desplegada en torno al viaje.

Santiago de Cuba

Elogio de la brevedad si haces un corte para encontrar que todavía hay algo nuevo y nuevo que referir… pero de otro modo. Quiero decir, con la poesía. Quiero decir, en el así llamado, estilo concreto —de un concretismo cargado a trancos por lo cubano—, que arrastra, en esencia, solo lo necesario para el discurso y la intención comunicativa: la intervención poética, como en el caso del libro que nos ocupa.

En tal sentido, y a modo de introducción,

CERTIFICO:

A la altura del paginado o folio número sesenta y cinco y finales del presente tomo. Que en las páginas cinco y seis de la sección legal del documento civil ahora a mi cargo, aparece la inscripción marcada con el rótulo "Premio David de Poesía", y que copiada literalmente dice así: Leandro Báez Blanco: Postdatas, Ed. Unión, 2013.

El estilo —repito— es el concreto, y su seguimiento está en el orden de las postdatas, de la apostilla literaria, la coletilla de carta luctuosa y poco informativa porque, bien se sabe, en el relator (adentro) hay siempre más que en el acto de su escritura. De ahí su verticalidad, de ahí su trabajo. Se trata de un modelo pulsado al ritmo de lo coloquial, pero sin contaminarse: cortes versales que disuelven cualquier rastro de facilismo comunicativo y de pereza intelectual, que no llegan a ser una caja cerrada del pensamiento, sino su filtración: "Son símbolos/ mis postdatas/ […] mensaje absurdo/ asido a mis papeles".

El propósito es el de mostrar un decurso, una sucesión de ideas sobre la materia que lo empeña: cartas que van y vienen, de ida y vuelta[i], que ocuparán su puesto en el registro elemental de la época; crónicas en el ir y venir de ese flujo lacerante que sigue —y según parece, seguirá— siendo, el problema migratorio nacional.

"Es el comienzo…/ Inicios/ [también] traen despedidas." ¿Y qué otra cosa hay exactamente en la misiva del "hasta pronto", del "ya llegué", del "todo bien, tengo trabajo" (aunque la realidad sea otra) que una despedida, una despedida cruda y definitiva, un largo adiós? En la tragedia de lo cubano —sobre todo de sus últimos cincuenta y cinco años—, esta ha sido la experiencia más viva y agobiante. Una experiencia que Postdatas actualiza (quiero decir: exacerba) en grado superior: en el des-en-freno de lo poético, en el desarraigo de la pérdida y el viaje, en la ciudadanía hacia-lo-español, en la odisea burocrática de la salida. Eso: la odisea burocrática a la que está obligado el emigrante y que es utilizada como telón de fondo del cuaderno.

"Una fotografía/ imitando el espectáculo del ser." Fotopoemario, se diría. ¿Cómo en el catalán Joan Brossa? ¡No! Como en la Papelería Nacional. La papelería que se exige a todo aquel que intente salir por la escotilla para no regresar, y que junto a las notas de asunto familiar —que se envían después del Gran Salto desde el nuevo terreno a aquel abandonado y viceversa— hacen de todo el proceso un producto acabado antes de comenzar. Enfriamiento post: son las Postdatas. El proceso fue sacar, simplemente, todo ese viejo expediente de las gavetas: de las gavetas de la emoción.

Tal es el riego: proponer como lectura lo que antes fuera destinado para oficinas de posta y cuño: estafetas, consulados, sitios de extranjería diversos. Papeles que hablan más por sí mismos que miles de páginas y versículos de la literatura y el canon nacional: "No es coloquial,/ persigo diestro/ la manera de proponer/ mis ignorancias,/ y aún no entiendes. […] Te aseguro:/ no es coloquial./ Asisto a la vergüenza/ de juntar/ lo que antes fuera/ la nada en mis papeles." La nada real que son —por cierto— estos legajos: desechos de verdades y falsificaciones, de evidencias de un proyecto de fuga que no pudo ser.

Pero, ¿por qué ese esfuerzo por hacer(nos) repasar toda esa podredumbre y miseria económico-migratoria? ¿No hay allí también una trampa: la del fracaso frente al posible aburrimiento visual, la del supuesto abuso de la bondad del lector? Pues bien, he aquí la respuesta certera a esta dificultad: John Ashbery, poeta vivamente avant-garde, si los hay, ante el exceso vanguardista de su The tennis court oath (1962), opinaba que "el riesgo es lo que hace que el arte experimental sea hermoso", puesto que "un poema que comunica algo que el lector ya conoce realmente no le está comunicando nada y de hecho muestra una falta de respeto hacia él". Entonces se explican las Postdatas: el poeta que intentando ser moderno o post, halla lo antiguo: la visualidad en el archivo común del expatriado, la poética urbana de la documentación legal.  Lo que llamaríamos… el gran pastiche: hacer de la farsa burocrática un exquisito collage que explique —todavía mejor que las oficinas del Registro Civil— la saga del viaje.[ii]

Este es el fermento: la madurez que exhibe una escritura apoyada en la oficialidad migratoria, la conversión del objeto-libro en el proceso visual de ida-fuera-del-país (pasan ante el lector, cuños en la papelería reglamentaria, sellos timbrados). Sellos de varios precios, de uno incluso mayor: el precio de la espera, la ansiedad que provoca la espera. La burocracia. ¿Y qué es en todo caso la burocracia sino una llaga virulenta con la que hemos aprendido a convivir durante años? ¿Qué es sino otra asignatura kafkiana dentro de la disciplina general de lo cubano, como "una hierba/ imposible de arrancar"? Esto es: la llaga y la huella de la llaga. Son las Posdatas, de las que sale visible y sonriente —aunque marcado— el autor.

A ello le sigue la rutina textual del poemario (o bien poema-río), que se lee de un golpe como las noticias en el periódico de la mañana o la carta que ha llegado del exterior: 1978, el nacimiento, donde los inicios también traen despedidas (quiso decir: hecho para emigrar), "como cuando jugabas/ a marcharte". La oposición intencional del traslado en el tiempo de dos pilares de la familia (Manuel, 1913, en la República, Leandro, cien años después, pero a la inversa). Los preparativos de la partida. La promesa que uno se hace a sí mismo de volver en el "imitar/ viajes de regreso", porque "no haremos/ como un asceta/ en el instante/ de negarse todo".

La partida, al fin. La explicación entonces del proyecto de viaje ("demasiados insectos/ en la memoria,/ demasiada escasez/ alrededor"). La correspondencia que comienza a fluir en dos direcciones ("Unos cuantos intentos/ dispersan/ la acción del matasellos./ Muerto en la marca/ llegará/ será leída"). El testimonio de una realidad extraña ("Una bandera a cuadros/ tinta y telegramas,/ acento exótico/ desconocido para mí").

La carta ausente, que no llega ("No hay buzones,/ nunca los hubo./ Adiós/ a la silueta del mensaje"). El relato lineal del desarraigo ("si no entiendes,/ mira el dolor,/ no las llagas"; "mi obsesión/ es tanto mensaje/ secando/ envejeciendo"). Vivir y hacer vivir a toda la prole de la ilusión de bienestar en la correspondencia ("Enviemos entonces/ la vida triunfal"). El relato de ciertos vecinos diabólicos que atentos al movimiento alrededor, hacen de las noticias del viajero un estímulo con el que paliar el tedio ("Nosotros/ no tememos al cambio,/ sino a la igualdad").

La historia de la madre que espera. La idea del regreso ("Volver/ como si fueras a marcharte"; "Yo espero mi regreso/ como un rey/ su propia muerte"). El aburrimiento. La espera infernal. El aburrimiento otra vez (y aquí mientras tanto, "arrojar piedras al verano", como un acto de abandono a la desposesión o a la rabia).

Todo es amarillo ("it is all yellow"). Como los sellos de la correspondencia, viejos ya del trasiego antes de su arribo. Como los papeles que debes consignar para el viaje. Como nos imaginamos que sea la jornada de la partida, la que en este caso nunca fue, y la historia del libro queda trunca, y sigue siendo cierto que "un poeta/ necesita […]/ otra respiración/ para alcanzar/ alguna zona libre", la zona libre que es, a fin de cuentas, el resumen de todo.

Nada más. Solo queda citar un último

 CERTIFICO:

 Que al parecer la firma que antecede del poeta que rubrica este documento titulado Postdatas, es auténtica por la semejanza que guarda con la que obra en el registro poético del autor ahora estudiado, y con la que el mismo acostumbra a usar en sus actos y lecturas oficiales. En fe de lo cual autorizo la presente certificación de garantía con la firma y el sello de este ministerio de lectura.

[Firma:]

 Funcionario autorizado a refrendar autenticaciones de firmas para surtir efectos legales (y reales) en el interés general del lector.

 

[i] Nótese que la tipografía de esta edición se presenta enteramente en cursiva, imitando el sentido de la escritura manual y no mecánica, y haciendo en el volumen la apología estilística del epistolario.

[ii] Debe señalarse que si bien estas Postdatas funcionarían solo con las imágenes que presenta, la información documental que el cuaderno ofrece se complementa en el simulacro de los trozos de cartas que contiene, y que recorren el libro en toda su extensión. Ambos planos (el textual y el administrativo) conforman en su superposición y conjunto, lo que llamamos el "poema-río": texto que tiende al infinito, que en la duración problematiza su asunto en el tiempo.


Leandro Báez Blanco, Postdata (Unión, La Habana, 2014).

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