El viento en Trieste decía tan extrañas canciones al amanecer,
que a nada temíamos tanto como al anuncio de que el alba llegaba.
Allí fuimos por una vez hijos felices de las tinieblas,
allí aprendimos a amar como si fuera la más hermosa luz
el rostro entero de la noche.
El viento en Trieste decía tales sufrimientos y horrores en lo alto,
que aprendíamos a desconfiar de las candorosas nubes,
y tomábamos por verdaderos centinelas de oscuras ceremonias
la antes cristalina bandada de aves blancas.
El viento,
el viento en Trieste abatía premeditadamente cuanto fuera hermoso,
y metidos en el último rincón de nuestros refugios sentíamos que el viento,
el viento bramador, el de la enajenada y espectral sinfonía,
hería, y estrujaba, y arrastraba gozosamente entre la inmundicia,
las vestiduras blanquísimas de los ángeles, los velos de la futura desposada,
los últimos depósitos de la sangre conservada como reliquia en el secreto del sagrario.
El viento en Trieste decía la pena de las estrellas,
la guerra incesante que hay allá, en las regiones donde nosotros
queríamos ver astros límpidos, armonía pautada en persona por Santa Cecilia,
paz del cielo.
El viento,
el viento en Trieste nos hacía desear como refugio la vida de la tierra,
la propia vida que nos habíamos empeñado en repudiar. El viento en Trieste decía
cuántos infiernos moran allá entre las estrellas, y nos hacía buena la tierra,
y del pecho se escapaban bendiciones cuando el viento rugía contra el sueño,
y nos daba sin tregua y sin consuelo
la inesperada enemistad del alba.
Gastón Baquero, de quien se cumple centenario de nacimiento, nació en Banes o en La Habana, en 1914. Es autor de varios libros de poemas, entre ellos: Poemas (1942), Saúl sobre la espada (1942), Memorial de un testigo (1966), Magia e invenciones (1984) y Poemas invisibles (1991). Sus artículos periodísticos y ensayos han sido recogidos en varios volúmenes. Murió en Madrid en 1997. Este poema pertenece al libro Memorial de un testigo.
Otro poema suyo: Anatomía del otoño.