En No buscan reflejarse (2001), antología de José Kozer preparada por Jorge Luis Arcos para la editorial Letras Cubanas, ya habíamos leído el epitafio que el poeta se dedica a sí mismo:
Desde que Kozer ha muerto el cuartico está igualito.
El mármol es piedra pómez y la polilla sigue su curso.
Cuba da vueltas alrededor de sí misma y en un bosque de la China una china se perdió, Kozer, en el enredijo de tu literatura.
Afortunadamente, el profeta hebraico de nuestra lengua sigue vivo y sigue enredándose la lengua. Una prueba de ello es BBBBB160, el poemario de casi doscientas páginas que ha desembarcado en las librerías de la Isla.
Un verdadero placer encontrarse, entre toda la bazofia que se acumula en la sección de poesía —esos cuarticos—, un libro en el que ya desde el título nos habla el archivista obsesivo, el archivero compulsivo de carpetas. Lo abro al azar y leo en "Desdía":
...por la mañana,
apunto mis chorradas, en un
cuaderno, lo tranco (sistemático)
y (sistemático) lo olvido...
("Desdía")
El sistema, la máquina de Kozer. La escritura (ya sabemos que la poesía es un trapo) es un entra-y-sale diario de la página. Una práctica continua. "Cuarentena continua", la llama él mismo en otro poema. Ir dejando "estallidos (pedorreos) por escrito".
Escribir es una actividad residual del cuerpo.
Hace tiempo que tengo la imagen de Kozer (lo habré leído en alguna parte, a lo mejor en una entrevista) haciendo un poema sentado en el inodoro, en el preámbulo de las abluciones matinales. Sencillamente porque acaba de despertar. BBBBB160 abunda en este motivo (hay varios inodoros en sus páginas).
Soy
un ser deleznable, en vez de vivir para la muerte, vivo
para la escritura, albacea de la
Muerte: y esto, por Dios, a las
siete de la mañana (da asco):
con un mocho de bolígrafo
punta fina de porquería,
ponerme a comer, y oiga
usted, a diario, de lo que pica
el pollo, ¿a qué? Mucha fruta
da diarrea, y el ser deleznable
en mí se empeña en hacer en
un dos por tres teoremas sin
axiomas, boludez tangencial
del alfabeto...
("Croar")
A diario, el poeta suelta sus cosas: mierda, orine, escritura… El chorro que producen las dendritas no es diferente al chorro que producen los riñones. "Mis vertederos matutinos", celebra Kozer. "Mis secreciones espesas." Poesía secretada, excretada (la escritura continua como tira de ADN, traza biológica): el residuo que te dice que funcionas, que aún estás vivo.
Pero la muerte también está ahí, claro, con sus mayúsculas. El poeta, septuagenario, no puede dejar de sentir su proximidad y reaccionar ante ella.
Resistir, un craso error: mejor desviar el desencajado fluir
mental, abrupto, incoada Muerte,
a prados de aciano: botes de remos
y un libro amarillento con poemas
del período Tang. La casa rural
alquilada de junio a septiembre,
la muchacha de la limpieza (ni
cofia ni delantal): estudiar
micología (¿yo, el de las
micciones, micólogo?), las
constelaciones, cenar lo mínimo:
hará más llevaderas las noches.
("Acta")
Autorretratos con paisaje. Pero (no hace falta decirlo) la senectud en estos poemas aparece despojada de todo patetismo. Kozer se pinta a sí mismo como "vejancón prostático" y "meón destartalado". Se divierte:
...ahí está el chiste, en ser el más
meón (socarrón) de los poetas
asiáticos (habidos y por haber)
del lago (presente).
("Divertimento")
Por cierto, entre paréntesis: en varios momentos de BBBBB160 este tema de la vejez, la decadencia física y la muerte, con la resignación y el abandono que acarrean, deriva de la manera más natural hacia el tema Cuba:
…las Erinias políticas cinco
décadas (se dice pronto)
azuzaron: en estos días
el Gran Ocambo (verrugoso)
(la senilidad acaparando) va y
se va al otro barrio, ya ya, y
aquí no ha pasado nada.
("Divertimento")
Y hacia el final del cuaderno:
Allí quedó el puerto donde atracaron mis abuelos: en un sentido
cósmico nada que lamentar,
cincuenta años de inmovilidad
no son nada. Biba Kuba bárbara
barbada perdonad la aliteración
y su Rebolusión, ya todo me da
igual, me vale madre la escritura…
("No puede decirse más")
Imagino a Kozer, dentro de una o dos décadas, oculto en un bosque de la China. Vive en una cabaña rodeada de juncos, en la soledad de los maestros y de los monjes antiguos. Tiene una silla, una mesa fabricada con sus propias manos, kilos de papel de arroz que es también papel higiénico y, en un estante, una fila de pomos con toda clase de hierbas, etiquetados en todos los idiomas de Babel.
Alguien va hasta allí para decirle que le han otorgado el Premio Nacional de Literatura.
Escuchada la noticia, Kozer dice algo parecido a estos versos suyos:
...ante la perspectiva
de un (otro) largo día, volveré a
adoptar la postura de la grulla...
("De senectud")
Cuba, por supuesto, seguirá dando vueltas alrededor de sí misma.
José Kozer, BBBBB160 (Letras Cubanas-Torre de Letras, La Habana, 2013).