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Crítica

La poesía de Virgilio Piñera: geografía de significados culturales

En su libro, Jesús Jambrina estudia a Virgilio Piñera en tanto poeta y crítico de poesía.

Ciudad de México

En el contexto de las celebraciones por el centenario del natalicio de Virgilio Piñera (1912-1979) sale a la luz esta investigación que avanza en una indagación sobre la poesía de este autor fundamental.

La publicación de Jambrina se suma a los esfuerzos que desde los inicios del presente siglo han profundizado en la obra de un autor que desaparecería de las librerías cubanas durante tres lustros (1971-1986). Si la década del 90 representa un parteaguas, por tratarse de un periodo de recuperación entusiasta de esta figura que desgraciadamente se comprendió poco en vida, no será hasta su nonagésimo natalicio que aparecen importantes investigaciones, por primera vez encauzadas a sistematizar y comprender esta notable obra. Destacan al respecto las de Enrique Saínz, Antón Arrufat, Alberto Abreu Arcia, Alberto Garrandés, Carlos Espinosa Rodríguez y Thomas F. Anderson, además del libro colectivo editado por Rita Molinero.

El investigador de la Universidad de Viterbo en Wisconsin analiza una zona poco promovida por el autor de El conflicto (1941), la poesía, quien después de Las furias (1941), La isla en peso (1943) y Poesía y prosa (1944) se despide públicamente de este género. El punto de partida es la problematización de los supuestos epistemológicos que han guiado las interpretaciones canónicas sobre la obra de Piñera, especialmente la de Cintio Vitier en los años 40, quien se escandalizaría por el atrevimiento de representar una isla "vacía" e "irredenta".

El propósito de Jambrina es ponderar esta obra poética como "uno de los comentarios más radicales y exhaustivos del espacio nacional", interesándose en las relaciones entre poeta, obra y nación. Y es que Jambrina fundamentalmente repara en que la crítica "no ha podido sistematizar coherentemente los significados culturales que el corpus piñeriano contiene tanto para su país de origen, como para Latinoamérica en tanto espacio geo-cultural". De ahí que cuestione los efectos negativos de la apreciación de Vitier en lecturas posteriores. Un libro de obligada referencia como el de Enrique Saínz, La poesía de Virgilio Piñera: ensayo de aproximación (2000), o la crítica de Jorge Luis Arcos en su prólogo a Los poetas de Orígenes (2002), reinciden en el carácter destructor de la poética piñeriana. "A pesar de la eficacia trascendental que ha demostrado tener el trabajo piñeriano —dice el investigador en su introducción—, todavía hoy algunas de las voces institucionales de la crítica insisten en reducir los textos del autor a sus aspectos negativos, sin preguntar por las posibles razones epistemológicas de los mismos y mucho menos por el significado cultural de este tipo de poética". Tales apreciaciones han impedido comprender más cabalmente la obra de un autor que para Jambrina más bien resulta ajeno al nihilismo y pesimismo que por lo general se le adjudica. El libro, entonces, invita a que los lectores regresen al autor de El conflicto (1942) sin prejuicios y lugares comunes, atendiendo más bien a lo que quiso decirnos sobre su tiempo y circunstancia.

El primer capítulo atiende una zona poco estudiada hasta la fecha: Piñera crítico de poesía entre 1941 y 1955, periodo de emergencia intelectual del autor de Cuentos fríos (1956) en el que discute sobre el papel de la literatura frente a la construcción de lo nacional, muy en la tónica de las preocupaciones de su generación. Leyendo así la conferencia "Gertrudis Gómez de Avellaneda, revisión de su poesía" (1941) y los ensayos "Erística de Valéry" (1942) y "Ballagas en persona" (1955), Jambrina despliega una metodología analítica que abarca contenidos socioculturales y especificidades históricas.

Para nuestro autor, dice el investigador, el poeta habita un espacio que puede ser modificado mediante el trabajo con el lenguaje, pero al que además se le puede extraer resonancias nuevas. Piñera confronta "el facilismo técnico y los elogios de los contemporáneos que en definitiva, en su opinión, fueron los elementos que no le permitieron a la Avellaneda superar algunos de sus mejores poemas". Piñera reconoce "en la figura del poeta los poderes de toda creación artística", y considera además, el acto de escritura como un territorio autónomo, habitado de palabras "en busca de un sentido que escapa a todo razonamiento práctico o instrumental".  

Jambrina hace especial hincapié en lo insólito del ensayo que Piñera dedica a su amigo y poeta Emilio Ballagas, por tratarse de un acercamiento que "describe al detalle la genealogía del sentimiento de ambigüedad y angustia con la que vivió el autor a lo largo de su vida", es decir, los conflictos de la experiencia, en este caso de una sexualidad contrariada que se expresa en la obra.

Posteriormente el estudio se detiene en La isla en peso (1943) —poema ampliamente atendido en su momento de publicación— y "La gran puta" —publicado póstumamente en 1999, aunque escrito en 1960 pero desaparecido por el autor, así como desconocido por sus allegados, posiblemente por "la exacerbación homofóbica oficial entre los años 60 y 70". El refrescante examen que Jambrina hace de La isla en peso  indaga en eso que llama el "impulso cívico" de su poesía como modo de trascendencia. "El texto avanza de una percepción estrictamente privada de los contenidos de la realidad a una preocupación más pública o global de estos": se traslada del "Yo" al "Nosotros" en términos de pertenencia a una comunidad.

El investigador subraya la identificación del poeta "con aquellos sujetos nacionales poco o cuando más insuficientemente representados hasta ese momento". Señala después que la colectividad anunciada dos décadas atrás en La isla en peso cobra en "La gran puta" una corporalidad concreta; cuerpo constituido fundamentalmente por una gama de sujetos marginados socialmente: homsoexuales, prostitutas, indigentes y vándalos.

El tercer capítulo pone especial atención en el diálogo que tomó lugar en la década de los 40 entre Vitier y Piñera. Mientras que Vitier, apunta el investigador, se alarma ante un Piñera que repele incorporarse al núcleo estético de aquel y lo mantiene "bajo la mirada inquisitorial de los mayores"; el atacado se interesa por una expresión que demuestre el conflicto entre lo ontológico y el medio, entre la experiencia y lo definido en términos tradicionales. Atendiendo a lo que Piñera llamó en una carta a Lezama, su teoría de las destrucciones, Jambrina repara en la prioridad del autor por "los actos ambiguos, indecisos a los que el sujeto hablante se enfrenta diariamente". Debajo de ese vacío destructor designado por Vitier, subyace en realidad, dice el estudioso, "un impulso redentor" que se deslinda del modo preciosista de expresión, y explora más bien, los quiebres ideológicos tradicionales. 

La última parte del libro indaga en la producción comprendida entre 1959 y 1979, poesía que brinda un testimonio de los cambios políticos y culturales de este paradigmático periodo revolucionario. La faceta "civil" es la que interesa al académico, entendida esta como la intervención y el diálogo de Piñera con los asuntos de la sociedad. Dicho impulso cívico "se evidencia allí donde el sujeto hablante choca con la historia", dice Jambrina. Si al triunfo revolucionario el poeta manifiesta un ansioso entusiasmo, "después de esta fecha, sus poemas experimentan un desengaño existencial que vuelven al hablante sobre sí mismo, lo enquistan en su propio mundo".

El lector de Virgilio Piñera: Poesía, Nación y Diferencias se sorprenderá ante la sucinta bibliografía citada, lo que no demerita el trabajo sino al contrario, demuestra el esfuerzo por volver a un Piñera sin la predisposición de los lugares comunes, atendiendo más bien, al incomprendido llamado del autor.

El llamado de Jesús Jambrina es el de contemplar las resonancias culturales y los impulsos vitales de la obra, mismos que siguen manifestándose ya bien entrado el siglo XXI. Piñera supo, como su admirado Baudelaire, que su obra sería comprendida a cabalidad póstumamente. Por múltiples circunstancias, fundamentalmente históricas, las generaciones del presente se encuentran quizá, en mayores condiciones de interpretar la complejidad de significados que despliega para su época, tanto como para la presente, la imprescindible obra de Virgilio Piñera Llera.

 


Jesús Jambrina, Virgilio Piñera: Poesía, nación y diferencias (Verbum, Madrid, 2012).

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