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Ensayo

Totalitarismo, un tic nervioso de la microficción cubana

Dictadores, censores, delatores y segurosos en la obra de tantos narradores...

La Habana

Una exploración sucinta de la minificción cubana revela el interés creciente que han experimentado los narradores de la Isla por el tema del totalitarismo en alguna de sus manifestaciones. 

Considerado como un "nuevo" género literario, el minicuento, microrrelato, microficción... tiene como rasgo de identificación más inmediato la extensión del texto en cuanto a número de palabras:  en principio, toda pieza narrativa entre una y 2.000 palabras podría ser considerada minificción.

Parece haber sido el poeta José Manuel Poveda el primer cubano que escribió microrrelatos, en la segunda década del siglo pasado. Pero la zona temática que nos ocupa tiene su auge después del año 2000: cuando se publicó más de la tercera parte de los textos encontrados. Además, antes de esa fecha cada autor muestra uno o dos textos a lo sumo, mientras que desde comienzos de la década pasada aparecen escritores que exhiben un interés sostenido por el tema, expresado en series de textos o hasta en libros completos.

El recorrido comienza con dos textos de Virgilio Piñera: "La batalla", fechado en 1944, y "Grafomanía"[i], de 1957. El primero inaugura en el minicuento nacional el tema de la obsesión patológica por la regularidad y simetría, atributo de no pocos absolutismos, mientras que  "Grafomanía" enseguida remite al interés de Franz Kafka (quien también escribió minificciones) por desmontar ciertos mecanismos refinados del Poder, dígase el aplazamiento indefinido de la condena o la llamada "captura mágica".

El tema de las semejanzas entre extremos —y extremistas— opuestos, ya tocado por Piñera en "La batalla", será retomado por varios autores desde aristas diversas. Destaca "El extremista"[ii]  de Samuel Feijóo, donde se nos recuerda que una misma acción puede recibir calificativos muy distintos viniendo de un mismo tirano.

El agobio ante los exhibicionismos de poder de una revolución recién instituida y "los entusiastas preparativos para construir una nueva sociedad" moviliza la acción en Etros, el inconformista[iii], de Ana María Simo, mientras que ya en el nuevo siglo, Lien Carrazana también trabaja con los extremos pero desde un enfoque micropolítico: en "El Amor"[iv], la vida en común de una pareja de tendencias políticas opuestas es posible gracias a un ritual de mutilación de la realidad, compartido diariamente por ambos personajes.

Hasta que la delación te alcance

La figura del delator, en tanto sujeto típico de un estado totalitario, también ha encontrado reflejo dentro de este cuerpo textual. En "No mirarán para arriba"[v], de Miguel Correa, la vigilancia y la delación son ya cotidianas, omnímodas hasta el animismo:

"aquí todo espía, a toda hora, en todo momento, en cualquier tipo de actividad que te encuentres sumergida (….). Esta blusita que ustedes ven aquí, tratando aparentemente de cubrirme el lomo, ha informado ya en repetidas ocasiones..."

El mismo escenario de espionaje generalizado se repite en "Hasta que la delación te alcance"[vi], de Rolando Sánchez Mejías, donde nos sorprendemos, junto al protagonista, con el caso de un agente "honrado", que te anuncia que te va a delatar.

"Chequeo"[vii], de Edgar Jerez, y "Cabezas y burbujas"[viii], de Ernesto Pérez Chang, vuelven sobre el tema de la vigilancia minuciosa del Estado hacia los escritores, mientras que la figura del espía también constituye motivo central en "Inteligentzia"[ix], de Rubén Rodríguez, con el atractivo añadido de la femme fatale, pues aquí se trata de la espía.

Estar sobre el bien y el mal.

La arbitrariedad y el dislate en el ejercicio del poder también ha interesado a varios escritores cubanos de minificción. Desde los discursos delirantes o inconsecuentes hasta la pretensión de dominar las leyes y los elementos naturales, ser especialistas en todo y asumir la preservación de sí mismos como el bien supremo, nuestro "género enano" tiene su propia galería de autoritarios rocambolescos o diabólicos, según sea el caso. 

Los hay risibles o patéticos, como el líder moribundo que no presenta Léster García Rondón en "Última voluntad del Gran Mamir de Snamierka"[x], quien en sus instantes finales queda preso de su propia incontinencia verbal y entre una reflexión y otra, pide a su pueblo "que no se repita, que no olviden la obra de mi vida". O los protagonistas de "Yo, el supremo", de Ernesto Pérez Chang, y "Previsiones del faraón", de Alberto Menéndez, que no se resignan a que el control sobre la vida y la muerte quede fuera de su alcance.

De este último autor es también "El Rey sabio"[xi], un texto bastante democrático, pues aquí depende del lector encontrar a un tirano mesiánico que prefiere terminar con su vida antes que contradecirse, o a un benefactor que decide librar a su pueblo del azote que él mismo representa.

En "Almuerzo con el Rey"[xii], Pedro Juan Gutiérrez nos presenta a un soberano que comanda un exquisito atracón mientras habla a sus invitados de "diseñar una política más audaz para ayudar a los hambrientos africanos".

Nada graciosos resultan otros monarcas concebidos por tres escritores distantes generacionalmente:  a Nelson Rodríguez Leyva le interesó reconstruir los momentos previos a la matanza de niños ordenada por el rey Herodes, en el texto titulado "Una orden extraña"[xiii], mientras que en su fábula "El silencio salva"[xiv], Yannit Pozo expone el sadismo del rey de la selva hacia un mono que ha atrapado y al cual le va perdonando la vida indefinidamente, sin revelarle jamás el posible desenlace.

Por su parte, Jorge C. Oliva aporta otras dos muestras: en "Prohibición", un sátrapa veleidoso se ocupa en instruir a su pueblo en una actividad que luego le prohibirá ejercer; y en "El opositor"[xv], ese mismo personaje se dedica "en todo momento a elevar la voz como fiscal implacable del gobierno" que él mismo preside.

Del Cuarto Poder

La censura, el control de los medios de comunicación y la administración de estados de opinión y posturas críticas es uno de los aspectos que más han interesado a nuestros micronarradores de los años 90 hasta la fecha.

Con "Apertura"[xvi], Jorge Fernández Era metaforiza —en un formato de poema que refuerza la sensación de mera retórica— la teatral flexibilización que de cuando en cuando protagoniza el autócrata, misma cuestión que le interesa a Edgar Jerez en "Realismo socialista"[xvii].

"El insomnio del censor"[xviii], de Ahmel Echevarría, obtuvo uno de los premios del concurso de minicuentos El Dinosaurio, en su edición de 2003. Mediante el homenaje a una de las más célebres minificciones de Virgilio Piñera, "En el insomnio", el autor propone un devenir posible del oficio del censor: el insomnio, el suicidio. 

Por su parte, Mildre Hernández y Carelsy Falcón comparten título para dos muestras de flash-fiction nacional de sus respectivas autorías: "Censura". Mientras Hernández[xix] narra el desvelo de los absolutistas por neutralizar al sujeto deviant, lo que le interesa a Falcón[xx] es la imposibilidad de una censura totalmente aséptica, que no deje tras sí ramificaciones, enfermedad social.

El secretismo, vertiente proactiva de la censura, es abordado por Randy Cabriales en su texto "Seguridad Nacional"[xxi].

En este apartado también habría que incluir aquellos textos que abordan la sobredimensión del enemigo político. Cronológicamente, el primero es "Acto patriótico"[xxii], de Alejandro Aguilar, donde 1.500 soldados son obligados, en plena noche, en formación y estricto silencio, a escuchar un juego de béisbol entre la selección nacional y "la del enemigo", porque "es un acto patriótico escuchar". Por su parte, "Rumor"[xxiii], de Orlando Luis Pardo Lazo, narra cómo una debacle ecológica, silenciada por los centros de poder para no "atizar el caos y la superstición", podría ser consecuencia de una campaña de "terrorismo interestatal".

"Nota de prensa"[xxiv], de Hugo Luis Sánchez, obtuvo el Gran Premio en El Dinosaurio de 2006. El texto parodia el tono inflamado y mesiánico de las notas oficiales en los informativos de la televisión nacional: desde "la Isla" ya no se distingue el horizonte, pues el enemigo, "actuando de manera pérfida, como nos tiene acostumbrados", se lo ha robado.

En el lado derecho de la ecuación

Los extremos del otro extremo: de la sumisión al atentado transitan los oprimidos en este conjunto textual.

El tema del sujeto reducido a la condición de esclavo hilvana tres minicuentos[xxv] con impronta de fábula cuyo autor es Ernesto Pérez Chang: ya sean perros, hormigas o ratas, a estos "personajes" no les queda nada más que pensar, si acaso, "en la utilidad de la obediencia", como aquel mono de Yannit Pozo.

Precisamente es este joven autor quien, en otra fábula titulada "Sobre los benefactores"[xxvi], nos recuerda el costo humano que con frecuencia tienen las grandes obras exhibidas por los gobernantes como muestra de progreso y bienestar, mientras que "Tocata", de Orlando Luis Pardo Lazo, nos propone la rápida fotografía de unos personajes que juegan al go mientras esperan, con paciencia asiática, "la muerte del premier".

Esa misma espera es narrada en tonos diferentes —de la jocosidad a la angustia respectivamente— por Léster García Rondón en "No hay esperanza"[xxvii], y por Efraín Galindo en "El niño Jesús"[xxviii] . En este último, cuando por fin el deseo se vuelve realidad, los personajes están convencidos de que se trata solo de un sueño.

Ernesto Pérez Chang también aborda el carácter traumático o ambivalente de la espera: en "El muro"[xxix], el inminente derrumbe de este hace que los personajes experimenten "esa tristeza absurda que nos ha contagiado nuestro padre". Y rompiendo la inercia, "El grito"[xxx], de Dazra Novak, explora los mecanismos mentales de la catarsis y el valor de conmoción que esta puede tener más allá de lo personal.

Participa pero no te destaques. Así parece aconsejarnos "Apoplejía de la P", de Orlando Luis Pardo LazoNon:  un gesto performático del personaje —enarbolar una pancarta a favor de la letra P— le cuesta ser enjuiciado bajo cargos tan fantasiosos como liderar un "partido cubano de la letra P". Pura Paranoia.

La desesperación de los gobernados por evadirse a toda costa de tal pesadilla también tiene su espacio. En el mencionado "No mirarán para arriba" de Miguel Correa, alguien trata de escapar colgado de un aura tiñosa. El mismo autor nos presenta en "Una mujer decente" a una madre de familia que inventa delitos para inculparse a ella y a su familia ante un oficial de poca monta, a fin de lograr la ansiada deportación: "Lo mejor que Ud. hace es deshacerse de nosotros (….) ¿Lo ha anotado todo, teniente? Que no se le quede nada, por Dios".

La reacción más visceral de un personaje hacia todo aquello que forma parte del sistema opresor se encuentra en el nanocuento "El héroe"[xxxi], de Nonardo Perea: "Lo maté porque era un héroe".

Los Serial... Writers.

Como ya se dijo, el interés por el tema del poder político totalitario gana fuerza en el nuevo siglo. Algunos autores le dedican series enteras de microtextos, ya sea como cuerpos textuales autónomos, como parte de un proyecto más extenso, o como libro completo.

En el primer caso se encuentra Horror civis, de Orlando Luis Pardo Lazo, un conjunto de 12 piezas narrativas al que pertenecen las tres referenciadas aquí de este autor. Los códigos ultra-políticos siempre están al alcance de la mano, ya sea como leitmotiv o ambientación: banderitas de las que se reparten en los actos patrióticos, transmisiones televisivas de estos, consignas donde se entremezclan sangre, hierro y penas máximas...

Más enfocadas en la figura del mandatario están las Microhistorias del Gobernador, acápite final de un libro en preparación de Jorge C. Oliva. Además de los ya mencionados de su autoría, Oliva retrata a ese gobernador que dice saber de todo, tiene "decreto-manía" y en el fondo es incompetente o, de querer abarcar tanto, deja el gobierno al garete.

El desprecio por los gobernados y la sumisión anárquica de estos, así como la reescritura caprichosa de la historia y el control de los medios de comunicación, son otros aspectos que aparecen en la obra de Oliva.

En cuanto a la temática del totalitarismo y sus consecuencias, ningún micronarrador cubano ha llegado más lejos que Antonio Enrique González Rojas, quien hasta el momento ha dedicado dos libros a esta cuestión. El primero de ellos, El tirano de Siracusa, fue publicado por la cienfueguera Ediciones Mecenas en 2009, mientras que El pueblo de Siracusa se mantiene inédito.

En El tirano..., su autor nos presenta a través de 34 minificciones un perfil minucioso de la personalidad del dictador. Su carácter mesiánico y delirio de grandeza, expresados en la creencia de que puede dominar los elementos naturales, la vida y la muerte, y su deseo de tener la primacía o imprimir su legado en cuanto aspecto de la vida cotidiana se le antoje.

También este tirano necesita al enemigo más que al oxígeno, tanto que llega a inventarlo, y más allá, a encarnarlo, a organizar conspiraciones contra sí mismo. Así da forma a un escenario infernal, donde la preservación del Gran Líder justifica la tortura, el escarmiento público y la reducción de los ciudadanos a condiciones de animalidad.

Los 38 minicuentos de El pueblo de Siracusa nos ofrecen la óptica de los oprimidos,pero(por suerte) aquí no hay trazos reivindicatorios ni una visión romántica de la nación que lucha por sacudirse el yugo opresor. De hecho, la resistencia rebelde sale bastante menguada frente a una mayoría que ha asumido la simulación, la hipocresía y la delación como estrategias de supervivencia y ascenso social. Un rebaño alienado que hace la mayor parte del trabajo del dictador: perpetuarlo en un trono que también es mental.

Ambos libros terminan con la muerte del tirano. El tiempo fue la paupérrima carta de triunfo que pudo esgrimir el pueblo de Siracusa.

 

[i] Ambos incluidos en Virgilio Piñera, Cuentos completos (Letras Cubanas, La Habana, 2004).

[ii] En Fábulas naturales (1963), incluido en: Cuentería (Letras Cubanas, La Habana, 1982).

[iii] En Las fábulas (El Puente, La Habana, 1962).

[iv] En 33 segundos en tobogán (El Abra. Nueva Gerona, 2010).

[v] En Mariel (número 2, verano de 1983, Nueva York). Tanto este como el otro texto de Miguel Correa mencionado en este artículo, aparecieron referenciados en dicha revista como capítulos de una novela "de próxima aparición", titulada Al norte del infierno. Pero en esa ocasión fueron publicados como piezas narrativas independientes, lo cual, junto al criterio de extensión permite tratarlas como minificciones.

[vi] En Historias de Olmo (Siruela. Madrid, 2001).

[vii] En En frasco chiquito (Orto, Manzanillo, 2008).

[viii] En Cien cuentos letales, de próxima publicación.

[ix] En Gallina y otros minicuentos (Cajachina, La Habana, 2012).

[x] En Maldita matemática (Orto, Manzanillo, 2006).

[xi] Ambos textos de este autor en Los excluidos del reino (Extramuros, La Habana, 2008).

[xii] En Melancolía de los leones (Unión, La Habana, 2000).

[xiii] En El regalo (Ediciones R, La Habana, 1964).

[xiv] En Opción cero (Mecenas, Cienfuegos, 2009).

[xv] Ambos textos forman parte de un libro en preparación.

[xvi] En Obra inconclusa (Letras Cubanas, La Habana, 1994).

[xvii] En Ob. Cit.

[xviii] En Historia soñada y otros minicuentos (Luminaria, Sancti Spíritus, 2005).  

[xix] En El equilibrio del mundo (Cajachina, La Habana, 2007).

[xx] En Papeles de la Mancuspia (número 58, septiembre de 2013, Monterrey, México).

[xxi] En Papeles de la Mancuspia (número 59, septiembre de 2011, Monterrey, México).

[xxii] En Paisaje de arcilla (Letras Cubanas. La Habana, 1997).  

[xxiii] En Horror Civis, en Revista 33 y un tercio (número 2, La Habana, 2005). Ídem para todas las referencias de este autor.

[xxiv] En Nota de prensa y otros minicuentos (Cajachina. La Habana, 2008).

[xxv] "El buen perro"; "Hormigas" y "Contra las ratas", en Ob. Cit.

[xxvi] En Ob. Cit.

[xxvii] En Ob. Cit.

[xxviii] En Papeles de la Mancuspia (número 59, septiembre de 2011, Monterrey, México).

[xxix] En El arte de morir a solas (Letras Cubanas, La Habana, 2011).

[xxx] En Papeles de la Mancuspia (número 59, septiembre de 2011, Monterrey, México).

[xxxi] En Vida laboral y otros minicuentos (Cajachina, La Habana, 2006).

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